Vetusta Morla: figurantes en un día de lluvia

Crónicas

¿Te acuerdas aquel día que vimos a Vetusta Morla en el Enrique Tierno Galván? Fue aquel sábado que fuimos por la mañana a la de Pixar en el CaixaForum y luego nos dejamos liar por la vida. Llovía sin parar. Yo principalmente deseaba que se te mojara y rizara el pelo bajo la impertinencia de la lluvia de junio. Contemplarte. Quería que diluviara, ya por puta épica apocalíptica. Figurantes de nadie.

Nuestro plan era, ¿te acuerdas? Una velada de junio sin niños. Enrollarnos un rato. Hacer el maragato en los arbustos con entusiasmo. El cielo, decías, no nos va a perdonar. Qué tontería. Días de borrasca, víspera de resplandores. Yo solo quería que nos inundara el universo para ver tu cara de circunstancias. Un día en el fin del mundo.

No nos empotró el cielo contra el suelo, pero igualmente era una cuestión de dos: tú y yo. Y otros 10.000 más, claro. Pero bueno, los demás, como decía aquel, son los otros. Vaya rodeo terrible. Una chapa circundante. Porque en realidad todos somos figurantes. Aquí quería llegar.

Las fotos son de Sergio Santos.

Todos somos figurantes en la vida de alguien. Pero es que sin figurantes no hay peli. No hay trama principal si no sale alguien de fondo robando una Nocilla (es muy probable que esa sea la historia buena). O colándose en un concierto de Vetusta Morla. Poniéndose pañales de adulto para ver a Taylor Swift. Todas las historias aleatorias son las principales.

Vetusta Morla en Madrid

Pequeños puentes que son catedrales. La humildad de las jodidas pequeñas cosas. Aquellas canijas tormentas. Canciones que son océanos. Vetusta Morla aquella noche de junio. Llovía tanto que mirábamos por la ventana pensando que nos habíamos equivocado. Yo te decía que no. Nunca se equivoca quien apuesta aposta por Vetusta Morla. Nunca nadie.

Todos somos figurantes en la vida de alguien. Cae esa canción a plomo sobre nosotros. Somos anónimos entre el gentío interminable. Estamos en un concierto de Vetusta Morla. Comprendo que se os haya olvidado porque estaba hablando de mi libro. Pero estamos aquí. Esta noche. De sábado. Hay mogollón de jardín sin luz. Súbete los pantacas que empieza ‘Puentes’. Es formidable constatar que las canciones en tu cabeza son reales.

¡Alguien las toca! No vienen del éter. Hemos visto tantos millones de veces a Vetusta Morla. Nos lo susurrábamos anoche: son el grupo de nuestra generación. Bueno, creo que me lo tuviste que gritar porque ya no escucho ciertas frecuencias. Ni tú. Es el grupo de nuestra generación y eso explica todo lo que siento de abajo parriba. Y de arriba pabajo.

Golpe maestro

‘Golpe maestro’. ‘Figurantes’. ‘Un día en el mundo’. ‘Cosas que hacer un domingo por la tarde’. Podríamos haber llegado hasta esta enumeración hace rato, nos habríamos saltado toda la batalla anterior que es mejor no ver. Ya lo decía Brian Eno con las salchichas. Pues igual. ‘La virgen de la humanidad’. ‘Ay Madrid’. Ay, amigo, Copenhague. Esta es de las buenas y te puedes pirar sin pasaporte.

‘La vieja escuela’. ‘Consejo de sabios’. Vetusta Morla no puede para de dar el concierto del año. Año tras año. Y por algún motivo estupendamente raro estamos todo el rato dentro bailando. Se nos va levemente la mano. Dicen que son letras que no se entienden, me espetas: ¡textos abstractos! No sé qué coño no entienden del mensaje de Vetusta Morla: resistencia contra el odio, contra el turismo de mierda, contra el fascismo, el capitalismo, la deshumanización. Canciones generacionales contra la escoria.

La expresividad de Pucho está en otro universo. Te está diciendo tantas cosas constantemente sin cantar. ‘Te lo digo a ti’. Ah, amigo. «Sálvese quien pueda y los fascistas fuera». Somos nosotros. No los fascistas, vamos, no me jodas. Nosotros somos lo que sea pero siempre en contra de los fascistas (que están aquí, eh). ‘La vieja escuela’. ‘Consejo de sabios’. ‘Mapas’. ‘Te lo digo a ti’. ‘Sálvese quien pueda’. ‘Valiente’.

Construimos catedrales en instantes fugaces

Cuadramos el círculo. Construimos catedrales en instantes fugaces. Me planto ahí, en pie, en el enésimo concierto de Vetusta Morla. Llevamos tantos. Es nuestro grupo, por gusto y por decreto. Una noche en Benidorm casi me estrello desde un quinto contra el suelo. Y qué. Qué. No tenemos para tiempo para duelos.

Bailamos. Me tocaste el culo. Giramos. Rodamos. El cielo de Madrid nos perdonó, si acaso hubiera perdón. Todo era luz en la oscuridad. Fue aquella noche que vimos a Vetusta Morla. Casi nos caemos rodando de risa buscando el coche. Me acuerdo tanto. Fue un día, si me preguntas, como corresponde, un poco pues raro. Pareciera que fuera ayer. ¿Te imaginas? Pues fue ayer. Por muchos días raros.

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