Dani Martín en el Movistar Arena: el último karaoke de nuestras vidas

Crónicas

Son pocas todas esas noches en las que cantamos juntos. Son muy pocas. Y luego, cuando ya nunca más pueden ser otra vez, sentimos el vacío de lo que no hicimos. Cantad, cantad, malditos. Cantemos contra el olvido de lo que somos porque fuimos. Eso pienso mientras os contemplo agarrado a la barandilla de este palco en el que de repente estoy en el Movistar Arena viendo a Dani Martín sin pedirlo. Cosas curiosas de la vida.

Confieso que no sé qué número de concierto es este viernes 12 de diciembre de los diez que tiene. ¿El quinto? ¿El sexto? No lo sé. Pero doy por hecho que son todos iguales. El último karaoke de nuestras vidas. Porque lo que cantáis, madre mía. Uno de esos conciertos en los que las voces del gentío literalmente (y no en sentido figurado) se ponen por encima del cantante principal. Eso siempre es emocionante y tu cuerpo lo sabe antes que tu cerebro, justamente por eso es lo que nos conmueve, porque no tiene raciocinio posible. Sencillamente ocurre.

Fotos de Ricardo Rubio del concierto del 14 de noviembre.

La celebración con Dani Martín en el Movistar Arena

Ocurre también que la noche prometía. Viernes de diciembre en una ciudad decidida a celebrar. No sin antes, por supuesto, honrar. Ya nos lo anticipó la gente del Movistar Arena: «Esta noche empieza con una de Extremoduro, así lo quiere Dani». Y no veas. Suena ‘Si te vas’ y te sientes tan pequeñito e insignificante de repente. 15.000 personas cantando a Robe a flor de piel. Es un momento muy emocionante, de verdad que sí. Larga vida a Jesucristo García. Menudo hueco deja. Y el rock español herido de muerte con su marcha.

Pero volvamos a esta noche en la que estamos, nosotros, los que nos quedamos, vivos. ‘Zapatillas’. ‘Volverá‘. ‘Canciones’. Hala, pues ya estaría. Este comienzo te lo firma poca gente en el pop español. Y queda claro que esta es una velada que va al grano, al meollo, a la médula espinal que nos mantiene erguidos (y que no se nos rompa, que es una putada esa y ya os digo que pasa de un segundo a otro). Un concierto de hits, con El Canto del Loco más presente que nunca. El camino recto, por así decirlo. ‘Besos’. ‘A contracorriente‘ (¡todo lo que hacía ese día me salía fatal!). ‘Son sueños’. ‘Puede ser’.

La segunda Transición democrática

La segunda Transición democrática será con Dani Martín o no será. Esa capacidad de transaccionar la tiene muy poca gente, con sus sombras y sus luces de bohemia. Disfruto espacialmente ahora de estas canciones como macho cabrío tonto del culo que sufrió al Canto del Loco al empezar el siglo. Lo libre que se siente uno cuando se despoja de tanta pose y tanta tontería. Cuesta, hay que aceptarse de múltiples maneras que igual no te molaban, pero esa es la libertad. La rabia que me daban entonces es inversamente proporcional al espíritu generacional que veo brotar en ellas. Y qué guapo está el puto Dani Martín de los cojones.

Que también deja hueco para su carrera en solitario, solo faltaba. ‘Cero’. ‘Emocional’. ‘Qué bonita la vida’. Esta parte más moñas, sinceramente, no me apela demasiado, pero sirve para descomprimir y que bajen convenientemente las revoluciones de un show muy guitarrero, de power pop melódico clásico. Me dicen al oído que se acuerdan de Blink-182 y eso está ahí a su manera. Como Green Day o Jimmy Eat World. Todo eso que imaginaban ser El Canto del Loco pero nunca fueron, las cosas como son. Eran otra movida más liviana y facilona, pero hicieron unas canciones que han ganado peso y poso con los años entre la gente. Llámalo nostalgia, llámalo x.

Las canciones que perduran

Llámalo como te dé la maldita gana, pero las canciones se olvidan como se te olvida aquel ‘te quiero’ que dijiste o la otra putada que hiciste. Lo normal es que las canciones se olviden. Por eso, es especialmente alucinante seguir cantándolas aún con más ganas veinte años después. Esa no es la norma. Y estamos aquí esta noche juntos. Cantando ‘No, no vuelve’. O la de Ester Expósito, que menudo despropósito, ¿no?, pero ‘Me vuelves puto loco’. El caso es que es pegadiza, la jodía.

La banda es muy rockera y más que solvente. Dani no para de corretear de aquí para allá. Hasta se mete entre el público en un momento dado. ‘Carpe diem’. ‘Novedades viernes’. Muy celebrada ‘Burning man’. Pero claro, nos aproximamos al final y se viene el delirio colectivo que ya de por sí los títulos le dejan claro a cualquiera: ‘La madre de José’, ‘Volver a disfrutar’, ‘Una foto en blanco y negro’ (una de las canciones más importantes de mi vida y ella, Ana de Dios, lo sabe porque así lo vivimos, está bien así). Lo de ‘Ya nada volverá a ser como antes’ es muy generacional.

Dos horas voladas

Son dos horas que se pasan voladas (y la de gente de la que te acuerdas, tantas caras). No dejará jamás de fliparme que llene Dani diez palacios de los deportes, aunque casi me sorprende más que no se anime a hacer diez metropolitanos, siendo tan atlético. Lo hará, es cuestión de tiempo. Digo yo, que no tengo ni puta idea de lo que digo la mayor parte del tiempo. Nos hemos vuelto locos con los conciertos, eso ya lo sabemos porque lo padecemos, pero estando en uno de estos diez de alguna forma comprendes que todo parte de unas canciones que trascienden. Y como, en última instancia, todos queremos trascender, sencillamente nos juntamos para cantar. Así soñamos la inmortalidad.

‘La suerte de mi vida’. ‘Peter Pan’. ‘El último día de nuestras vidas’, que para mí es El último karaoke de nuestras vidas porque no paráis. ‘Insoportable‘ para rematar. Joder, que se acaba ya. Qué lástima. Esa sensación horrible cuando te encienden las luces del garito para echarte a tu puta casa. Pero si se ha pasado volado, con lo bien que estaba yo aquí, calentito, con estos, como si no importara nada más en la vida. Las canciones, refugio insondable. Como el karaoke de ‘Lost in translation‘: el único lugar realmente seguro que hay en este mundo de mierda. Cantad, cantad, malditos míos. ¡Estamos tristes sin Robe pero es lo único que podemos hacer para seguir vivos!

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