La Frontera y La Guardia (2013) Fiestas de Aluche. Madrid

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La justa reivindicación de los olvidados

Lugar: Parque Aluche. Madrid
Fecha: 1 junio 2013
Asistencia: 5.000 personas
Artistas Invitados:
Precio: Gratis

No sé por qué la gente se empeña en fantasear con la posibilidad de viajar en el tiempo. Personalmente, no tengo ningún interés en que mi maltratado cuerpo se traslade físicamente a épocas pretéritas, mientras esos periplos se puedan hacer a través de la música, con canciones que una vez significaron una cosa, que ahora pensabas que a lo mejor ya no te decían nada o te resultaban indiferentes, pero resulta que no, ay no.

Es entonces, al escuchar esas composiciones, cuando tu mente, tu corazón y, de alguna inexplicable manera todo tu cuerpo, peregrinan varios lustros hacia atrás y te encuentras a ti mismo, al mismo, no tan diferente. Y te ves desde fuera, disfrutándolas, grabándolas de la radio, escuchándolas en casette en aquellos walkman de insoportable tonelaje. Te descubres comprando vinilos como el ‘Palabras de fuego’ (1990) de La Frontera o recibiendo por tu cumpleaños el ‘Al otro lado’ de La Guardia (1991).

Dos discos que, admitámoslo porque es obvio, ya llegaban después de que ambas bandas hubieran alcanzado la cima de su popularidad y que solo ayudaron a mantener la llama encendida unos cuantos meses más, hasta que los tiempos cambiaran, los gustos cambiaran, nuestras vidas cambiaran sin que nos diéramos cuenta, y la música honesta y de local de ensayo fuera expulsada de las radiofórmulas y dejara de interesar masivamente. Parece de locos, pero eso fue exactamente lo que sucedió y a todos nos dio igual, o nadie se dio cuenta, o sencillamente fue inevitable.

Y bueno, pues pasa el tiempo, aparcas esas canciones con las que creciste y las dejas en barbecho, en la reserva para cuando las necesites. Y llegan las fiestas de 2013 de Aluche, de tu barrio, y La Guardia y La Frontera se plantan prácticamente en tu portal, como aquel que dice, dispuestas a hacerte recordar, dispuestas a que las canciones que dejaste apartaditas en su momento afloren de nuevo a través de tus pelos erizados y, en algunos momentos, tu emotiva piel de gallina, como siempre incontenible.

Abre la velada Manuel España al frente de La Guardia como si no hubiera pasado el tiempo, con ese sempiterno aspecto de Serafín Zubiri rockabilly. Sin contemplaciones desgrana clásicos del pop rock en castellano (con evidente toque americano) como ‘La Carretera’ o ‘Mil calles llevan hacia ti’. De cuando el pop era pop y no puta mierda. De cuando en la radio sonaban canciones y no putas mierdas. De cuando lo importante era tener unas estrofas melodiosas, un estribillo pintón y unos arreglos resultones. ¡Es una canción, estúpidos!


Básicamente resulta bonito escuchar estas canciones ahora, más de veinte años después, defendidas con solvencia sobre las tablas por una banda que suena a eso, a banda, que se divierte y que no merece el ostracismo de todos estos muchos años de travesía del desierto lejos del foco público. Suenan, entre otras, ‘El blues de la nacional’, ‘Donde nace el río’ y ‘Cuando brille el sol’, y resulta que su pop guitarrero de tres acordes y campamento de verano está grabado a fuego en los corazones de los treinteañeros españoles, que canturrean sin querer palabras que pensaban olvidadas y que fluyen descontroladas. Y miran alrededor buscando una complicidad que evidentemente está ahí, y ladean la cabeza y sonríen a las chicas desconocidas del grupo de al lado y, oh sorpresa, ellas devuelven la sonrisa. Esa es la magia.

Turno pues para La Frontera de Javier Andreu, que también están en buena forma y que siguen siendo perfectamente capaces de levantar una importante polvareda a su paso gracias a tónadas como ‘Dale gas’, ‘El límite’, ‘Juan Antonio Cortés’, ‘Pobre tahur’, ‘Vengo del sur’ o la trotona y efectiva ‘Judas el miserable’, capaz de captar la atención de las tal vez 5.000 personas (calculadas al bulto y sin ponderar el grado de implicación) reunidas en la confluencia de las calles Valmojado e Illescas, donde sin ninguna duda cualquier noche nos dejaremos la vida de la manera más indigna posible bajando de un taxi o arrojándonos de un caballo en marcha. Quien sabe, según el punto que nos dé.


Y así, rejuvenecidos por el poder de un puñado de canciones que lamentablemente las nuevas generaciones ignoran y desprecian, pero que siguen vivas gracias a la gente, nos encaminamos hacia una noche más larga de lo inicialmente previsto y que provocará funestas consecuencias en los estados de ánimo de un domingo doloroso como siempre, pero más. Con la guardia baja y con la frontera sobrepasada holgadamente. Haciendo juegos de palabras no muy ocurrentes pero con sonrisa perenne, contando historias de abueletes cebolletas mientras alzamos las botellas y nos la jugamos en las calles. No lo podemos evitar.

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