El primer disco de The Doors llegó el 4 de enero de 1967. Comienza con ‘Break on through (to the other side)’ y termina con ‘The End’. Entre medias, otros clásicos como ‘Soul kitchen’, ‘Alabama song (Whisky bar)’, ‘Light my fire’ y ‘Back door man’.
En total, tres cuartos de hora para uno de los debuts más devotamente recibidos y uno de los trabajos más exuberantemente enaltecidos de la historia del rock. Una obra fundacional con la que la banda californiana pegaba toda una patada en la puerta y se hacía con su propio hueco en la cultura popular.
Para encontrar la simiente de este primer álbum homónimo de la banda de Los Ángeles hay que retroceder aún otros dos años en el tiempo, hasta el verano de 1965. Cuando Ray Manzarek (futuro teclista) encontró a su conocido Jim Morrison (futuro vocalista e icono) en la playa californiana de Venice, después de que ambos hubieran pasado un tiempo estudiando en la UCLA School of Theater, Film and Television.
La conversación terminó con Jim recitando a Ray la letra de ‘Moonlight drive’, un poema que acaba de escribir. «Nademos hasta la luna, subamos a través de la marea, penetremos la noche en la que la ciudad duerme para ocultarse».
Convenientemente engatusado por el primario magnetismo de Morrison, Manzarek decidió allí mismo, emocionalmente atrapado en la playa cual sirena varada, que tenían que formar una banda. Y se pusieron a ello. Con tanta diligencia que en septiembre ya estaban grabando una primera maqueta junto a algunos músicos amigos entre los que estaba el baterista John Densmore.
Ese mismo mes, a pesar de llevar solo seis meses aprendiendo a tocar, la alineación final se completaba con la llegada del aprendiz de guitarrista Robbie Krieger. Con la engorrosa misión de encontrar su lugar entre las influencias blues-rock de Ray, la pasión por el jazz de John y la sugestiva poesía de Jim.
The Doors tomaron su nombre del título del libro de Aldous Huxley ‘The Doors of Perception’, derivado de una línea en ‘El matrimonio del cielo y el infierno’ de William Blake. «Si las puertas de la percepción fueran depuradas, todo parecería al hombre tal como es: infinito». Esa fue la inspiración.
Y acto seguido, el cuarteto logró un primer contrato con Columbia Records. Que se rompió cuando la compañía no pudo encontrar a un productor para su debut. Eso llevó al grupo a seguir perfeccionando sus canciones con conciertos en locales de West Hollywood tan legendarios como Whisky a Go Go y London Fog.
Continuaron componiendo, tocando y creciendo hasta que en agosto de 1966 fueron fichados por Elektra. Fue gracias a la insistencia de Arthur Lee, líder de la banda Love, quien también formaba parte de ese sello y consiguió que dos de sus ‘jefazos’ acudieran a ver a The Doors en una de aquellas veladas de garitos.
Con los ejecutivos eficazmente hipnotizados, en el mismo Whisky A Go Go firmaron por Elektra pocos días antes de ser vetados en el local para siempre. Un giro de los acontecimientos después de que Jim gritara el ahora famoso verso de ‘The end’: «Father? Yes son? I want to kill you; Mother? Yes son? I want to fuck you».
La controversia persiguió desde entonces al grupo en general y a su vocalista en particular. Aunque en ese momento les dio igual. No en vano, tenían claro cual sería su siguiente paso: grabar el portentoso material que habían estado tanto tiempo moldeando.
GRABACIÓN EN HOLLYWOOD
Jim Morrison, Ray Manzarek, John Densmore y Robbie Krieger registraron las once canciones de su debut en los Sunset Sound Studios de Hollywood. Apenas necesitaron seis días de finales de agosto de 1966. Tan rodados llegaron a su momento de la verdad después de dos años de permanente desarrollo, que casi todo se grabó en una primera toma en vivo en el estudio.
El disco cuenta con producción de Paul A. Rothchild y Bruce Botnick como ingeniero de sonido (ambos se convertirían en habituales del grupo). Para la ocasión, usaron una grabadora de cinta de cuatro pistas: batería y bajo en una, guitarra y teclados en otra, voz en la tercera y sobregrabados en la última.
