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The Joshua Tree: la tierra prometida de U2

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«Los irlandeses siempre han amado América -Estados Unidos-. Es una especie de Tierra Prometida. Siempre digo que América no es un país, es una idea, y en los ochenta había dos Américas, la mítica y la real. La dura realidad junto al sueño. Era próspera y era seca, así que empecé a pensar en aquella era como una sequía espiritual y así llegó la imagen del desierto».

Es el vocalista Bono quien así resume la génesis del quinto disco de U2 en las notas de la reedición por su veinte aniversario, de 2007. Con el que la banda irlandesa vivió su particular punto de inflexión. Pasando de ser razonablemente popular a conseguir el mega-estrellato, reventar grandes estadios, codearse con sus ídolos, aparecer en todas las portadas y, claro, liderar las listas de éxitos. Con el que el grupo encontró la Tierra Prometida del rock tras un peregrinaje por el desierto americano. El emocional y el real.

9 DE MARZO DE 1987

Toda esa vorágine se desató cuando el álbum llegó a las tiendas el 9 de marzo de 1987. Pero hay que rebobinar unos meses, hasta enero de 1986. Cuando U2 empezó a buscar su particular ‘Kingdom Come’ con la idea de la sequía espiritual y la poderosa imagen del inhóspito desierto como punto de partida.

Debido a sus giras constantes por Norteamérica, el grupo se adentró en su cultura. Con Bono especialmente interesado en sus escritores (Truman Capote, Allen Ginsberg, Charles Bukowski, Tenneessee Williams) y el guitarrista The Edge en música de raíz como blues y folk.

Un cambio sustancial respecto a los trabajos previos de U2, inspirados inicialmente por el punk, luego por el post punk y después por la new wave que cristalizó en el atmosférico y ambiental ‘The Unforgettable Fire’ de 1984. Los caminos del Señor son inescrutables.

«Bono quería llegar a América. Yo consideraba las raíces de la música americana como una zona a explorar y en la radio pública de Estados Unidos escuché por primera vez a Robert Johnson, Howling Wolf, Hank Williams y Lefty Frizzell», rememora The Edge en U2 By U2, la autobiografía coral de la banda. En esas páginas, el bajista Adam Clayton resume la intención de cambio: «Queríamos hacer nueva música basándonos en los inicios del rock n roll, era como regresar a los fundamentos aunque no fueran los nuestros».

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A mitad de los ochenta, los integrantes de U2 pasaban mucho tiempo con Mike Scott y sus Waterboys, quienes despertaron su curiosidad por la música folk irlandesa. Al mismo tiempo, Bono entabló relaciones con algunos de sus ídolos, como Bob Dylan, Van Morrison o Keith Richards. Todos ellos animaron su interés en géneros tradicionales clásicos del mundo anglosajón.

«Había escuchado blues, me había sumergido en los escritores estadounidenses. Y al mismo tiempo, había viajado mucho y me daba cuenta de lo peligrosa que resultaba la política exterior estadounidense para los países de alrededor», plantea Bono, quien quedó dramáticamente impresionado tras viajar en 1986 a países como El Salvador y Nicaragua.

El contenido lírico del álbum nace, por tanto, de la visión de aquella época «llena de avaricia, de Wall Street, ganar sin lugar para los perdedores, con Nueva York en quiebra. Una dura realidad para el sueño americano«, según el cantante. Decidido a confrontar esa sequía con el materialismo imperante y la política exterior comandada por el entonces presidente Ronald Reagan.

ESPACIOS ABIERTOS, PAISAJES INFINITOS

Para situar el disco en el espacio, la intención fue siempre componer música que evocara los grandes espacios abiertos, los paisajes infinitos de esa América dual a cuyo corazón quería acceder el cuarteto. Y para ello emprendieron el viaje musical a principios de 1986 en Dublín junto a Brian Eno y Daniel Lanois. Repitiendo productores después del satisfactorio resultado obtenido con ‘The Unforgettable Fire’.

