Yo estuve viendo a Carolina Durante en Madrid Río. Y tú. Y medio Madrid. Y Bruno, Palo, Miguel, Bea, Alfredo, Javi, Gema, Víctor, Fer. Hay rostros pero no necesariamente apellidos en esta celebración en la que cabemos todos. Ya pintaba la convocatoria a priori a cosa loca, casi temeraria sin el casi. Y, como diría Martín Barreiro, se cumplieron los pronósticos. Total congestión. Si después de la pandemia nos arrojamos al hedonismo sin contención, tan recién el apagón ya directamente el rollo es cataclismo pop.
El plan estaba claro y bien trazado. Quedar a las 18:30 en nuestro habitual antro de Puerta del Ángel. Así lo hicimos. Controlando los tiempos. La peña escribiéndonos, que si hay hordas, que si tal, que si cual. Nosotros que si tenemos mucha mili. Para cuando nos quisimos poner en marcha no era mala hora, pero intentamos entrar por donde no se pudo y ese epic fail fue fatal para no conseguirlo. Ah, vaya. A veces fallas. Sí, bueno, claro, la mayoría de las veces.
Día loco con Carolina Durante en Madrid Río
De manera que como íbamos con un muy menor, Bruno, nos quedamos en la pradera. En el lado pobre del río, por así decirlo. Allá los previsores, los que lo hicieron bien. Acá los de la verbena. Intentamos comprar algo más de cerveza pero casi me salgo del distrito para lograrlo. Lo logré, en esto no fallo nunca. Eso me permitió contemplar bien el ambiente, de locos, la virgen. Uno de esos días de ‘yo estuve allí’ de manual. Un tanto que apuntarse aunque solo pasaras de casualidad. Madrid, qué ciudad esta y sus gentes.
En el recinto acotado serían 20.000, pero ya os digo que fuera éramos el doble. Empecé diciendo que éramos 100.000 y luego rebajé una marchita hasta 50.000, una burra de lo que no me bajo. Ese tipo de descontrol con todo el personal cantando y brindando desde Príncipe Pío a La Riviera. Ese punto de locura festiva descontrolada en la que no hay tiroteos de chiripa. Los chinos sin cerveza, qué ciudad esta (el apocalipsis de entrar al de al lado de La Riviera y verlo arrasado me lo llevo conmigo, ese tipo de vacío vital). Y, mientras tanto, tú. Carolina. Durante todo este disparate, siempre tú. ‘Joderse la vida’. ‘Misil’. ‘El parque de las balas’. ‘Verdes, césped’. ‘Joder, no sé’.
Yo estuve allí
Son dos conciertos diferentes que confluyen en una única realidad: esto es algo generacional. Pensaba, litrona en mano, a lo lejos, en el concierto de Leño en 1983 en el Paseo de Camoens. O en Morrissey en el mismo Parque del Oeste en 1985. Citas gratuitas que sobrepasaron las previsiones de convocatoria, que se convirtieron en mitológicas y en las que de repente todo el mundo estuvo. ¡Yo estuve allí! Hay mucha mentira en aquello, pero es que resulta que en lo de Carolina Durante en Madrid Río late la verdad: todo el mundo estuvo allí. Pasó también con Vetusta Morla en La Caja Mágica.
La música sin leyenda no es nada y eso lo han pillado al vuelo Carolina Durante, convocando a un concierto gratuito con una foto del Cojo Manteca en el cartel días después de reventar el Palacio de los Deportes con 15.000 personas. Una jugada perfecta, convengamos. Porque Diego Ibáñez, su cantante, va con muletas y se tiene que operar de no sé qué. Casi se deja las piernas ayer sobre el escenario, eso lo vimos por pantalla gigante pero es que, cómo no. La historia se escribe exactamente así: a hostias.
Un botellón de categoría
Esto ya se ha convertido en un botellón de categoría, lo cual no deja de resultar para mí curioso teniendo en cuenta que me amenazaron con multarme en la puerta de La Riviera el 14 de agosto de 2024 haciendo tiempo para entrar a Gene Simmons (que encima fue una enorme mierda). Por lo que sea, mi lata de cerveza a cincuenta grados les molestó a los agentes. No les veo hoy por aquí, estarán con lío. Antes era un hombre, ahora es un poli. Paradojas. Suena ‘Cayetano’ y me digo ‘joder ojalá, aquí hay demasiada gente que parece venida de un concierto de Taburete’. En fin, de pijo progres está lleno el mundo y siempre será mejor que un puto nazi. Yo es que soy de Carabanchel y os tengo uno a uno calados.
‘La noche de los muertos vivientes’. ‘Perdona’. ‘Hamburguesas’. ‘Normal’. ‘Las canciones de Juanita’. Se nos escurre el día mítico entre las manos, de manera que antes de que se ponga impracticable nos vamos al salón de casa, ergo, La Ribera. El bar delante de La Riviera. Tantas batallas en aquellos baños abajo. Pedí la primera, luego la segunda. La tercera la pidió el yo que surge a partir de ese punto y elimina al habitual que se supone que soy yo, lo cual seguramente no es ni verdad ni mentira. Batallones carolinos en retirada hacia quien sabe donde. No lo saben ni ellos, pero tienen algo que contar: yo estuve allí.