Por cierto, aunque en directo no llevaban bajista gracias a la pericia de Ray con sus teclados, para este álbum contaron con el músico de sesión Larry Knechtel. No fue el único: otros se sucederían en siguientes creaciones, siempre solo en estudio.
Las canciones de este The Doors homónimo crecieron hasta casi ser clásicos antes de su publicación. ¿Por qué? Porque eso ocurre con los discos de debut especialmente certeros. Por la búsqueda de la perfección derivada de las ansias por hacerse escuchar, así como por la cantidad de desesperado trabajo sin apenas remuneración hasta que llega la codiciada oportunidad.
Por eso ahora, con la perspectiva que da el tiempo, son consideradas la quintaesencia del grupo. Y también la vara para medir y comparar todo lo que vendría después. Uno de los debuts más inspirados que se recuerdan. Con todos los ingredientes ya ahí presentes y perfectamente mezclados.
‘Break on through (to the other side)’ fue el primer disparo el 1 de enero de 1967. Y resultó desconcertante, porque solo alcanzó el puesto 126 en la lista Billboard de Estados Unidos. Con el tiempo, terminaría convirtiéndose en una de las piezas más reconocibles y repetidas del grupo en las emisoras de radio. Pero no fue así de primeras.
Mayor suerte comercial tuvo el segundo single, ‘Light my fire‘. Una composición contagiosa que abrió camino en Europa con un puesto 49 en el Reino Unido y ayudó a apuntalar al éxito del álbum en Estados Unidos. Mucho tuvo que ver ahí la melodía de teclados de Ray Manzarek, motor siempre detrás del carisma irresistible de Jim.
Junto a los dos llamativos singles, en The Doors encontramos piezas de épica sonora y grandilocuencia lírica como la mencionada ‘The End’. También versiones tan certeras como ‘Alabama song (Whisky bar)’, originalmente de Bertolt Bretch y Kurt Weill en 1927, y ‘Back door man’, un viejo blues de Chicago obra de Willie Dixon y popularizado por Howlin’ Wolf.
Otros temas como ‘The crystal ship’, ‘Twentieth century fox’, ‘I looked at you’, ‘End of the night’ y ‘Take it as it comes’ terminan de dar forma a un álbum que no encontró su hueco con facilidad. Pero cuando dio con su propio espacio ya nunca regalaría ni un centímetro. Tal es su fuerza.
20 MILLONES DE COPIAS VENDIDAS
Esa prisa sin pausa de la que el grupo había hecho gala hasta que consiguió su oportunidad firmando con Elektra pareció contagiar a este primer disco, pues ahora acumula más de 20 millones de copias vendidas. Más de cincuenta años después. Y sigue vendiendo.
Y eso que ‘solo’ consiguió llegar al segundo puesto de la lista de álbumes Billboard en septiembre de 1967. Se quedó sin el número 1 por culpa del ‘Sgt Peppers’s Lonely Hearts Club Band’ de los Beatles. Una honrosa derrota comercial que se produjo siete meses después de su lanzamiento.
Coincidiendo con el momento álgido de su debut en las listas, la banda publicaba el 25 de septiembre de 1967 su segundo trabajo, ‘Strange days’. Con nuevos temas compuestos para la ocasión, pero también otros que habían sido descartados del primero.
Algunos descartes, ojo, tan esenciales en su propia existencia como esa ‘Moonlight drive’. Recordemos que fueron sus versos los que ejercieron como inspiradora y fogosa chispa en el emblemático encuentro entre Jim Morrison y Ray Manzarek en la playa de Venice.
Perfectamente erguidos sobre estas dos primeras obras, The Doors vivirían años de agitado éxito. Pocos. Apenas un lustro. Hasta la muerte del vocalista el 3 de julio de 1971 en París en extrañas circunstancias derivadas del consumo de drogas. O por lo que fuera, pues no faltan las teorías conspirativas, por supuesto.
Su pronta marcha a los 27 años no hizo otra cosa que agigantar y afianzar su egregia efigie hasta convertirle en mito de nuestro tiempo, con las puertas de la percepción depuradas y completamente abiertas para que el propio Jim se apareciera al resto de mortales tal como es: infinito.