¿Sabes cuando abrías un doble vinilo, te saltaban los colores a la cara y de repente estabas dentro y la música sonaba en tu cabeza sin pinchar la aguja? De eso ha ido siempre todo esto. Y exactamente esto, pero al revés, es la propuesta de Rufus T Firefly en su Aranjuez. Su puta casa. Eso mola mucho. Nos acogen. No han sacado el álbum, que sale en abril, pero te lo tocan entero sin amplis, con el público con cascos en una escucha perfecta. Una escucha, esta vez sí, inmersiva en la música. Una maravilla, vaya.
Y bajando tanta rimbombancia al barro del sábado lluvioso que todos pisamos, concretemos. La idea es un concierto en el que no hay música amplificada, de manera que nos dan unos auriculares al entrar, con la mezcla perfecta de sonido. Nos sentamos alrededor de la banda. Un rollo muy así, muy suyo, muy sixtie. Suena eso como un tiro. Pero claro, lo que hacemos casi todos de primeras es quitárnoslos para comprobar la movida. Y nada, que no suenan sin auriculares.
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Pero una cosa os diré. Qué placer escuchar a Julia tocar la batería sin todos los demás. Eso es un lujo. Antes de entrar le comenté a Bruno Gallar, que a sus siete años nos tiene su batería en el salón (ya, el terror, pero si no lo hacemos nosotros, quién coño lo va a hacer) y va a clases (lo anterior, igual), que Julia es la mejor batería de España. De chicos y chicas, porque lo pregunta él. Bruno, atiende: es la mejor. De manera que estuvo tan atento que me dio congoja. Al terminar, tuvimos el ratito para saludarla. «Pues tú toca más», le dice. Eso es exactamente lo que está pasando en esta noche de sábado en casa. Solo que le ha dado por ponerse un teclado al lado. Claro, quiere ser de Rufus. ¡Y yo!
Si la vara de medir es Bruno, comprenderéis que ha sido un éxito absoluto. Más allá de semejante influencia, propiciada aposta por sus tutores legales, ergo nosotros, sus padres, ha sido una maravilla. No sé a cuantos conciertos he podido ir en mi vida. Si te digo 1.000 igual te parecen pocos y 2.000 demasiados. Pero mira, literalmente, jamás nunca he visto algo como esto. Pues porque no lo he visto, porque nunca que yo recuerde (ojo a esto, que todo es posible) habíamos estado de concierto con auriculares, sin cotorras a nuestro alrededor y con tercios a 2,50 pavos. Vamos, no me jodas. Y por eso mismo, seguramente por esto último (ja), me voy acordar toda la vida.
Rufus siempre ponen el factor diferencial en todo lo que hacen. En su música y en su manera de sobrevivir en esta voraz industria musical. Esto es un paso más allá. Es hacer una locura. Literalmente, esta vez es literal de verdad, no he visto nada igual a esto. Una presentación de disco completo para escuchar con cascos. La calidad máxima. Y si te los quitas escuchas las baterías y los aplausos. Qué fantasía y qué suerte coincidir en el espacio tiempo con ellos. La movida es que estos vídeos no os dejan escuchar los temazos completos. Es así de fantástico. No pain, no gain.
El repertorio del disco lo tenemos, pero como no ha salido, pues no me da la gana contarlo. Me ha gustado mucho. Ignoro si han ido en orden, pero las últimas son muy grandes. ‘Premios de la Música Independiente’ mola ya de por sí, ¿no? Es muy McCartney esa. ‘He soñado que tocaba en Triángulo de Amor Bizarro’ es seguramente el mejor título de la historia de la música de este país, y resulta que solo es un sueño de Víctor. No todos soñamos la misma mierda, pero esta es de la buena. Ojalá yo.
En una cita tan cercana, ha resultado especialmente especial, valga la especialidad de la circunstancia, Julia dejando las baquetas y cantando ‘Canta por mí‘, de El último de la fila. Una canción, casi religión, que le ponían mucho su papá y su mamá, allá presentes, con ella cumpliendo setenta años. Ignoro, de nuevo, como tantas otras cosas, qué puede sentir esa mamá. Es lo más importante de la tarde para mí, en cualquier caso. Sonríe, claro. Igual ella atesora la cápsula de la felicidad. Qué fantasía debe ser ver a tu hija cantar la canción que le ponías de canija delante de una gente desconocida, nosotros. Y luego todo lo demás que ya sabemos. Ojalá yo.
Hay una canción que se llama ‘Trueno azul‘ que es aquella serie que vimos de canijos, pero Víctor rebaja la nostalgia porque su coche es el ‘Truño azul‘. Mientras arranque. Ojalá yo, por tercera vez. ‘El hombre’ cierra el disco por venir y no hay más que decir aparte de que ojito. ‘Canción de paz’ es un buen single, pero no creáis que resume nada. Nada que haga Rufus T Firefly se puede resumir en una canción. Qué mierda sería eso, menuda banalidad, el estupor ante la planicie, la más absoluta nada. ‘Principio’ y ‘Todas las cosas buenas‘ (así se llama el disco) chapan. Esta última nos ha dejado bocas.
No sabría poner un pero. Hay que ser crítico, que no es lo mismo que criticón y es lo contrario de sin criterio. El público congregado por Rufus T Firefly en Aranjuez tiene mucho criterio. También educación. Elegancia. Es, de veras, una suerte formar parte de esto sencillamente como seguidor sincero. Siempre hay otra puta forma de hacer bien las cosas. Que se caiga el cielo sobre Aranjuez. Ahora mismo. Y que aparezca Win Wenders para filmar el fin del mundo.
Estamos en casa en Aranjuez, en el refugio antiaéreo que ellos han construido para nosotros. Si te quitas los cascos la lluvia es un trueno. El mar no cesa. Estamos dentro, a cubierto. En otra dimensión. Escuchando música con atención. Dentro de un disco en aquella habitación en casa de tus padres. El verdadero hogar que nos detiene en el tiempo y que, con suerte, encontramos en una canción. Cuando las piedras se puedan comer. Donde habitamos y donde nos mirarán morir. Que todas las tormentas de nuestra vida nos pillen a cobijo así. Vivos. Así.