El mismo equipo, con la incorporación por primera vez de Flood como ingeniero. Para hacer en esta ocasión un rock más básico, con más pegada, pero igualmente abierto, grandilocuente, épico. Más clásico y más americano, en definitiva. De esa combinación de intenciones con la propia personalidad de U2, con la minimalista pero expansiva guitarra de The Edge, surge la magia que impregna los cincuenta minutos de The Joshua Tree. Y en esa combinación encontró el grupo su imagen y su sonido clásico.

Comenzaron a surgir canciones antes de que el grupo decidiera embarcarse en la gira Conspiracy of Hope de Amnistía Internacional durante junio de 1986. Una decisión que, lejos de distraerles, les animó a profundizar en «canciones describieran la frialdad y la soberbia de Ronald Reagan en Estados Unidos», tal y como apunta Adam Clayton.

Esta intención se concretó en una de las piedras angulares del álbum, ‘Bullet the Blue Sky’. Un blues metálico y pesado inspirado por los viajes de Bono a Centroamérica: «Quería algo bíblico, a partir de los salmos de David. Se me cruzó una foto de Ronald Reagan y yo estaba muy enfadado por los abusos de su política exterior en Nicaragua, El Salvador y Chile. Quería que pareciera un infierno en la Tierra. Así que le pedí a Edge que lo conectara a su ampli, incluso le puse fotos de bombardeos. ¿Quién estaba bombardeando aquellos pueblos? Los americanos».

BULLET THE BLUE SKY: AVIONES DE GUERRA

The Edge consiguió, efectivamente, que su guitarra rugiera como desafiantes y peligrosos aviones de guerra en Bullet the Blue Sky. Y esas ideas de Bono quedan plasmadas también en Mothers of the disappeared. Pieza en este caso inquietantemente acústica surgida a partir de una protesta silenciosa de las madres de personas que habían desaparecido sin dejar rastro en El Salvador y se suponía que habían sido secuestradas, torturadas y asesinadas.

«Íbamos por una autopista de El Salvador cuando vimos un cuerpo inerte que debían haber tirado de un coche. La gente desaparecía sin más. En Chile había ocurrido exactamente lo mismo con el apoyo de Estados Unidos y Pinochet ocupando el poder. Esta canción significa más para mi que cualquier otra del disco. La compuse con la guitarra española de mi madrastra para aquellas bellas mujeres que cargaban las fotos de sus hijos e hijas», señala el vocalista.

Los trabajos avanzaban, pero despacio. Y, como siempre en U2, tirando mucho de improvisación. Así surgió With or without you cuando le aplicaron una caja de ritmos y un potente bajo, al que casi por casualidad se sumaría The Edge al trastear con un recién recibido prototipo de la Guitarra Infinita de Michael Brook. Un artefacto esencial para establecer el que sería el sonido del disco y la ‘marca The Edge’ para la posteridad.

Ese fue el primer himno del álbum en alcanzar el número 1 en la lista Billboard de singles. Con una temática sobre el «tormento sexual y psicológico, de cómo los deseos se vuelven más intensos cuando los reprimes». Con Bono reflexionando sobre cómo ser una estrella del rock y mantener una vida doméstica convencional con su esposa. El siguiente número 1 consecutivo fue ‘I still haven’t found what I’m looking for‘. Un rhythm n blues bastante tradicional, una melodía surgida del soul y el góspel más eclesiástico.

DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

Where the streets have no name fue el tercer single del disco. Y, aunque no cosechó el mismo éxito que los dos anteriores, queda para siempre como momento cumbre en sus conciertos. Seguramente porque The Edge tiene razón en sus reflexiones en U2 By U2: «Sentí algo excepcional cuando terminé la mezcla de prueba. Creí que acababa de encontrar la canción y la parte de guitarra más extraordinaria de mi vida».

