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«Las salas de conciertos siguen en peligro»

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«Las salas de conciertos siguen en peligro». Esa es la advertencia del director gerente de La Noche en Vivo, Javier Olmedo. Una voz conocedora y autorizada, al frente de la asociación que aglutina a sesenta salas de espectáculos de la Comunidad de Madrid. De las cuales aún siguen cerradas alrededor del cuarenta por ciento.

Porque, aunque se estén suavizando las restricciones y la gente pueda ya estar de pie en las salas, queda un largo trecho hasta que deje de palpitar esa maldita preocupación en el pecho. «La gente puede ya estar de pie, pero organizada en torno a mesas altas y mantener cierta distancia interpersonal. Con mascarilla, claro. No podemos volver a estar como antes por ahora, todos tan juntitos. Aunque yo creo que falta poco y este es un avance grandísimo», explica Olmedo.

«Tardaremos en recuperarnos», asegura Toño Villar, de El Sol y Siroco. Y comparte la visión de La Noche en Vivo: «Es un momento peligroso para las salas de conciertos. Estoy seguro de que hay salas que pueden cerrar en los próximos meses, a pesar de la apertura de las restricciones, porque se hayan cargado de deudas complicadas».

«Ahora hay que ver cómo responde el público», prosigue. Apuntalando: «La primera impresión ha sido muy buena cuando se han ampliado los horarios de la noche. Hay que comprobar si esa respuesta es un boom inicial de libertad o si se mantiene en el tiempo para la sostenibilidad de los garitos. Estamos a la expectativa con pies de plomo. Y con energía».

Por eso es importante que «la gente se habitúe otra vez a los interiores», remarca Olmedo. Porque, además, es ahora, cuando se acaba el verano, cuando llega la temporada alta para los espacios cerrados. En la transición de los espacios al aire libre a los cerrados está la suerte o la desgracia para las salas. Y en esa moneda al aire es esencial recuperar los aforos completos.

UN EJEMPLO CON CIFRAS

Un ejemplo con cifras. Siroco ha estado haciendo conciertos estos meses atrás para 38 personas, aunque su capacidad habitual (en la planta baja) es de 130. A día de hoy está ya metiendo 70 personas, es decir, que es ahora, en octubre de 2021, cuando realmente está al cincuenta por ciento de su capacidad. Otro ejemplo con cifras: en El Sol el aforo es de 300 personas y cuando reabrió solo podían entrar 87. En estos días está en 150.

El Sol estuvo trece meses cerrado, desde marzo de 2020 hasta abril de 2021. «Es muy jodido», resume Toño Villar echando la vista atrás a estos recientes meses tan difíciles. «El Sol y Siroco, dos garitos con tantísima solera. Con músculo para aguantar gracias a que hemos negociado bien los alquileres y hemos recibido algunas subvenciones. Ha sido un golpe muy fuerte, y ahí está el ejemplo del Marula, que después de 18 años tuvo que cerrar», apunta. Y recuerda: «Hemos luchado mucho. Hemos vendido alitas de pollo en Siroco. No sé si me explico. Los tres encargados hemos hecho de todo. Ahora también sentimos la satisfacción de haberlo luchado y sacado adelante, viendo cómo parece que todo mejora».

«Los propietarios de las salas de conciertos siempre están inventando y dándole vueltas a las cosas«, apostilla Olmedo, defendiendo esa labor titánica y tan poco reconocida como epicentros dinamizadores sociales y culturales. Vitales. «Para mantener su actividad, han tenido que recortar plantillas, imaginar salidas. Y comprar las mesas y las sillas, que eso también», destaca.

300 CONCIERTOS AL MES

Las sesenta salas de La Noche en Vivo estaba programando 1.200 conciertos al mes antes de la pandemia. En el momento actual, están en unos 300. Un dato importante, porque hace un mes eran 200, de manera que el aumento es considerable y esperanzador.

Y explica Olmedo: «Es muy importante este último trimestre porque muchas salas están en el límite ahora mismo. Como no arranquen bien y no vayan bien, otras tantas pueden caer. Es importante que estos meses, que en teoría es la temporada buena para nosotros, vaya bien para poder mantenerse. Si no, ya me han dicho que no van a poder seguir para primavera».

En el camino se han quedado salas que han tenido que cerrar por no poder aguantar. Un diez por ciento. «Para lo que esperábamos, no se han perdido muchas. Estamos hablando de media docena de salas de un total de sesenta. Ojalá no hubiera habido ninguna, pero me esperaba una sangría mucho mayor. Una tragedia, porque las salas que se pierden no se abren en otro lado. Se va perdiendo el tejido cultural y pierde la ciudad».

«El peligro sigue», insiste Olmedo. «Estamos al límite«, remata. «Las salas están con muchas ganas de retomar. Ya se avanza en el baile en interiores, que es muy importante para el mantenimiento de las salas. Porque la parte del directo está siempre muy ajustada económicamente», explica.

El mismo sentimiento tienen en El Sol y Siroco. «Muy contentos, con un punto de nerviosismo porque es un poco locura todo. Los promotores te llaman preguntando si ya se puede llenar la sala con todos de pie y cosas así. Aún no, pero parece inminente. En las dos salas tenemos programación cerrada casi hasta el verano del año que viene«, señala. Y se le escapa una risita.

Si las salas siguen en peligro, salvemos a las salas. Salgamos a esas calles en las que nunca imaginamos que nos prohibirían pasear cuando nos diera la maldita gana. Tampoco imaginábamos nuestros locales favoritos repletos de sillas. Conciertos y festivales sin putivuelta, ¡pero qué locura! Por todo lo que hemos vivido desde que atravesamos su umbral, en sus baños, en sus barras. Volvamos a las salas. Es por nosotros, no por ellas. Es por todos.

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