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Simple Minds (2022) Espacio Ibercaja Delicias. Madrid

Crónicas

Someone, somewhere in summertime, con dos años de retraso llega al fin la gira cuarenta aniversario de Simple Minds a Madrid. Que tanto tiempo después, pandemia mediante, podría ser, efectivamente, con cualquiera, en cualquier lugar pero, innegociable esto sí, en verano. Y en la ciudad estrenamos verano y el cuerpo lo sabe. Así se lo indica la inclinación del eje terráqueo a una concurrencia (talludita) con la más pura determinación de disfrutar de esta noche de miércoles veraniego detenido en el tiempo con Simple Minds. Aquí y ahora, tire del freno de mano en caso de emergencia.

Evidentemente, alguien tiró y los dos millares de personas congregadas en el Espacio Ibercaja Delicias nos detuvimos en este 22 de junio de 2022 con Jim Kerr (62) y Charlie Burchill (62). Dos viejos amigos de esos que no ves a diario pero sí de cuando en cuando, con el lapso suficiente entre concierto y concierto como para que se nos note a todos un poquito más cascados. Pero siempre airados. Preparados para reencontrarnos en este perpetuo ‘Act of love’ compartido y consentido que es la música en vivo.

A la pretérita composición de Jim y Charlie le sigue el trote grandilocuente de ‘Love song’, ya sabes, la canción de Supergarcia. Hace tanto de todo que de todo empieza a hacer ya demasiado tiempo. Es el sentimiento predominante pues, no en vano, antes de empezar las conversaciones cerveza en mano versan sobre las veces que cada cual ha visto a este o aquel grupo. A Simple Minds o a quien sea. Las camisetas descoloridas y agujereadas tienen su propio relato mudo, aunque no sordo.

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‘Waterfront’ suena rotunda y sienta las bases de un recital que busca el deleite cumpliendo los límites de velocidad y sin más aceleraciones que esos impulsivos bailes tan particulares de Jim Kerr. Que vocalmente cumple, no sin esfuerzo, y que dosifica sin pavonearse ya con la gracilidad del joven que reventaba estadios, aunque sí con toda la teatralidad de quien conoce los más intrincados vericuetos de su oficio. Y que cuenta con el apoyo de la formidable Sarah Brown como corista y con casi todo el protagonismo en ‘Book of brilliant things’.

‘Glittering prize’ y ‘Promised you a miracle’ nos llevan a la emblemática primera etapa de la banda escocesa, la más synthpop y con la que se hicieron un nombre. El gentío las recibe con alegría y alboroto. Y ahí está Charlie Burchill da rienda suelta a su magisterio guitarrero intercambiando su preciosa Gretsch blanca (que tanto le gusta también a Billy Duffy de The Cult) con una Gibson Les Paul negra de sonido gordo. Él es muy responsable del sonido tan característico del grupo y tanto tiempo después sigue reconfirmándose cada noche como el fantástico guitarrista que siempre ha sido y es.

‘She’s a river’ mantiene el nivel de épica y desemboca en un solo de batería de lo más inesperado de esa bestia parda que es Cherisse Osei. Se vende esta gira de Simple Minds, por cierto, como un grandes éxitos para celebrar sus cuatro décadas de vida musical. Vale. Pero lo cierto es que los recitales del grupo llevan siendo greatest hits desde hace por lo menos 20 años, tal vez 25. Una pena, porque aunque lo más consistente y aplaudido de su repertorio sea de los ochenta y parte de los noventa, nunca han dejado de entregar buenos discos, con al menos un par de canciones a muy buen nivel por LP.

Teniendo en cuenta que en octubre publicarán su decimoctavo álbum, eso da como para confeccionar muchos repertorios diferentes, totalmente válidos todos ellos. Sin embargo, se conforman con presentar ‘Vision thing‘, su más reciente single y anticipo del mencionado próximo disco, mientras se olvidan de su obra del siglo XXI, perfectamente reivindicable. En lugar de eso, tiran de un ‘Belfast child’ que es recibido con agrado e incluso con gritos de «¡guapo!» para el vocalista (que hubiera pedido silencio segundos antes no es impedimento para este tipo de arrebatos, somos así por estos lares).

POR ENCIMA DE LAS MODAS

La cosa es que Simple Minds están por encima de las modas porque son una moda en sí misma. Así es para sus fieles seguidores, quienes a su vez pasan absolutamente de las tendencias. El respetable quiere gozarlo con ‘Someone, somewhere in summertime’, ‘See the lights’ o ‘Don’t you (forget about me)’. Y cantar sha la la la en bucle hasta el infinito, sabedores de que en algún momento llegará la eclosión que hará que todo merezca la pena y cobre sentido. Y llega, claro, y como cada noche, funciona.

Este momento registrado por centenares de móviles es justo antes del breve descanso que da paso al consabido descanso para el bis. Que arranca titubeante con Sarah Brown y la teclista y corista Berenice Scott cantando una versión acústica un tanto descafeinada de ‘Speed your love’. ¡Es que la original es mucho!

El eficaz bajista Ged Grimes se revela como un charlatán divertido en español para cachondeo de la concurrencia mientras la velada se nos escurre ya entre los dedos con las cartas sobre la mesa. ‘Alive and kickin’ y ‘Sanctify yourself’ y ya. Descabello por la vía rápida. Ambos clásicos ponen fin a un concierto de Simple Minds en Madrid que se quedó algo corto en los 90 minutos y que dejó, por ello, un montón de posibles clásicos en el tintero y al gentío un tanto desconcertado.

Un poquito rácanos, huelga decirlo como se dicen otras cosas, si bien la duración, como el tamaño, no será nunca lo más importante. No para Simple Minds, que comprendieron hace mucho eso de que el viaje es el camino, no el destino. Parece obvio, pero durante cuarenta años da tiempo a que muchos desde lo más alto se caigan por el precipicio: puede que Jim y Charlie sean mentes simples pero, indudablemente, saben mantener bien el equilibrio.

PD: Simple Minds tienen una extensa gira por toda España durante este verano. Aquí tienes todas las fechas.

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