Lugar: Estadio Vicente Calderón. Madrid
Fecha: 20 mayo 2012
Asistencia: 55.000 personas
Artistas Invitados: Marina & The Diamonds
Precio: Desde 56 euros euros
Músicos: Chris Martin (vocalista, teclista y guitarrista), Jon Buckland (guitarrista), Guy Berryman (bajista), Will Champion (baterista)
Setlist:Mylo Xyloto, Hurts like heaven, In my place, Major minus, Lovers in Japan, The scientist, Yellow, Violet hill, God put a smile upon your face, Princesa of China, Up in flames, Warning sign, Don’t let it break your heart, Viva la Vida, Charlie Brown, Paradise, Up against the world, Speed of sound, Clocks, Fix you, Every teardrop is a waterfall
“Diría que tenemos cuatro grandes temas: Yellow, Fix You, Clocks y Viva la Vida”, plantea Chris Martin en el último número de Rolling Stone. Y no anda desencaminado el muchacho, desde luego, sobre todo a la luz de lo visto este domingo en un Estadio Vicente Calderón abarrotadísimo con 55.000 personas básicamente predispuestas al sacrificio colectivo en nombre del pop de estadio extremo con pulserita de colores en la muñeca mediante.
Y eso que ya el pasado 26 de octubre de 2011 más de 15.000 personas asistieron en la plaza de toros de Las Ventas al estreno mundial de Mylo Xyloto, quinto álbum de estudio de los británicos, en un velada retransmitida globalmente en directo por internet y que evidenció sus insoportables ganas de dominar el mundo con sus inevitables estribillos y sus certeros acordes. Pero nada de eso importaba ahora, siete meses después, con un público renovado, multiplicado casi por cuatro y encantado de llenar un coso tan trascendente como el estadio atlético. Hasta la última butaca. Roja o blanca, tal vez azulona. Llénala, aposéntate.
El maldito diluvio universal hizo presagiar lo peor apenas sesenta minutos ante de la hora prevista, pero lejos de ser un problema, esto sólo espoleó al respetable para llegar empujando todavía más hasta cotas inasumibles que adquirieron una dimensión aún más gigantesca después, después de calentar motoros tras enormes copas de gin tonic y garrafales vasos de cerveza sin fondo. Y aún quedaba un rato para que las luces de posición se apagaran y lucieran las de emergencia.
Hurts like heaven, In my place y la asquerosamente ‘udosera’ Major minus ponen al personal a calentar gemelos, ya sea en pista o en grada. La aún más ‘udosera’ Lovers in Japan provoca los primeros saques de banda desde un público empeñado en desafiar el alcance de sus desodorantes, manos arriba, esto no es un atraco, esto ya lo sabías. Con The Scientist vuelven la épica del pop y del rock de estadio, la piel de gallina, los coros multitudinarios y las grandes celebraciones colectivas. Las parejitas abrazaditas en cualquier punto del estadio, incluso haciendo cola en pista para miccionar en alguno de los ¡¡17 baños para 15.000 personas!! y compartiéndolo en tiempo real en las redes sociales. Está pasando, lo estás sufriendo.
Para entonces no han sido pocas las ocasiones en las que el público ha sido animado a alzar las pulseras de colorines con las que ha sido agasajado el entrar al recinto. Tras la reticencia inicial a este tipo de colectividades dudosas, no queda más que reconocer que el invento es bonito y preciosista, ablandando incluso el corazón del más rocoso de los reticentes. Verdes y coloradas, la amplitud oscura da a esta combinación tiene cierta grandilocuente lucidez efectista. Que queda bonito, demonios.
Yellow, Violet Hill y Got put a smile upon your face excitan aún más, si acaso esta posibilidad cupiera, a una parroquia ya de por sí sobre excitada y predispuesta para cantarlo todo hasta el infinito y más allá. Ciertamente debe dar gusto enfrentarse a un público tan ganado de antemano, todavía más con un grupo en un punto dulce como este en el que Chris Martin y los suyos presentando un quinto álbum de estudio con el que reclamar su liderazgo con un infalible y eufórico pop de estadio del siglo XXI. De alguna manera inigualable.
