Con el cielo de Madrid virando del azul al dorado, Kalorama Madrid 2025 arrancó su segunda edición este 20 de junio con una oleada de abanicos al convivir con un temporal que hace honor a su nombre. Coincidiendo con el solsticio de verano, el festival se entregó sin reservas a la misión de inaugurar la estación con un cartel sin solapes, con mimo por el detalle y con un intento por el equilibrio entre propuesta local y nombres internacionales con pedigrí. Un arranque que no fue una simple sucesión de conciertos, sino un viaje musical único, al poder disfrutar de artistas que no se repiten sin cesar en el resto de los carteles de los festivales nacionales. En esta ocasión, sin prisa y casi sin postureo.
Puntuales y con las pulsaciones a tope desde el primer acorde, Bloodstein pusieron a prueba el sistema de sonido. Riffs crudos, actitud sin concesiones y un magnetismo que funcionó como carta de presentación ante aquellos para los que son aún desconocidos.
Irene Garry
El ambiente se tornó íntimo con Irene Garry, que, como es habitual, convirtió el escenario en su propio diario musical. Su indie-pop nostálgico —de ese que huele a apuntes subrayados y a diario escondido bajo la almohada— conectó con el público más joven, aparentemente fan acérrimos, que estaban dispuestos a aguantar bajo el sol de las seis de la tarde con tal de tararear su canciones: ‘dime que me calle’. ‘AW’, ‘un día de estos’… Pero ‘la de los amigos’ siempre tendrá algo especial. Siempre que la escucho una sucesión de imágenes de mis amigos de toda la vida aparecen en mi cabeza, como si de la intro de ‘Cómo conocí a vuestra madre’ se tratase.
La Plata
Después de ‘puto normando’, La Plata apareció en el otro escenario. Lidiando con el público apelotonado en los rincones con sombra y algún que otro problema técnico, la banda no perdió la compostura y, a chorros, lo dieron todo con sus ritmos marciales. Incluso logrando llamar la atención -me incluyo-, de quienes los estábamos escuchando por casualidad a la espera de Jorja Smith.
BADBADNOTGOOD
La primera gran ovación de la tarde fue para BADBADNOTGOOD, que ofrecieron una clase magistral de fusión jazzística con groove electrónico y alma soul. Empezando con ‘Conquistadors’ y ‘Eyes on me’, el buenrollismo se palpaba en el ambiente y así comenzaron los pasos de baile en el KALORAMA. En su mundo no hay versos ni estribillos, pero sí una narrativa sonora que te agarra y no te suelta. Un festín para oídos atentos.
Jorja Smith
A continuación, llegó el momento más esperado del día, lo que también se notó al percibirse un notable aumento de personas entre el público. Con el atardecer como telón de fondo, Jorja Smith emergió como un hechizo. Junto a su increíble banda – teclados y percusión – y unos coristas a los que yo misma iría a ver en concierto en alguna ocasión, la cantante presentó su ‘Falling or Flying’, sin dejarse sus canciones más reconocidas. El fenómeno fan me poseyó nada más escuchar los primeros tambores de ‘Try Me’. Los pelos de punta y alguna lágrima quizás, pero me era sin cuidado que la mismísima Jorja Smith me viese llorar al estar cautivada por su presencia.
En esta ocasión, estar en primera fila mereció la pena, incluso consiguiendo que se nos olvidase la existencia de los teléfonos móviles durante una hora -lo que en estos tiempos, por desgracia, es un logro-. Sin necesidad de artificios y sonando aún mejor que en sus discos, Jorja Smith flotó sobre arreglos cuidados como un susurro que se te clava. Cada pausa, cada mirada, cada nota, construyeron una atmósfera hipnotizante que solo te animaba a sentir y disfrutar de cada tema. Haciendo un recorrido también por sus primeros éxitos: ‘Blue Lights’, ‘The One’ y ‘Teenage Fantasy’ a capela.
Pero terminando con sus canciones más bailables, al ritmo más afro y electrónico, ‘Come Over’, ‘Be Honest’ o ‘Oh My Mind’. Incluso se la jugó cantando su última canción ‘The Way I Love You’, pero entre el público ya se cantaba. La británica consiguió un ambiente envidiable para muchos. Sus fans bailábamos entre y con desconocidos, todas contagiadas por la sonrisa perenne de la propia artista y una cercanía intachable. Solo pudimos despedirnos de este momento pensando en cuándo Jorja Smith se dignará a mostrar su música e increíble voz en una sala de la capital, alejada de las altas temperaturas y del ruido de fondo de un recinto.
Father John Misty
Pido perdón de antemano por no saber apreciar en su totalidad a Father John Misty. Con un repertorio perfectamente dosificado, osciló entre la melancolía y la teatralidad con esa mezcla de crooner del siglo XXI y narrador desencantado. Como en una misa, con sermones disfrazados de canciones como ‘Being You’, ‘Nancy’ o ‘Screamland’. Temas que algunas colegas, a las que no voy a mencionar, definieron como “un bajón”. Quizás como consecuencia de acabar de bajar a tierra después de un subidón previo.
The Flaming Lips
Pero entonces llegó el delirio y el festival volvió a venirse arriba con The Flaming Lips, que llevaron su Yoshimi Battles the Pink Robots al centro de Madrid y convirtieron el escenario en un parque de atracciones existencial. Confeti, marionetas, globos gigantes y un Wayne Coyne que parecía un chamán psicodélico. Fue espectáculo, sí, pero también un viaje entre luces de neón. Después, L’Impératrice devolvió el foco al baile. Con su habitual elegancia retro-futurista, los franceses firmaron uno de los sets más bailables de la jornada. Disco fino, funk lustroso y electropop con aroma a película de culto, con el único objetivo aparte de pasarlo bien.
Alizzz
Alizzz se encargó de cerrar la noche, interpretando su set habitual y, quizás, algo repetitivo. Pero el artista catalán es como unos frutos secos al final de una dura jornada nocturna: sencillos, predecibles, pero agradables al paladar. Sabes cómo va a ser y no estás a expensas de ninguna sorpresa, pero siempre entra bien y te vas contenta a casa. Con hits propios, capas electrónicas y pulso de club, fue un buen cierre para una noche de verano repleta de música. Acabando así una primera jornada del Kalorama 2025, en la que brilló la puntualidad y la comodidad en el recinto, aunque quizás por verse el recinto algo desangelado.