Que el periodismo político no se cuele sin motivo en el cultural

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Me pasa mucho en mi trabajo diario en Europa Press que me obsesiono con buscar titulares en las entrevistas que no vayan estrictamente sobre música. Mejor si van sobre la vida en general, sobre el mundo en el que nos ha tocado vivir o sobre política. 


Básicamente porque un buen titular político sobre un artista cualquiera suele tener una repercusión bien tocha. Eso, indirecta e involuntariamente, nos lleva a que al final terminemos hablando de la misma mierda en los espacios a priori reservados a la cultura. Reservados al escapismo de todo lo demás. Somos periodistas de batalla y tendemos a pensar que para que alguien se interese por un artista es conveniente hablar de algo que no sea su obra: o sea, el mundo al revés.


Puede que no estéis al tanto (que lo estáis), pero en las redacciones hay una locura colectiva por el tema de las visitas. En muchas incluso tienen pantallas colgadas por las paredes con Google Analytics (en el móvil lo llevo yo) para que todo el personal pueda ver en tiempo real lo que se lee y lo que no se lee.


Esa es poco menos que una guillotina perpetua ahí bien presente, para que no se le olvide a nadie que lo único importante es que los números suban y suban y no dejen de subir. Es, de alguna manera, como si las visitas fueran los latidos de alguien hospitalizado: si decae la frecuencia, hay que meterle un buen chute porque lo siguiente es la muerte. La raya y el punto, el piiii final.


Eso nos lleva a los periodistas a estar mediatizados, a perder la perspectiva, al dichoso pan para hoy hambre para mañana con la consiguiente falta de credibilidad a largo plazo. Nos lleva al clickbait de los cojones que, por otro lado, funciona que te cagas porque los lectores tampoco es que sean tan listos después de todo. Comprobado está y, de nuevo, a ojos de todos en esas grandes pantallas de Damocles, de modo que disculpadnos si a veces la tentación es demasiado fuerte. Somos humanos imperfectos.


Me pasó con Estopa este pasado otoño cuando tocó preguntarles por Cataluña. Era cuando veíamos en televisión el supuesto apocalipsis con Barcelona en llamas y todo eso. Y los hermanos Muñoz, que son bien listos, respondieron de la única manera posible: «Tenemos nuestra opinión y entendemos que lo tengas que preguntar, pero en los periódicos hay tan poco espacio para la cultura que no nos parece bien contribuir a que sea aún más pequeño».


Una pequeña gran lección de periodismo en treinta palabras. Si estamos hablando de música, de un nuevo disco de Estopa, ¿por qué derivamos en la opinión de ellos sobre política nacional? Por supuesto que pueden opinar si quieren, como cualquiera, pero igual la cojera está del lado de quien pregunta buscando un gran titular que haga estragos e ‘incendie las redes’ (que menuda soberana gilipollez).


En mi fuero interno siempre está esa lucha desde hace años. Pero hay señores siniestros y estrambóticos en las redacciones que piensan que van a salvar España si sus redactores sacan titulares políticos a su gusto. Esa es la batalla que vivimos a diario, la de pasar de esa gente para quien la cultura no es nada y por eso la política debe también ocupar su reducido espacio. Qué puto coñazo y cuanto mal.


He tenido más casos, por supuesto. Con Loquillo también este pasado otoño. Otro barcelonés, claro. Si eres músico y de Barcelona ya tienes que llevar la respuesta preparada porque en la prensa madrileña no somos muy originales. Eso sí, hay que tener la cautela de dejar ‘la pregunta’ para el final: Y su respuesta fue básicamente igual que la de Estopa (que luego va Loquillo a La Sexta Noche y habla de política, pues vale, pero ahí ya se sabe a lo que se va).


Evaristo también me dijo algo así como «lo que os gusta imaginar titulares eh». Luego una gran sonrisa, un abrazo y todo de puta madre, pero te quedas un poco a los pies de los caballos momentaneamente. Aunque, oye, también esto es verdad: ¿quién puede no querer un gran titular punkarra de Evaristo Páramos cagándose en todo? El Drogas sí que lo dio y la repercusión está ahí: a través de esa sentencia el lector entra y si quiere se entera de que hay canciones detrás de todo. Y claro, es que estos dos últimos son respondones por naturaleza y en su caso no queda mal.


Pero demos a la música y a la cultura la importancia que tienen. Si la obra creada -libro, peli, disco- por alguien te lleva hacia el lado político, tiene sentido hablar de eso y profundizarlo. Si es algo más festivo, hedonista o romántico o lo que sea, no lo tiene. Al final, es tan sencillo como que debemos cuidar y respetar la creación cultural en sus justos términos. Yo me comprometo por escrito a ello.

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