Mad Cool Festival (2018) Madrid

Crónicas

JUEVES: Pearl Jam pone orden al caótico arranque del Mad Cool

VIERNES: El Mad Cool se levanta pero vuelve a caer con Massive Attack

SÁBADO: Y al tercer día el Mad Cool Resucita

RESUMEN: 5 cosas malas y 5 buenas del Mad Cool

Muy pocos días se levanta uno con la seguridad de que va a ver a Pearl Jam. Estoy segurísimo de que igual que yo estaba como un niño chico, todos lo estábamos. Y por eso ya me desperté antes de tiempo a pesar de no tener necesidad de despertador. Y por eso todo el día fue como una maldita espera. Y por eso terminaron apareciendo los Fortasec en mi vida de dos en dos. Así es como hacemos las cosas en mi barrio, yo qué sé, seguramente esté mal, pero ¿sabes esa ilusión de crío? Me cago en la puta, ojalá poder embotellarla y olerla cada lunes por la mañana.

Se hace largo el día, sobre todo porque, además, de verdad, intuyes que cuando llegues va a ser una mierda todo. Eso creo que lo sabíamos todos pero aún así, porque somos así, dijimos ‘venga’. Exactamente así me gustáis. Primero fue dejar a los críos no con una, sino con dos abuelas en dos distritos diferentes. Y así sería cada jornada del festival. Ah, los años locos en los que te ibas al Viña con unos calzoncillos y mil pesetas. Tampoco me apetece eso ahora mismo, la verdad, pero suena estúpidamente romántico, exactamente como todo lo que hicimos y no volveremos a hacer.

Pearl Jam. Bien, sí, claro, fenomenal. No seré de los que más galones tienen, seguro, pero les vi en el Palacio de los Deportes de Madrid en el 2006 y al año siguiente ya monté una peregrinación desde mi casa de Aluche hasta el Estadio de Butarque en Leganés. Un trayecto corto en un bus de los verdes a la ida, que a la vuelta hicimos casi igual solo que prácticamente colgándonos de nadie sabe donde. Dolía bastante en las curvas. El caso es que cruzamos la M40, volvimos y nos tomamos una copa exactamente en el bar debajo de donde estoy escribiendo este recuerdo. Lo veo desde aquí, de hecho, porque vivo aquí. Y me gusta que así sea.

En fin, tampoco quiero mega chapear por enésima vez con lo acontecido en el Mad Cool III (¿la buena de Rocky era la IV? Por esperar al desenlace). Tampoco quiero que esperéis una crónica detallada porque eso ya lo hice del jueves, del viernes y del sábado. Y no me retracto de nada. Así que esto lo hago, creo, porque no quiero que se me olvide (me acabo de quedar pillado, sin mas, atorado, mirando un poquito la luna de verano). 



No quiero que se me olvide, joder, con lo bien que lo pasamos y lo vivos que estamos en 2018. Quiero leer esto como leo lo que escribí en 2008 y sentir que aquel no era yo pero, al mismo tiempo, reconocerme en las flaquezas. En estos días locos en los que parece que todo se va a ir a la puta mierda, como el jueves cuando arrancaba el Mad Cool. Yo (y voy a hablar de mí mucho porque es la única diferencia que puedo aportar) ese día me bajé del coche después de media hora de atasco para entrar al aparcamiento. Me bajé, andé y os miré. Algunos me preguntásteis si era de la organización porque llevaba el clásico colgante de prensa que no vale una mierda. Me estaba desesperando y el fortasec tarda en actuar.

Fue una hora larga, de hecho. Cuando entramos, resulta que el parking vip que tenía la prensa estaba en otro sitio. Yo no lo había mirado, la verdad, es que me daba igual y suelo improvisar así de mal. Muy majos todos, nos dijeron que podíamos ir o dejarlo allí mismo en una esquina ya que estábamos en el verde o naranja. Pues allí lo dejamos y nos encaminamos al lugar. Colas, muchas colas. Pero ya eran las siete y media y el mogollonazo más o menos había pasado. Mi chica (o novia o pareja o rehén, Paloma) y yo pasamos bien, la verdad. Pero vimos la colaza de gente, que nos dijeron que eran los que no tenían pulseras. «Vaya movida», dije. «Esto está fatal», añadí. «Me cago en la puta Gallar, esto es para matarles», dijo ella, como siempre clarividente. Confieso que hay ocasiones en las que la mierda está encima mía e igual ni la huelo.

