¿Acaso esto de vivir no es otra cosa que conducir llorando y darle al limpiaparabrisas?

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‘Conduciendo y llorando’ bien podría ser el titulo de alguna playlist de esas random. Pero los algoritmos no acertarían nunca en este caso, pues ni conducen ni lloran. Solo calculan y no comprenden que 2+2 pueden ser 5. Les pasa que están vivos.

No entienden tampoco el poder de versos recitados con voz desgastada por la erosión. Tan evocadores como «la luz de una ambulancia se refleja en la furgoneta de mi izquierda. alguien se asoma a una ventana y pregunta ¿estáis bien?».

Es todo un mundo en sí mismo ‘Conduciendo y llorando’, el nuevo sencillo de La M.O.D.A., que detiene el tiempo durante tres minutos y medio mientras miras a través del parabrisas al volante en días grises de lluvia incesante como este viernes deslucido.

Producido por Raúl Refree, quien crea una atmósfera de cierta angustia vital mientras David le da al spoken word y nos describe un mundo agotado de sí mismo en el que «las bocas de metro mastican piernas y pies cansados».

El correspondiente videoclip, dirigido por Anna Karinvinge, nos muestra vidas anónimas en grandes urbes como Nueva York o París. Insignificantes como cualquiera. El formato de grabación casera nos indica que de todo lo que vemos hace ya mucho tiempo porque la vida es pura fugacidad en si misma: «Si puedo elegir un recuerdo me quedo contigo».

Es muy importante el silencio porque cuando estamos conduciendo y llorando siempre estamos solos. Suena a lo lejos el acordeón, probablemente, cuando quiere, el instrumento más melancólico del mundo. ¿Acaso esto de vivir no es otra cosa que conducir llorando y darle al limpiaparabrisas a mayor o menor velocidad?

Según la nota promocional, «el grupo ha declinado dar más detalles sobre música o letra, con la intención de no influir en el oyente y con la esperanza de que cada persona se forme su propia opinión al escucharla».

Por eso he escrito impresiones desordenadas mientras la escucho en bucle y veo por la ventana cómo y cuánto llueve sobre los árboles hipnóticamente amarillos. «Admiro a los tallos que no se doblaron al viento».

¿Hacía dónde se dirige La Maravillosa Orquesta del Alcohol? A simple vista podría parecer que se aleja del folk de bar más festivo, pero bien podría ser que ahora estén intentando poner música al momento en el que ese pub cierra y alguien pone cada noche cuidadosamente las sillas boca abajo sobre las mesas. Alguien que apaga la luz hasta el día siguiente. Esa cara oculta y solitaria pero en realidad compartida de la vida.

Parece que la senda emprendida por David en su proyecto solista, Nostalgia en los autobuses, puede ser ahora recorrida en compañía. Empezaremos a descubrirlo el próximo 11 de diciembre, cuando llegue el nuevo álbum del grupo burgalés: ‘Ninguna ola’.

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