Lugar: 40 Café. Madrid
En el photocall hay codazos por inmortalizar a todas las luminarias patrias de los 40, pero quien paraliza a todos los ‘cab drivers’ de la Gran Vía es Lenny Kravitz, neoyorquino camino de la cincuentena que después de atender a la prensa de rigor con la mejor de sus sonrisas baja las escaleras del 40 Café rodeado de machacas que le abren paso mientras él, tan divo como cabría esperar, ni se molesta en quitarse las gafas de aviador y la chupa de cuero. Saluda ligeramente alzando el mentón obviando los gritos de las féminas y se cuela en el camerino a esperar su momento.
Minutos después el longevo locutor Tony Aguilar anuncia la aparición sobre las tablas… bueno, no tan tablas, de hecho, ni escalón hay, lo cual hace verdaderamente complicado poder ver algo de lo que sucede en el escenario, más aún si el vocalista de turno se empeña en pasarse prácticamente toda su actuación sentado sobre un taburete. Pero esa es otra historia que contar una vez quede claro que la intención de Lenny hoy es «improvisar y ver qué pasa». «No vamos a hacer nada histórico esta noche», remata, para después lanzar el clásico «¿todo bien por ahí?».
Acompañado de su sempiterno guitarrista Craig Ross arranca la noche con un evidente tono funky y un ‘I Belong to You’ de ocho minutos. Lenny canta y toca sentado a pesar de que lo que la concurrencia recibe bien mereciera un poco más de bailoteo, pues es funky setentero del bueno. Black Power bien asimilado. Álvaro Benito, cantante y guitarrista de Pignoise, invitado a esta fiesta de inauguración del 40 Café como tantos otros habituales de la radiofórmula, se la canta desde el principio hasta el final mientras se menea embutido en una llamativa camiseta de Elvis Presley.
Cuesta adivinar el siguiente tema debido a ciertos toques country y acordes del rock más tremendamente clásico, pero no es otro que un ‘Are You Gonna Go My Way’ renovado de arriba a abajo, sin punteo y, por supuesto, de otros ocho minutos. Eh, esto es una jam session, os lo han dicho bien clarito. En inglés, vale, bien, pero clarito. En la parte derecha del escenario Rossy de Palma, Goya Toledo y Federico Celada (Curtis en ‘Los Hombres de Paco’) se dejan llevar por el ritmo. En la otra punta del local Hugo Silva silva, valga la redundancia, desde la zona aún más vip como muestra de aprobación. No tardaría el actor en acercarse a las primeras filas para hacer fotos con su iPhone. Se veía venir.
Lenny se pone en plan Isaac Hayes con la canción que da título a su último disco, ‘Black and White America’, y los camareros se toman un breve descanso para bajar sus bandejas y mover sus caderas con clara sensación de alivio. El divo da palmitas y mueve la cabeza como una versión rejuvenecida de Stevie Wonder (y lo parece más aún porque sigue sin levantarse y sin quitarse las gafas de sol) poseído por el groove. Por supuesto, este tema también ronda los ocho minutos, y se extiende hasta que repentinamente levanta el brazo para indicar al resto de la banda que es hora de finalizar sí o sí.
‘Fly Away’ enerva al personal, que canta y aplaude. Tanto que Lenny al fin se levanta, veinte minutos después, y se deja tocar, un poquito al menos. Tampoco mucho. Se arroja sobre la primera fila, de manera que aún menos se le ve, por culpa de ese escenario colocado a la misma altura, a ras de suelo, sin ni siquiera un par de palmos que faciliten la visión. Y atención, porque es también ahora cuando suena el primer punteo de guitarra de la noche, a pesar de que la canción está tomando una deriva de nuevo funkdamentalista. Otra versión remozada de ‘Again’ y después ‘Mr Cab Driver’ tal y como la conocemos, el momento más rockero de la velada.
Estaba previsto que Lenny y su banda tocaran apenas cincuenta minutos pero parece que se van a estirar un poquito más, de manera que atacan con ‘Always on the Run’ y la siempre agradecida ‘Let Love Rule’. Consciente de que ha sido corto (nueve temas en total) y de que ha sabido a poco a los seguidores entregados de las primeras filas, la estrellona se acerca a firmar autógrafos y fotografiarse con todos y cada uno de ellos. Al final ha sido algo más de una hora en la que quedado claro que tal vez no sea el amigo americano un compositor con grandes cosas que decir a estas alturas, pero sí un intérprete con un feeling y unas dotes de directo fuera de toda duda, así como poseedor de un cancionero cuanto menos brillante.
Más entregado al funky que al rock esta noche, se marcha prometiendo que regresará a España en primavera para ofrecer su «verdadero show», ya veremos en qué ciudades. Mientras los actores de la serie ‘El Barco’ siguen bailando y haciéndose fotos entre ellos, Lenny, que en realidad no se había ido, reaparece para seguir fotografiándose y firmando más y más autógrafos hasta que alguien, no sabemos quien, decide que ya ha sido suficiente. Ya que te has levantado quédate un poquito más. Y quítate las gafas de sol. Pero no, esto ha sido todo hasta que aparece en escena Carlos Jean para completar la noche con una de sus siempre bailonas sesiones. El 40 Café queda formalmente inaugurado, que sea lo que dios quiera.
Otras crónicas (con fotos decentes):
Europa Press
40 Café con Lenny Kravitz y Carlos Jean? Hemos vuelto al 2000?
Crónica preciosista… mola!
Yo estuve allí, ¡qué bien lo pasamos!
No estuve alli, estuve en la puerta, pero gran crónica, sí señor
Mejorando como el buen vino…
Recuerdas aquel concierto de Lenny al que fuimos hace mil años, quien nos los iba a decir