Princess of China deslució sin Rihanna, mientras Up in flames y Warming sign ciertamente adormecieron al personal. Pero es ahí exactamente, en la inminente luminosidad y la esperanza, donde la épica de Coldplay entra a todo trapo para encarar la vida juntos, emocionados y coreando con los brazos en alto, aunque a alguno le pesen los hombros. Resumiendo, no dejes que eso te rompa el corazón, no lo permitas, no viene al caso, no es el momento. Justo por eso lo que te queda en lugar de Don’t let it break your heart (la joya oculta de Mylo Xyloto) es cantar lo contrario.
Y Viva la vida. No hay en el mercado coros más infalibles que estos. Chris Martin tiene, las cosas como son, cierto don para crear bonitas melodías colectivas. Pues bien, este puede ser su más poderoso estribillo y el que más abrazos y brindis ha provocado entre perfectos desconocidos que durante unos minutos de comunión, mientras dura la música, son los mejores amigos que uno pudiera imaginar.
Porque es Viva la vida otro de estos temas para los que nunca hay capacidad pulmonar suficiente. Y por mucho que abras tus brazos no serás capaz de agarrar la melodía, que fluye libre. Amados y odiados a partes iguales, es en directo donde las canciones de Coldplay crecen musculosas y hacen sentir que los problemas puntuales son insignificantes. Y es justamente Viva la vida la razón de ser hoy por hoy de este grupo capaz en este instante de partir estadios en dos. En ese punto y en ese coro ciertamente todo da igual, de manera que lo aconsejable es dedicarse a hacerse fotos para compartir en las redes sociales. Fotos felices. Tanto, mucho, ahora.
Para entonces ya queda claro también que gran parte del éxito de Coldplay no se debe sólo a su perfecto dominio de los grandes recintos, con sus fuegos artificiales, sus pantallas chulas, sus confetis, sus globos. Gran parte, tal vez la principal, se debe al empuje de un público que siempre está dispuesto a dar un poquito más. Y es que Viva la Vida es probablemente la canción de pop rock de estadio más efectiva de los últimos años, con un coro contagioso imposible de ignorar.
Hasta los muchachos que surten de cerveza al cada vez menos respetable alzan sus brazos, a pesar de los 18 kilos que sus espaldas soportan, y por unos instantes hacen esperar a los clientes no sin evidente desprecio. Charlie Brown y Paradise ponen la cuota más novedosa a una noche que sencillamente navega gracias al indiscutible dominio de la masa que ha adquirido Chris Martin, empeñado en arengar a babor y a estribor chapurreando un notable español.
Lejos andan Coldplay de lo que eran cuando en 2000 publicaron Parachutes, aquel minimalista ejercicio de pop tan alejado de las grandes multitudes. Rápidamente decidieron cambiar de rumbo, aunque aún hoy les queda tiempo para jugar al intimismo en un tercer escenario situado frente al fondo sur, casi a cien metros de los primeros fans, para tocar Us against the world y una revisión acústica de Speed of sound. Algunos, no pocos, constataron donde estaba la banda sólo tras ser convenientemente indicados en la distancia.
Suena Clocks, canción sin duda ya pensada en origen para emocionar estadios y que resume toda la grandilocuencia y la épica que hoy por hoy embriaga a Coldplay, claramente obsesionados con ser más y más y más grandes, tanto como pueda lograrse. Esto es lícito, pero es una lucha claramente viciada por la enfermiza obsesión de Chris Martin por superar a Bono y el resto de U2, quienes, todo sea dicho, montaron una parecida en este mismo recinto en 2005. Parecida, pero más, con la historia a su favor, aunque hoy Coldplay haya jugado terriblemente duro.
