Uno de esos discos que empiezan con la sexta marcha y quemando rueda. Malo para la longevidad del vehículo y malo para cualquier cuerpo humano como una noche de rocanrol de aquellas de las de antes.
‘Víctimas del sueño americano’ (Warner Music, 2020), el nuevo disco de Desvariados, va de eso. De cuando recorríamos Madrid a toda hostia de garito en garito, buscando reconocernos en caras desconocidas.
Con nocturnidad y alevosía, arranca la banda destrozando el embrague con ‘Valientes al volante’, y luego afirma en ‘Besa mi calavera’: «El rock ya no es lo que era. Al sexo le falta actitud».
No me va ese rollo científico de descuartizar un disco canción a canción y que si aquí pasa esto y allá aquello. Me gusta la sensación que queda tras la escucha: y en este caso necesito un copazo.
Porque Desvariados cantan al rock, al sexo, a la velocidad, a los derrapes de las noches sin fin. Es diferente la vida que acontece mientras no hay sol. Es menos rutinaria, es más salvaje. Y ‘Víctimas del sueño americano’ es su banda sonora.
Con sus riffs clásicos a lo AC/DC y ZZ Top, sus deudas pendientes con Burning o Los Enemigos. Con producción de Josu García -nombre esencial del rock patrio, desde hace un tiempo escudero de Loquillo-. Con ganas de pervertirse contigo.
«Ella me dijo voy al lavabo y en la barra pidió dos más», canta Adrián en ‘Amoniaco destilado’ con toda la energía de quien se siente indomable e infinito hasta que se apagan las farolas y empieza la vida diurna real.
Hablamos de ese tipo de rock infeccioso y contagioso que tiene también su punto a interminable carretera norteamericana en ‘Tu último intento’. Y luego ‘Aguardiente’ tiene una melodía pop que inevitablemente emparentamos con los M Clan más comerciales.
Desvariados es, en definitiva, una puerta abierta para todos aquellos que se quejan de que el rock ya no. Pero vamos a ver, salid del bucle radiofónico que siempre pone lo mismo, que lo tenéis aquí. Salid de lo predecible que nunca fue el rock.
La triada ‘Su dictadura animal’ (esas referencias a las caderas), ‘Demasiado acelerado’ (muy buen riff) y ‘Muévete en la oscuridad’ (desenfreno) apuntala un disco festivo, lúbrico y, en definitiva, de puto rocanrol.
No sé si os pasa. A mí me pasa. En este año tan repugnante, el rocanrol emerge como una fuerza aún más real a la que aferrarse. Olvídate de casi todo, muévete en la oscuridad con nocturnidad y alevosía. Desvaría.