Míralos, ahí están, Radiohead en el Movistar Arena de Madrid. 4 de noviembre de 2025, al fin. El FOMO hecho carne en el primero de sus cuatro conciertos en la capital, a razón de 17.000 por velada. Su vuelta a los escenarios siete años después, inicio, además, de una nueva gira que tiene este mismo esquema de residencias por ahora solo en Bolonia, Londres, Copenhague y Berlín. Sin disco que presentar, trascurridos nueve años ya de su última entrega, ‘A moon shaped pool’.
Expectación máxima, en definitiva, tras los juegos del hambre superados por los asistentes para conseguir una entrada. Por el montaje, el repertorio o el estado de forma del grupo tras tanto tiempo de inactividad. Todo ello acrecentado por ser Radiohead una banda matrioska que lleva dentro muchas bandas al mismo tiempo y que trasciende por mucho lo que se supone que es, o acaso era o fue, eso del rock alternativo. Profundamente influyente en otras muchas, además.
Empieza el primer show de Radiohead en el Movistar Arena de Madrid
Se había anunciado que se apagarían las luces a las 19:30, sesenta minutos antes de que la formación saliera a escena, por lo que a esa hora ya miles de personas aguardan algún tipo de sorpresa loca que, sin embargo, no tuvo lugar. Un troleo guapo con música de fondo y poco más. De manera que tras una larga espera, a las 20:30, ya sí, se apagan las luces y los seis músicos aparecen por una esquina de la pista, caminando entre el gentío hasta el escenario ubicado en todo el centro del gran pabellón.
Apagado, una especie de jaula, incluso La Meca parece. Encendido, un dodecaedro multicolor con hasta doce pantallas que suben, bajan, proyectan visuales e imágenes del sexteto según el momento. ‘Let down’, inesperado éxito viral gracias a TikTok y una de las seis canciones en el repertorio de su emblemático ‘OK Computer’ de 1997 para empezar. Una composición melancólica que va de menos a más hasta encontrar la luz, como la propia actuación del grupo en este reencuentro con los escenarios, que comienza con un sonido manifiestamente mejorable que poco a poco se hará con el lugar por decreto.
Encerrados en la jaula
No se ve a los integrantes de Radiohead en el Movistar Arena de Madrid. No se les ve, solo se les intuye, encerrados en su propio escenario junto a un montón de instrumentos. Son como críos divirtiéndose con sus juguetes ajenos a cualquier lógica matemática en ‘2+2=5’. Los graves del bajo y los teclados de Colin y Johnny Greenwood retumban dentro del costillar de los presentes, acrecentados por el golpeteo redoblado del baterista Phil Selway y el percusionista Chris Vatalaro en ‘Sit down. Stand up’ y ‘Bloom’. Esta es la tónica de un recital de contrastes con Radiohead en Madrid que ha ido de la contundencia percutiva experimental a la sentida sensibilidad melódica y viceversa.
Trance machacón y lisergia onírica en la faceta más anticomercial, más cuanto más siglo XXI. ‘Ful stop’, ‘The gloaming’, la pegada de ‘Myxomatosis‘. De repente se intercala por ahí ‘No surprises‘, la concesión de este tramo, que constata que el personal también quiere cantar y meterse en vena su buena dosis de nostalgia noventera. No van por ahí los derroteros, pues el repertorio es más bien autocomplaciente, solo faltaba, como era de esperar, aunque tampoco para ultracafeteros, con ‘Videotape’, ‘Weird fishes / Arpeggi’, la cinemática ‘Everything in its right place’ o el ritmo sincopado de ’15 step’.
Liberados de sus propios barrotes
Liberados hace ya largo rato de sus propios barrotes, con las pantallas ya arriba y abajo a pleno rendimiento, lidera el show Thom Yorke con su canto, sus aullidos, sus agudos gemidos de auxilio. Y los bailes, claro, menudo tipo atípico. Los que quieran estar en las primeras filas en noches sucesivas, por cierto, deben saber que al ser un escenario 360 igual no conviene pegarse de más a las vallas, pues corren el riesgo de pasarse buena parte del concierto delante de un amplificador o detrás de Vatalaro. Thom mira casi todo el tiempo a la grada de Goya o a la de Jorge Juan (de nada).