Una caca, total. Como teníamos pulsera pues pasamos con todos los demás que también la tenían y pasamos caminando sobre el pedregal (inaccesible para cualquier tipo de discapacidad salvo que lleves helicóptero y hablamos de 300 metros, eso sin comentar el túnel del apocalipsis bajo la M-11 que menos mal que nadie le dio por gritar o correr). No pintaba nada bien, la verdad, y ya nos estábamos perdiendo a Eels e Iván Ferreiro, que tocaban a partir de las siete de la tarde. Pues joder, habíamos salido de casa a las cuatro y yo tenía la sensación de no haber parado de empujar hacia ellos. Pero mira, que no, que no llegamos. Ya me estaba preocupando porque yo quería ver a Pearl Jam por encima de todas las cosas después de once años y no parecía que fuera a ser sencillo.

Una publicación compartida de Mercadeo Pop (David Gallardo) (@mercadeo_pop) el



Por suerte, una vez dentro resultó que bueno, aparentemente no íbamos a morir. No rápidamente y no ese día. Tampoco tenía por qué ser realmente divertido, pero sí llevadero. Esa tarde del jueves, entre buscar a gente, buscar a la cobertura, buscar una puta cerveza y buscar una ‘experiencia de la hostia’, se nos fue el tiempo. Toundra petaron y Leon Bridges estuvo tan guay como ya  sabíamos. Acercarse a Tame Impala fue una estupidez porque fue imposible. Nos teníamos que ir a Pearl Jam porque eso iba a reventar. En el camino sumamos gente a la causa, cada vez más. Al final seríamos veinte fácil, con el chat de rigor a punto de explotar cuando entraban los mensajes. Es de lo que más orgulloso siempre estoy, de juntar peña.

Pearl Jam hacen fácil lo difícil como todos los grandes a los que se desdeña con el paso del tiempo. Solo que en el caso de los de Vedder parece como que cada vez fueran a más, algo que achaco a que se prodiguen tan poco por escenarios europeos. Lo dicho, once años desde aquel Festimad de Leganés y doce desde el Palacio de los Deportes. ¿De qué cojones van? Por lo que vi en los tres días de Mad Cool, realmente somos gente maja que se sobrepone a las dificultades para disfrutar de la música por encima de todo. Y eso, obvio que lo hicimos con Pearl Jam. He leído algo así como que «son los Messi de esta mierda» y los demás juegan en otra liga. Bueno, no me parece mal del todo en esta ocasión, solo que los de Eddie Vedder ganaron la Copa del Mundo en nuestra cara. Me emocioné mucho varias veces, sentí la camaradería con los desconocidos y, sobre todo, la conexión con los de nuestra alineación. Y sentí muchas ganas de abrazar.





Lo de las barras era inenarrable, una maldita estupidez eso de tener que pelearte durante una hora para meter codos y caderas por una cerveza caliente. Eso es una puta mierda y eso pasó. Pero eso también se ha contado ya, así que pasando. Se acabó Pearl Jam y como que se me fue el alma para continuar. Un coñazo de jueves en realidad, aunque estuvimos bien viendo lo que nos importaba. Así que poco más, había que plegar velas, pasar por la casa de la abuela 1 y recoger al niño 3. Por así decirlo. Que con la tontería no llegamos a casa hasta las cuatro de la madrugada, mientras seguramente Justice seguían con su tralla, pero una cosa os digo: Ya basta.

Escribes y duermes, duermes y escribes. Sueñas lo que vas a escribir y tienes pesadillas con lo que has escrito. Entonces ya es tiempo de regresar al lugar de los hechos casi sin darte cuenta. Pues venga. Se repite el kilometraje de abuelas y esta vez acertamos con el aparcamiento vip. No está más cerca pero parece que todo es más rápido, bien. Todo va más ligero en realidad como por arte de magia, según me confirman desde el otro lado de IFEMA, lo cual es una alegría para todos. Entramos en cinco minutos y en las barras un chaval nos explica que han cambiado su modus operandi de tal manera que hay gente que específicamente se dedica a cobrar y otros a servir -no era así el día anterior-. Mientras no se acabe la cerveza, eso está guay, porque el día antes se acababan los barriles y los chavales al otro lado de la barra sencillamente no sabían cambiarlos.