«Después de que la música se detuviera escuché el silencio de la gran casa solitaria y bailé por la habitación dando puñetazos al aire», confiesa el guitarrista. También desvela que los problemas para dar forma a una interpretación convincente llevaron al productor Brian Eno a apostar por olvidarse del tema. «Pero éramos obstinados. Aquella música nos transmitía una sensación de euforia a la que nos aferramos y la canción sobrevivió», apostilla The Edge.

A pesar de que el grupo no confiaba especialmente en ella, In God’s Country fue la canción elegida como cuarto single. Quizás por las imágenes de una letra que dibujan una Tierra Prometida indeterminada. Y aunque no tenga el peso musical de las composiciones más potentes del álbum, contribuye a apuntalar el conjunto con un sonido tan evocador como ya reconocible. «La fascinación de Edge por el paisaje sonoro y por las guitarras es una parte vital de U2», subraya el batería Larry Mullen.

Una de las piezas más queridas por los fans del grupo es Exit. «Un intento de ponerse en la mente de un asesino tras haber leído a Truman Capote y Norman Miller», según relata Bono. Y agrega: «Está muy bien protestar contra Estados Unidos y su violenta política exterior, pero para entenderlo debes recuperar tu propio lado oscuro. La violencia que todos llevamos dentro».

Lejos del paisaje americano, Running to stand still era, según Adam Clayton, «la segunda parte de Bad, con Bono cantando sobre el eterno problema de la heroína que había en Dublín, personalizado con sus experiencias en las Siete Torres de Ballymun en Dublín».

El álbum lo completan Trip through your wires, un blues alegre para equilibrar tanta solemnidad, y Red Hill Mining Town, «una canción fallida» según Larry Mullen, a pesar de que estuvo a punto de ser single. Pero el grupo no terminó de concretarla.

Por último, One Tree Hill. Una emotiva canción con inspiración primaria en el chileno Víctor Jara dedicada a Greg Carroll, el ayudante personal de Bono, que falleció en un accidente de motocicleta en Dublín en 1986. Un sentimiento de árida tristeza que de alguna manera conecta el desierto americano con los paisajes de Nueva Zelanda, de donde era natural Carroll. A su memoria está dedicado todo este disco que, aparte de The Two Americas, también tuvo el título provisional de The Desert Songs.

«Son canciones personales, canciones de amor, canciones de fe, canciones sobre claustrofobia y canciones sobre espacios abiertos«, según palabras de Bono, autor de todas las letras de álbum, a las que imprimió carácter con su apasionada voz en una de sus más sobresalientes interpretaciones vocales.

CASI UN DISCO DOBLE

La aparición final de Steve Lillywhite, productor de los tres primeros trabajos del grupo, para terminar las mezclas de los singles potenciales fue la última gran decisión de la banda. La intención era darles un toque más propicio para sonar en las radios.

En un ambiente de agotamiento generalizado, su esposa Kirsty MacColl terminó incluso decidiendo el orden de las canciones a partir de la premisa de que Where the streets have no name debía ser la primera, y Mothers of the disappeared la conclusión.

Cuando parecía que el trabajo estaba encaminado a su finalización, un nuevo esfuerzo del grupo en octubre de 1986 dio como resultado un puñado de nuevas canciones que casi convierten a The Joshua Tree en un álbum doble. Pero Brian Eno, más consejero que productor, les hizo ver que el proceso podría eternizarse.

De manera que decidieron que temas como Walk to the water, Lunimous times (Hold on to love) y Spanish eyes, terminados en enero de 1987, se destinarían a las caras-b de los singles principales. The sweetest thing tendría que esperar a The Best of 1980-1990 y Birdland a la reedición de 2007 el disco por sus 20 años.

EL VALLE DE LA MUERTE

Del diseño de la portada se encargó Steve Averill, quien fue responsable de buscar localizaciones desérticas americanas, claro. Una semana después se le unió el resto del grupo junto al fotógrafo Anton Corbijn. Todos juntos recorrieron durante varios días de diciembre de 1986 diferentes lugares de California. Por ejemplo Death Valley (con su Zabriskie Point, inmortalizado finalmente en imagen principal) y el pueblo fantasma de Bodie, donde se tomaron bastantes instantáneas luego relegadas.

