Crónica del concierto de Bruce Springsteen & The E Street Band el 14 de junio de 2024 en Madrid

Todas las primeras veces que vimos a Bruce Springsteen

Crónicas


Siempre hay una primera vez para todo y luego ya te lo sabes y nunca puede ser genuinamente igual. El primer beso, la primera hostia, el primer polvo, la primera puta mierda que te comas. Todo eso pasa una primera vez que te atraviesa pero luego, mal que bien, te lo aprendes y ya todo te pasa por segunda vez. Lo llaman vejez. El milagro de los panes y los peces que consigue Bruce Springsteen es devolverte a las primeras veces. Da igual cuantas le hayas visto, siempre te lleva hasta un punto en el que reconectas con aquello. Es auténtico. Porque Bruce Springsteen es todo lo que está bien. Es el rock veraz que te libera del miedo a vivir, el viernes que no quieres que termine. Es el sueño de una noche de verano, una Fender Telecaster en vena. En su más pura esencia es la vida eterna.

Todas las primeras veces que vimos a Bruce Springsteen fueron la primera de alguna manera, si lo piensas. Mejor no lo pienses porque entonces igual ya no. No hay nadie con quien puedas perder la virginidad una vez y otra vez. Qué tipo de liturgia absurda es esa. No hay nadie que pueda reproducir lo que se siente una primera vez. Es imposible. Pero. ¿Y si fuera posible volver a experimentar ese sentimiento infantil dentro de ti? Todas las primeras veces que vimos a Bruce Springsteen fueron la primera de todas las maneras. Esta es una certeza. Por eso, después de treinta canciones y tres horas sin parar, salimos los 55.000 tan contentos y con ganas de repetir todas las primeras veces que sea posible.

Las luces del estadio encendidas

Las luces del estadio encendidas con ‘Born in the USA’, ‘Born to run’, ‘Glory days’, ‘Dancing in the dark’. El asombro del descubrimiento. La ilusión en una mirada que no da crédito. Han pasado dos horas y media de concierto y las pantallas nos devuelven aumentadas nuestras caras desencajadas de alegre jovialidad. Es la felicidad de un estadio entero. Puede parecer una exageración, pero si miras a tu alrededor solo hay gente brincando y haciendo cucamonas. Qué alegría, qué alboroto, vaya pérdida de papeles, menuda falta de decoro. ‘Tenth Avenue Freeze-Out’. ‘Twist and shout’ seguro que ha roto alguna cadera, que nos creemos muy jóvenes pero la vida cansa que te cagas (da igual, los potenciales pacientes ya se darán cuenta el lunes cuando se les haya pasado el subidón).

Nos calma Bruce, ya con tres horas entre pecho y espalda, con una despedida delicada. ‘I’ll see you in my dreams’. Bajamos al suelo, corre el airecillo, nos abrazamos todavía más de lo que nos hemos abrazado. Nos decimos adiós despacito. Hay gente que literalmente esta noche en el Metropolitano ha visto a Bruce por primera vez. No saben, desconocen, que cada vez con él es la primera. Es la tierra prometida de los sueños y las esperanzas. Un tipo indescifrable de nirvana. Ojalá todos los días fueran días de conciertos de Bruce Springsteen. O, en su defecto, como dice Sabina, que todas las noches sean noches de boda. Sería agotador, pero anda que no hay veces que nos agotamos con cosas de mierda. Agotarse de sentirse vivo es una buena causa.

Bruce en Madrid: tres horas de show

Rebobinamos tres horas. Es hasta cómico lo que tardan en salir los miembros de la E Street Band. ¡Son 18 músicos! Y salen uno por uno. Ansia viva. El estadio entero ulula: «¡Bruce, Bruce, Bruce, Bruce!» Y ahí está. Algo en tu cabeza hace crack. No clic, no: crack. Hace 25 años y siete días vi a Springsteen por primera vez en este lugar cuando era La Peineta. Me acuerdo como si fuera ayer porque no es pasado, es presente. Mismo sitio, distinto lugar. Me niego a cambiar, me tendréis que tirotear. Todo eso pienso en una décima de segundo. «¡Hola Madriiid!» Detener el tiempo aquí y quedarse a vivir: en ese instante desde el saludo hasta que empiezan a tocar la primera. Esos dos segundos valen todo el precio de la entrada porque son la culminación de una espera interminable, de un día de nervios incontrolables. Como una cita chunga con el médico, pero todo lo jodidamente contrario. Llegamos y lo contamos.