El viernes fluye más y mejor. At the Drive-In molan todo a full. La cagamos escogiendo a Snow Patrol porque son un coñazo. Ya estamos vendidos para el resto porque hay que ver a Jack White sí o sí y así lo hacemos. Una buena lección de hard rock a la que podemos acceder Paloma y yo, no enfadarse nadie porque no creo que haya motivo, después de que yo le explique al de seguridad que los que trabajamos en prensa ya sí podemos pasar delante (eso fue viernes y sábado, el jueves no nos dejaron) y que si por favor podría ser sería genial que entrara yo con un acompañante que fuera ella. Creo en la verdad y no creo en los empujones, qué queréis que os diga. Pues que gozamos de Jack White con la bendición que da estar en la maldita zona vip esa que fulminaría con miles de rayos si fuera ultra poderoso. Al salir fui directo a agradecer al amigo segurata, que no pareció reconocerme pero agradeció el abrazo sincero, ja.

De la misma manera que en Jack White todo salió bien, en Arctic Monkeys optamos por no andar pidiendo favores porque había como demasiada excitación, así que entré yo para verlo bien durante un rato. Casualmente ahora estoy viendo en televisión un conci de los monos de hace como diez años y no veáis si cambia la velocidad. A mi el último disco me mola y todo eso, pero es cierto que antes tenían un frenesí contagioso que ahora parece todo pose de Alex Turner. Y las viejas las tocan despacito. Pero la movida en términos generales sale bien, sale mejor que el jueves y el público está como más centrado, aunque sea tácitamente. También hay quien lleva una mierda de puta madre, como es menester, qué os creéis.

Luego llegamos a lo de Massive Attack, que es el despelote supremo. Si la crisis de reputación del Mad Cool no fuera ya suficientemente chunga, pues cómete este macarrón. Que tendrá razón este o aquel, el de Bristol o el de Bilbao-Madrid. Pero no tocaron después de casi dos horas haciendo esperar a sus fans. Nosotros, esta vez con buen tino, nos cansamos antes, de manera que para cuando se oficializó la suspensión ya estaba predispuesto para darle a la tecla desde casa. Tal fue la demora para luego desembocar en la nada. Vamos, no me jodas, con lo que molaron Franz Ferdinand encadenando clásico tras clásico. Alguien me dijo en Twitter que los escoceses eran fósiles del indie o algo así y, bueno, pues quizás un poco, pero desde luego no esa noche en la que se follaron todo lo follable. Más que tú, chaval.





En definitiva, que plegamos velas y antes de dormir llegó el comunicado de la organización «que si molestan Franz Ferdinand que si la abuela fuma». El motivo hoy por hoy me da igual, ya se ha debatido mil, paso. Bastante tengo con asumir que por tercer día hay que regresar a ese maldito lugar en la otra punta de Madrid. De buenísima gana habría optado por Iron Maiden en el Wanda Metropolitano pero ya no podia ser, hay que acabar lo que uno empieza, aunque sea con el coñazo de Jack Johnson. Literalmente durante un rato un amigo se dedica a enseñarme fotos aleatorias del pavo en google y a descojonarse. Me parece bien, porque tiene pinta de surfero trasnochado insoportable, de esos que dan lecciones facilonas. Tiene pinta de idiota, pero no enfadarse, el conci tuvo su punto como si estuviéramos a la orilla del Océano Pacífico. A mi personalmente me hubiera gustado estar a la orilla del Manzanares en La Caja Mágica, algo impensable meses antes, pero joder, Valdebebas WTF.



Antes vimos a Kaleo, que no estuvieron tan bien como me hubiera gustado y, tras una fugaz incursión a la zona de prensa para coger agua y buscar algún conocido, vamos a ver qué se cuenta Josh Homme. Inocentes nosotros, como si tal cosa. Queens of the Stone Age, ojo, uno de los conciertos del festival. Y Josh exigiendo a seguridad que dejara pasar delante a la zona vip a la gente ‘normal’. Esto ha quedado muy guay en la tele, pero ha habido quejas de trabajadores de seguridad que aseguran haber sido agredidos y que denuncian situaciones de verdadera tensión tras el llamamiento del cantante. 

Hasta donde me contaron a mi, que en ese momento estaba fuera de la zona vip, sí que hubo gente a la que se zarandeó y se le quitó la pulsera del festival por su actitud hostil. Si te quitan la pulsera el jueves no vuelves a entrar, supongo. Siendo el último día, la cosa cambia. Agresiones yo como no vi no puedo contar, aunque las zonas vip fueron fuente de trifulca constante durante todos los tres días del festival, básicamente porque estaban vacías y la gente quería entrar para darlo todo. Lo normal, porque las zonas VIP son una putísima mierda.



