Si fuiste escuchando los singles que Residente ha ido espolvoreando durante los últimos 7 años, ya habrías notado que no todo iba bien. No había que indagar demasiado, el estilo de René Pérez Joglar abunda en símiles y él mismo explicaba las turbulencias de su vida personal y profesional. Hace 7 meses editó su segundo largo ‘Las letras ya no importan’ y la sensación de rotura se reforzó: un artista normalmente festivo y reivindicativo ahora se presentaba quebradizo y melancólico.
Con una gira mundial recién empezada el día anterior en Barcelona, acudimos a la ceremonia del directo sin saber qué boricua nos íbamos a encontrar. Para que todos salgamos de dudas comenzó con su autobiografía plasmada en ‘René’. Una canción donde resume su vida: sus éxitos, sus penas y sus miserias. No se disculpa, un triunfador puede divorciarse y tener ansiedad. Un “please allow me to introduce myself” en toda regla que interpreta tras un atril en plan mitin. Sólo le faltó un mic drop Obama style. Hay un pero: “El concierto está lleno pero yo estoy vacío”.
Catarsis iniciática de Residente en el WiZink Center
Tras esta catarsis iniciática prosigue la terapia con ‘Pecador’ y versiones acortadas de ‘Yo no sé pero sé’ y su sesión con Bizarrap. Durante estos temas busca redención y se sumerge en las profundidades de la psique mediante soliloquios subacuáticos con ecos a Freud o Lacan. También muestra su chulería de rapero oldschool, el desdén por relaciones pasadas y -otro tópico- que “ya pasé los 40 y mi novia tiene 21”. Visualmente sólo falta el diván mientras una mecanógrafa toma notas, una ilustradora plasma al boricua en diversas estampas y la banda permanece en los laterales, en penumbra.
Durante esos temas también aparecen los primeros daños colaterales con tiraeras a diestro y siniestro. Un elemento muy habitual en la cultura rap en la que Residente es el rey, habiendo intercambiado fuego cruzado con Tempo, J Balvin o NK Profeta. En los beefs René se ha mostrado implacable, moviéndose como pez en el agua mientras sus contrincantes apenas sobreactúan en un chapoteadero. “La mayoría son rockstars versión infantil, Sacados de una banda juvenil, tratando de ser hostil pa’ la foto del perfil”.
Botella de ron en mano
La pantalla vertical -el cell manda- muestra las letras mecanografiadas y hasta los pensamientos del paciente en tiempo real, en una suerte de voz en off que regala momentos tremendamente cinematográficos. Como el de René tumbado en la escalera -botella de ron en mano- sobre centenares de sus retratos. Un videoclip sobre enfermedades mentales realizado en directo. «Estoy igual de joven pero con menos fechas en la agenda”.
El mood cambia de inmediato cuando llegan las canciones de Calle 13: ‘Baile de los pobres’ abre la fiesta con rotundidad, con el excelente contrapunto de un fondo de cello melancólico. ‘No hay nadie como tú’ o la popular ‘Atrévete-te-te’ certifican que el Wizink se ha convertido en un karaoke, mientras que ‘Muerte en Hawai’ vuelve a emocionarnos con una excelente guitarra que nos transmite el aliento de la vida. Aloha. Es imposible no emocionarse con Calle 13, metáfora de un lugar y un pasado. Siempre pretérito, siempre idealizado. Como Avenue Aurora para Dave G o Illescas Street para David G.
Además el René que conocíamos ha vuelto: “Vamos a brindar por una educación pública gratuita y de calidad“. ‘This is not America’ es la respuesta al temazo de Childish Gambino, y se agitan banderas en un día que aprovechamos para felicitar a nuestros amigos de los Estados Unidos… Mexicanos. ‘Latinoamérica’ es otro himno para los que no quieren venderse pero ven como alguien (cuyos antepasados se lo montaron mejor) cedieron todos los recursos naturales a cambio de dos big macs.
Un poco de romanticismo
Cambio de tercio al romanticismo, que el escritor resignifica en la dualidad ‘El encuentro’ y ‘Desencuentro’. Miles de madrileños de todas las partes del mundo cantan a René “La verdad es que todavía te amo”. Gallina en piel. El optimismo brota del arte y el rapero sonríe: “Con todas estas luces, se ve bonito. Se ve cabrón”. Y la senda de la vida se ilumina: “Hasta las estrellas usan telescopios pa buscarte».
Como decíamos, este fue el segundo concierto de una gira que le llevará a dar ‘La vuelta al mundo’, y parece evidente que la banda aún tiene mucho que rodar. El mejunje sonoro por momentos fue confuso y desconfortante. Pero el carisma del puertorriqueño no tiene fronteras cuando se baja a bailar con las primeras filas de un público en éxtasis o cuando propone brincar al tiempo, provocando un sismo que se debió sentir en el Zócalo a pocas horas del Grito.
La vida es circular, y el rapero decide terminar con ‘313’, corte dedicado a una amiga que se suicidó y que vuelve a dejarnos con el corazón encogido y la alegría en suspenso. Lo primero gracias a la voz de Silvia Pérez Cruz, élite absoluta en la musicalidad de los sentimientos. Lo segundo con la visión de un humano que se desnudó, mostrándonos sus profundas heridas emocionales. Un artista en horas bajas, que incluso ya ha comentado en entrevistas que sabe que no es su mejor trabajo y promete más consistencia para el futuro.
Pero René no es una persona más, es uno de los artistas latinos más importantes de este siglo y verle en directo -incluso en estos momentos de transición- ha sido para muchos como acudir a la pileta de agua bendita. “Todos tenemos lados más oscuros y más claros. Y ambos lados escriben… aunque las letras no importen».