La crónica digamos normal ya está escrita del miércoles. Y me aburre bastante, cada vez más, ese tipo de literatura periodística. Pero resumamos: mucho mejor el viernes por vibra, por la voz de Bruce, por la pegada de la banda. El repertorio con once cambios es una bendita locura. Y siete del ‘Darkness on the edge of town’ por la cara. Toma ya. También es verdad que el miércoles estuve en la grada de prensa y yo es que sufro mucho ahí arriba. Abajo es otra película. Ah, bueno, y que con todas las ganas de 55.000 personas salgas y empieces con ‘Something in the night’ es una genialidad para pararnos los pies. ‘Lonesome day’ solo sube un poquito. Pero luego ya sí, del tirón, pisamos el acelerador del cadillac descapotable: ‘The ties that bind’, ‘No surrender‘ (lo más), ‘Candy’s room’, ‘Adam raised a Cain’, ‘Ghosts’, ‘Prove it all night’. Ahí lo llevas, querida.

No hay nadie como Max Weinberg

No hay nadie que mole más que Max Weinberg. Ni Bruce mola tanto. Es como contemplar la capilla sixtina en movimiento, con esa manera de aporrear los tambores de una batería mínima, sin chorradas jevatas. Es el motor de la E Street Band, que no podrá jamás existir sin él. Podríamos enumerar los méritos de cada cual, pero eso otro día. Yo soy de Max, que una vez me saludó con la manita saliendo del Hotel Villamagna. Fue, claro, nuestra primera vez. También es la primera vez que les da por tocar ‘The power of prayer’. Qué cosas. ‘The promised land’, ‘Spirit in the night’, ‘Hungry heart’ con Bruce caminando de un lado a otro del escenario. Se monta un tumulto guapo en nuestra parte izquierda todos corriendo contra la valla y un desconocido nos regala una frase para la historia de esta casa porque nos seguimos riendo mazo hoy: «Le hemos acojonado, si es que hemos ido como animales«. Nos abrazamos con él, claro, y echamos un trago rápido.

Qué bien le da al soul esta gente con ‘Nightsift’. ‘Racing in the street’. Bruce es un superviviente y así nos lo cuenta en ‘Last man standing’ con la letra subtitulada en la pantalla para que nos quede claro que quiere que nos enteremos de esto. Se emociona y parece que brilla una lágrima en una esquinita del ojo visto por las pantallas gigantes. Un estadio de 55.000 personas llorando no lo he vivido nunca, podría perfectamente haber sido esta noche. Seguro que te cagas de congoja. Y tras este ratito íntimo, dislocamos: ‘Backstreets’, ‘Because the night’ (santodios), ‘Downbound train’, ‘She’s the one’ y ‘Wrecking ball’. Déjame ser tu bola de demolición. Por favor.

¡Hoy sí!

«¡Hoy sí!», repite insistentemente Jorge, que está a puntito de llegar a sus cincuenta conciertos de Bruce (y va a llegar ya). Está feliz y le miro y me pone contento. Aunque no le vaya mucho ‘The rising’ que, a pesar de él, es un rock de estadio de esos que los periodistas llamamos musculoso. Suena ‘Badlands’ y molesto a la gente correteando por la pista, pero me detengo y anoto una frase: ¿Alguien ha apuntado la matrícula del camión que me ha pasado por encima? Es Bruce, es la E Street Band, sois vosotros, son mis 45 años. De alguna manera, uno ya va sabiendo y anticipando, es la frase perfecta para este sábado de resaca emocional y física. En esta ‘Thunder road’ que es la vida y que nos lleva al clímax justo antes del bis con las luces encendidas. Ojalá la vida fuera tan épica.

Ahora que todos intuimos que puede ser la última vez, yo reivindico las primeras veces persistentes. Ya sabemos que en 2025 hay nuevas fechas reprogramadas en Europa, lo cual me lleva a la teoría que he desarrollado: no van a parar. No pueden permitirse parar. Quiero decir, ya con 74 años Bruce, ¿acaso puede detenerse y volver dentro de cuatro años más? Lo digo aquí y ahora: Bruce Springsteen & The E Street Band van a cumplir el plan de no parar, dando probablemente menos conciertos cada año, pero hasta que el cuerpo aguante. Y no hablo del mío en esta ocasión, me refiero al suyo. A los suyos. Así va a ser, quizás, por qué no. Retumba en mi cabeza la noche de ayer y me rebota en el alma por la mañana. Qué sabré yo, si ahora mismo solo quiero tumbarme, cerrar los ojos y sentir parasiempre lo que sentimos todas las primeras veces que vimos a Bruce Springsteen.

OTROS CONCIERTOS DE BRUCE SPRINGSTEEN

SIGUE A MERCADEO POP EN

Comparte
Tagged