Con Depeche Mode, de hecho, la zona se abrió -nosotros ya estábamos dentro porque yo como prensa podía y pedí por segunda y última vez que me acompañara mi pareja si podía ser, algo que fue aceptado tras consulta con el pinganillo y espera de por lo menos tres minutos-. La vip de los cojones se abrió, Depeche Mode clavaron su enésimo carrusel mortal como si no costara y tiramos corriendo literalmente para cruzar al otro lado del maldito recinto hacia Nine Inch Nails -esta vez la zona vip de los huevos abierta para los más veloces, allí entramos nosotros y amigos al loro-. Cansados ya porque uno va hacia los cuarenta y siempre trata de darlo todo, pero con las orejitas en punta ante el advenimiento de Trent Torreznor. Y me cago en la leche, Merche, bárbaro el tipo con una tralla loquísima, secundado por Atticus Ross y Robin Finck. Otro de los tres conciertos básicos del Mad Cool.

Me quedo con las ganas de Dua Lipa y de reencontrarme con mis queridos Jet pero hay que empezar despacio a deshacer el mundo de nuevo pasando por casa de las abuelas. Al menos por la de una de ellas. Y de la misma manera que entramos fácil el sábado y nos encontramos con quienes quisimos, nos vamos caminando tranquilamente comentando la jugada de tres días locos que fueron de fatal a razonablemente bien. El Mad Cool no es Coachella, más quisieran las hordas de pintamonas que sin saberlo dinamitan la credibilidad de un festival que sustentan, como siempre, los verdaderos fans de los grupos. Porque yo soy bastante de pasar de la confrontación, pero permitidme un instante.

Menuda panda de gipollas por aquí y por allá. Peña que te puede decir con suerte el nombre de dos grupos que toquen ese día. Gente que te pide pases de prensa para Instagram, con dos cojones. Personal que quiere ir por la cara y se piensa que yo puedo hacerlo con un aplauso fugaz. Pues no, vosotros no. Desconozco la política del Mad Cool, aunque la intuyo y me apesta. Me consta que a otros festivales de gente real llegan peticiones de prensa para «hacer un par de fotos para Instagram». 

¿Y sabéis? Me encantaría veros de cerca para saber quien es ese tipo de gente que desprecia de tal manera el trabajo que me da de comer y, sobre todo, el que da de comer a los que se suben al escenario. Los músicos no son postureo, no son dos putas fotos con los likes de mierda que sean. Los músicos son reales. Y yo, con mis aciertos y mis faltas, soy tan real como ellos y tardo varias horas en escribir las cosas que me pasan por la cabeza. Si tu trabajo es hacer un selfie de mierda, nunca nos vamos a encontrar. Si has llegado a leer hasta aquí, tengo un nuevo héroe o heroína.

Sin ser anti Carmena como las huestes de El Confidencial y El Mundo, sin ser tediosamente amarillista, yo lucho por ser real para cualquiera que me lea. Y el Mad Cool empezó como una putísima mierda pero paulatinamente fue mejorando. Si no fue así para quien milagrosamente haya llegado hasta aquí, verdaderamente estoy encantado de saberlo para aprender más y saber más. 

Y ya acabo, solo diciendo que me dan asco las noticias sobre el Mad Cool que ponen a Carmena en el titular y más asco aún quienes las escriben con regocijo. Me siento libre para decir esto aquí. Carmena no estaba en la puerta contando los asistentes. Al mismo tiempo, estoy de acuerdo en que hay que exigir más a un festival subvencionado por el ayuntamiento de Madrid -como tantísimas otras cosas- para que no nos coma la mierda en forma de muerte el año que viene.

Y hoy he estado comentando el lamentable deceso del año pasado de Pedro Aunión. Un detalle que incide brutalmente en la imagen del Mad Cool, evidentemente. Hemos debatido si Green Day lo sabía o no, otra vez, cuando salieron a tocar después del accidente. Yo tengo mi teoría y no culpo a la banda. Igual que la organización se ha pasado este año publicando imágenes de buen rollo y tontería en lugar de afrontar las carencias cara a cara. 

Soy de Carabanchel y Paloma de Vallecas, detestamos el postureo. No me jodas, que me mosqueo y eso ocurre una o dos veces al lustro. A mi me invitan a mogollón de mierdas y rechazo el 99 por ciento. Yo, personalmente, me quedo con el esfuerzo que todos hemos hecho para disfrutar y voy a obviar, desde luego, a los pintamonas que ya sabemos a lo que van. Y me quedo por este orden con Pearl Jam, Depeche Mode y Nine Inch Nails.

Vosotros sois la hostia de reales y vais a muerte. Con eso me quedo. Porque además, como me dijo el presidente de Live Nation España, Roberto Grima, en una reflexión inocentemente reveladora: «En el Download no ponemos noria, ¿para qué?»


Comparte
Tagged

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *