Vienen desde los Países Bajos sin frenos, todo cuesta abajo. Acelerando. Imagina la sensación. Nadie en su sano juicio hace eso. Si acaso vas en punto muerto y sueltas el volante mientras te echas un piti que te quema entre las piernas, ¿no? Lo normal. Pues estos van echando carbón a la caldera, jugando a forzar la máquina, derrapando aposta en las curvas por el mero placer de poder hacerlo, pero nunca descarrilando. Son DeWolff y se han marcado un concierto de rock setenterazo mayúsculo esta noche de jueves en la Sala But de Madrid. Carburando.
Tiene nombre de futbolista holandés emblemático (odio eterno al fútbol moderno), pero Pablo van de Poel es un frontman (también podría ser velocista ciclista) que supura la verdad revelada del auténtico rock. Puede ser en tu cabeza tantas cosas como a ti te den la santa gana, solo faltaba, pero en esencia es un goleador asistido por su hermano Luka en los tambores y Robin Piso en las teclas. Un trío que conforma, como diría aquel, una delantera mítica. DeWolff cuentan los conciertos por victorias y así pasarán a la historia.
Venen desde los Países Bajos sin frenos, todo cuesta abajo. Echando carbón a la caldera, jugando a forzar la máquina, acelerando en las curvas pero nunca descarrilamdo. Son DeWolff y se han marcado un concierto de rock setenterazo mayúsculo esta noche en la Sala But. Carburando. pic.twitter.com/vSwIXzGXMB
— Mercadeo Pop (@mercadeopop) February 13, 2025
Es que son un tren de mercancías desbarrando. Vamos a permitirles que no sea en llamas porque ese imaginario es para AC/DC. Pero sí. También. Arrancan con ‘Night train’ y es imposible no acordarse de ‘Soul train’, el emblemático programa de la tele yanki setentera con todo el personal contorsionándose de mil maneras, imposibles todas ellas. A mí me viene eso. Porque es soul. Pero es que resulta que en los setenta también había mogollón de hard rock. Y rock psicodélico. Led Zeppelin y, por favor, Cream en vena y un montón de crema buena de cojones. Todo eso está aquí está noche para ti. En Holanda (imposible para mi formación insistir en Países Bajos) saben de lo que hablamos.
‘Natural woman’ confirma lo que ya estaba confirmado desde el minuto no ya uno, sino cero. Desde el instante mismo en el que empezamos a rodar haciendo la croqueta cuesta abajo por el parque de las tetas de Vallecas riéndonos como los tontos que somos. ‘Natural woman’. Soul, rock, blues, todo lo bueno junto. Aquellos maravillosos setenta que algunos vivimos por los pelos pero reivindicamos porque así lo indica nuestro DNI: mira, mira, mira. Yo nací en 1978 y tú no. Todo esto antes era campo y en la radio no sonaba lo que suena ahora. ‘In love’ es un himno que lo resume todo.
Tiene nombre de futbolista molón, pero Pablo van de Poel es un frontman q supura la verdad revelada del auténtico rock. Un goleador asistido x su hermano Luka en los tambores y Robin Piso en las teclas. @DeWolffMusic cuenta los conciertos por victorias y así pasarán a la historia pic.twitter.com/RZFQzpTuXK
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Como literalmente venidos de ese otro planeta del que sin duda vienen, aún estando dentro del espacio Schengen, hacen DeWolff en esta noche en Madrid cosas tan impropias como tocar una docena de canciones en 105 minutos. No es justo dividir equitativamente, porque esa cosa impresionante que es ‘Snowbird’ duró un cuarto de hora largo, justo antes de que ‘Rosita’ (que bien se puede confundir con ‘Rosalita’ de Bruce Springsteen a su manera) nos atrapara durante prácticamente 25 minutos. Dos canciones como dos soles bien naranjas cayendo sobre tu ciudad que te hacen un concierto entero.
Da igual lo que duren las canciones. No hay algoritmo que valga, estamos en modo avión fuera de cobertura, como sin duda deberíamos vivir con más persistencia. ‘Out on the town’, ‘Will o’ the Wisp’, ‘Live like you’. Unos desarrollos instrumentales mágicos que mantienen al gentío como en esa montaña rusa en la que subes lento sabiendo que caerás rápido (la vida misma). Curioso que la euforia colectiva se desatara repetidamente no ya con algún estribillo o solo eléctrico, sino después de un generoso interludio en el que se entrelazan el órgano, la batería y la guitarra.
DeWolff son un cañón. Un volcán en erupción. Un túnel del tiempo hasta aquellos maravillosos setenta para.volver a confiar en el rock. Concierto a concierto suman adeptos y no hacen prisioneros. Madrid lo sabe y les ha recibido con las entradas agotadas. Avisados quedáis pic.twitter.com/pWMI9ZWWjm
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Más a la esencia de las cosas no se puede. No hay tuétano que rebanar aquí esta noche, ya no hay más. Bueno sí, queda un bis de nuevo generoso que te cagas con ‘Nothing’s changing’ y ‘Freeway flight’. Para ese momento Pablo ya regresó al escenario después de corretear por toda la Sala But endemoniado micrófono en mano. ¿Sabes cuando se te hace canijo un garito porque estás en modo mogollón de expansivo? Pues este es ese tío. La suerte (o seguramente el problema) es que tiene un micrófono y está literalmente electrificado. Es mejor no tocarle, no serías el primero al que le funde los plomos el más leve contacto. Pum (abucheo, desconcierto, vasos volando, risas enlatadas).
No ocurrió eso. En todo caso, como todos sabemos, un cantante de rock incendiado es una toma a tierra que todo lo puede. El rock es mi pastor, nada me falta. Por muchos conciertos triunfales como el de esta noche en la ciudad. Un jueves que bulle boyante y se desborda por los bordes de la olla de tu conciencia. DeWolff son un cañón. Un volcán en erupción. Un túnel del tiempo hasta aquellos maravillosos setenta para.volver a confiar en el rock. Concierto a concierto suman adeptos y no hacen prisioneros. Madrid lo sabe y les ha recibido con las entradas agotadas. Avisados quedáis, que luego me lloráis.