Porque Fix You emociona ya desde los primeros acordes con su vocación masiva, casi litúrgica, y las parejitas se abrazan, incluso las que no se quieren, incluso las que hace tiempo se olvidaron y ya no se reflejan el uno en el otro. Se buscan y de alguna manera se encuentran en la antítesis emocional que es Every Teardrop is a Waterfall, con la que se acaban las polémicas sobre el ‘Ritmo de la Noche’. Los 55.000 asistentes mueven las caderas sin prejuicios ni reproches. Pueden estar equivocadas o no pero se lo pasan bien y superan la prueba del algodón, que sale casi tan blanco como el corazón de Butragueño. Impoluto.
Ha pasado apenas hora y media (poco, muy poco tiempo, hay que estirarse un poquito más eh) y sus detractores a estas alturas ya pueden decir misa, pues lo cierto es que la fórmula funciona y adquiere todo su sentido en vivo, con cuanto más público mejor, encantado de formar parte de la ceremonia colectiva, con cuantas más monerías mejor, con cuantos más estribillos mejor, con cuantos más coros, por dios, gracias. Porque tal vez el secreto después de todo sea gritar Viva la Vida. Con ese coro pegadizo que aún una vez finalizada la música atronaba los túneles del Calderón. Con ese coro pegadizo que aún horas después atronaba las calles de Madrid. Con ese coro pegadizo que es la vida misma.
Enorme crónica, que me deja claro que fue un error renunciar a verlos, por primera vez en 10 años. Aunque su último disco tiene toques que no me gustan nada, un concierto de esta gente es algo tan alegre, maravilloso y feliciano que en estos días conviene una dosis en vena. Enhorabuena por la crónica y las fotos!
Excelente crónica. Sin embargo,96 minutos de concierto se antojan escasos para ser los mayores aspirantes a la corona de stadium band definitiva que aún ostenta U2. No dudo de que el show sea bueno pero cinco discos en estudio deberían dar para más. Canciones tienen de sobra. Si quereis echar un vistazo a la trayectoria de la banda al hilo de sus diez temas más representativos, visitad:
Allí estuve, merced a esa remesa de entradas de última hora que nos hizo recapacitar a algunos indecisos. Más que nada porque este ciclo anda corto de conciertos megalómanos de estadio, y a veces también apetece un poco de pirotecnia y de confeti.
Chris Martin es un frontman para la historia, te guste o no Coldplay, es un hecho. "Eso" que hace falta para gobernar y que no se te hunda el barco delante de 50.000 personas, él lo tiene. Y sus estribillos también, quién puede dudarlo. Otra cosa es que fuera de los confines del estadio dejen alguna huella en nuestras vidas, pero oye, algo es algo.
Pero yo también pienso que si vas a jugar en esa liga, ya no eres Arctic Monkeys o Interpol: tienes que dar cantidad además de calidad. Hora y media de concierto es muuuy poco, por mucha que sea la entrega. Y no, no voy a mentar al sexagenario de los conciertos de tres horas al que tuve la desgracia de ver dos días antes que Coldplay (desgracia porque luego todo te sabe a poco o te parece una estafa).
Aunque algo deben tener, porque siempre digo que "están bien, pero no son pa'tanto", y he pagado ya cuatro veces por verlos…
Coincido, hora y media es mu poquico, pa un festival vale, pero si vas de gira mundial hay que estirarse más
Don’t let it break your heart (la joya oculta de Mylo Xyloto) uno de esos temas de los que el público pasó y es cojonudisimo…puedo afirmar que es mi favorito y me sentí fuera de lugar en ese momento. Grandisima crónica!!! Felicidades
me he vuelto a emocionar al leer tu crónica!!! buenísima!!!
Cada vez que leo una de tus crónicas revivo lo vivido, emoción, diversión y risas. Gracias
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