‘The national anthem‘ es un cañón, anda que no molaría ser de un país con semejante himno, con semejante bajo y semejante desarrollo instrumental. Puede que sea el triunfo de la música congregar a 17.000 personas con determinadas canciones, siempre y cuando estemos aquí por ellas y no por otros motivos ulteriores más postureables. Porque hay que ver lo tocones que son Radiohead, no deja de ser un placer en sí mismo contemplarles mientras están entregados a lo suyo. Ellos quieren tocar, nosotros nos dejamos. El placer exponencial del consentimiento.
‘Daydreaming’, ‘A wolf at the door’. El mejor rock alternativo del siglo XXI de ‘Bodysnatchers‘ con guitarrazos considerables de Ed O’Brien. Y luego ‘Idioteque‘ para cerrar la parte principal del recital en plan rave, con Yorke más desatado que nunca en sus espasmódicas danzas y de nuevo la banda creando una pequeña catedral sonora en vivo y en directo ante los ojos de un personal que bota pero queda también de alguna manera subyugado por la contemplación de algo tan bello como efímero.
En una velada de contrastes con Radiohead en Madrid q ha ido de la contundencia percutiva experimental a la sentida sensibilidad melódica y viceversa, ha habido incluso momento móviles como mecheros a la vieja usanza. Una concesión un poco Coldplay, si me apuras, pero queda chula pic.twitter.com/8vq2Z3IbmG
— Mercadeo Pop (@mercadeopop) November 4, 2025
Queda el bis
Vuelta al hogar, vuelta a 1995 en el primer bis, regreso puntual al disco ‘The bends’ con la morriña británica de un tiempo que fue hace treinta años ya con ‘Fake plastic trees‘. Y se aprecia, claro que sí, que se echa también de menos a aquella banda que fue, a aquellos que fuimos, pues se canta más, se alzan los teléfonos móviles como mecheros a la antigua usanza, y la hermosa voz triste de Thom Yorke nos lleva hacia algún lugar que no recordábamos, pero desde donde sí podemos intuirnos como adolescentes ingenuos con la perspectiva que solo otorga el tiempo, la distancia y la canción que entonces sonaba.
‘OK Computer‘ también se siente como casa por una mayoría evidente que celebra ‘Subterranean homesick alien‘ acto seguido, antes de la portentosa eclosión de puro rock de estadio que fue, es y será ‘Paranoid android‘. No es que parezca otro grupo, pero un poco sí otro concierto, pues la vibra cambia instantáneamente y deja paso a una euforia que ha revoloteado en pasajes puntuales, pero justo ahora a decidido quedarse. El sonido ha mejorado ostensiblemente tema tras tema y el recital alcanza en este momento su clímax a la espera del remate final.
El momento más comunal
De nuevo la languidez toma la delantera con ‘How to disappear completely’ y ‘You and whose army’, preludios ya sí del desenlace concluyente. ‘There, there‘ vuelve a apostar por el poder de los tambores con Johnny y Ed aporreando en pie, marcando el ritmo un tanto marcial mientras las guitarras se van desmelenando de a poquito en busca de la sublimidad del ruido mismo, detenido con el potente redoble terminante que obtiene el alarido colectivo de la concurrencia como necesaria respuesta.
Después de la tormenta siempre viene la calma. Siempre. Así que suenan los acordes acústicos de ‘Karma Police‘ y ya sabemos que es la despedida. El momento más comunal del recital a punto de acabar. Una de esas canciones que detienen el tiempo doquiera cada uno pueda. Después de todo, la gente quiere melodías que tararear, estrofas que recitar, estribillos que cantar, y no solo, o al menos no estricta y exclusivamente, deslumbrante pericia musical. Y el día después, aquí, seguimos y lo que te rondaré morena, discutiendo sobre el repertorio: porque una banda que ofrece tanto no es fácil y tampoco es de nadie. Es por eso que lo de Radiohead en Madrid, condensado en 130 minutos ha sido, en esencia, un (muy sabroso) hueso duro de roer.
*La foto que ilustra esta crónica de Radiohead en el Movistar Arena de Madrid es de Alex Lake.