«La idea de la portada surgió de las imágenes y de la posición cinemática del disco, en la que las canciones evocaban lugares», apunta The Edge. Por su parte, Larry Mullen añade: «Conocía la América de las giras, pero me imaginaba que había otra ahí fuera, la cinematográfica del desierto, los vaqueros. Y allí estábamos nosotros. Viajando por el desierto de Mojave, pasando por minas abandonadas, parando en Zabriskie Point».

Adam Clayton también comenta el asunto en U2 By U2: «Queríamos dar imagen de un inmigrante europeo desplazado que llega al desierto. Cuando pisas Death Valley te preguntas qué fue lo que llevó a aquella gente a viajar desde el oeste sin saber a ciencia cierta qué iban a encontrar. Pero continuaron y se toparon con California».

Lo que fue más casual fue el título del álbum, pues el grupo no lo tenía en mente. Pero a Bono le encantó la etimología religiosa del nombre además de su apariencia, con sus ramas extendidas como las manos de Joshua (Josué) extendidas en oración. Las fotos del grupo con el árbol que aparece en el disco se tomaron en la Route 190, cerca de Darwin, en el Desierto de Mojave (y no en The Joshua Tree National Park, que es un lugar diferente a 300 kilómetros de allí, confusión habitual derivada del nombre.

ÉXITO ABSOLUTO

El trabajo ya sí estaba terminado y el material enviado a las plantas de producción. Un penúltimo lugar al que Bono estuvo a punto de llamar para pedir que lo pararan todo, pues dudaba de la calidad de lo que tenían entre manos. Pero se contuvo y el álbum vendió 300.000 copias en dos días solo en el Reino Unido, un mercado que lideró durante dos semanas, si bien se mantuvo en listas durante 191 semanas en total. En Estados Unidos entró en el 4, pero después estuvo nueve semanas en el primer puesto.

Al mismo tiempo, With or without you y I still haven’t found what I’m looking for lideraban las listas de singles. El grupo salió en la portada de la revista Time, equiparándose a leyendas que antes la habían ocupado como The Beatles, The Band y The Who. El ansiado salto se había producido pero acechaba el riesgo del descarrilamiento total.

«Todo iba muy rápido, la pasión de los fans había dado un salto muy grande y la atención de los medios de comunicación nos desbordó«, confiesa Larry Mullen. Y añade The Edge: «Tengo un recuerdo un poco borroso de todo aquello, nos volvimos un poco locos. Tuvimos que resolver qué y quiénes éramos. Llevábamos sobre los hombros el peso de lo que se esperaba de nosotros y la responsabilidad de no cagarla».

Con esos temblores, U2 estuvo en la carretera de abril a diciembre de 1987 con The Joshua Tree Tour, recorriendo Norteamérica y Europa tocando en grandes estadios como el Santiago Bernabéu de Madrid el 15 de julio, en su primera visita a España ante más de 100.000 espectadores.

En total, más de 3 millones de personas asistieron a los conciertos de aquella gira, con el grupo en su mayor momento de exposición global, convertidos en ídolos pop más que en súper estrellas del rock. A la larga, mutarían en clásicos perpetuos, pero aquellos fueron los años de la fama fulminante.

El árido desierto se había convertido en la Tierra Prometida donde U2 se encontraron con 25 millones de discos vendidos. Pero tan fuerte abrazaron ese anhelado sueño americano que que terminaron exprimiéndolo más de la cuenta.

Porque en 1988 con su siguiente paso, el disco y película Rattle and Hum, en el que documentaban la gira, fueron acusados de pretenciosos, megalomaníacos y, lo peor de todo, usurpadores de una tradición que no les pertenecía. Pero es que los irlandeses siempre han amado América.

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