Si una cosa me queda clara de este sábado en el Palacio Vistalegre es que Yungblud quiere serlo todo a al vez y ser él mismo al mismo tiempo. Es complicado eso. Para alguien con un mínimo de retentiva rock es Axl Rose, Ian Astbury, Billy Idol, Paul Hewson, Scott Weiland, Iggy Pop, Patti Smith, Mel B, Jim Morrison y ponte a enumerar que no terminas. Steven Tyler, Doro, Joan Jett. No es Ozzy porque, aunque tiene su bendición y todos queremos cantar las de Black Sabbath, nadie puede soportar semejante peso. ¿Pero y si pudiera?
Un poco este tipo sí puede. De hecho, lo tiene. Va a tantas revoluciones que puede lo que le dé la gana. Para alguien con un mínimo de retentiva rock, again, que viene siendo lo mismo que decir que ya vas hacia la vejez, resulta agotador el tipo. Manos arriba, esto es un atraco, Madrid, por lo menos cien veces. Nada que objetar. Pero la hostia, qué insistencia. No es Yungblud de abandonar, no, desde luego que no. Y que venga, y que vamos, y que otra. Pues así es como tiene que ser. Un torrente de actitud.

10.000 pipol viendo a Yungblud en Vistalgre
Nadie sentó el culete desde el minuto uno, estaba prohibido para las 10.000 ppol aquí congregadas. Yo creo que si te ve sentarte salta hasta ti de alguna manera loca y te rompe el cuello. Está to bueno, puede hacerlo. Me llama la atención, hablando de todo un poco, que suenan ‘If you want blood you’ve got it’ de AC/DC y luego ‘War pigs’ de Black Sabbath antes de empezar y na, esto no va con el personal. Porque es que, diré, Yungblud quiere arrogarse un personaje que tendrá que clavar en sus canciones para que su público lo pille. Yo lo pillo, pero la peña a por uvas.
‘Hello, heaven, hello’ es exactamente eso. Ecualizar la bienvenida como cualquier hola que nos acontece cada día. No suele haber tanta gente mirando, pero es eso. Y ya a todo trapo de épica, eso también. Con ‘The funeral’ me pasa que es absolutamente ‘Dancing with myself’ de Billy Idol, a quien nunca he visto en vivo y estuvo la cosa casi una vez (ganó Norah Jones muy lejos de aquí en otra vida). Vistalegre parece sonar razonablemente bien, y eso a pesar de que la variable de los aullidos es jodida, sin duda ninguna.
‘Idols Pt I’. ‘Lovesick lullaby’.

Me dice Miguel al oído y apenas le escucho que esta parece de Aerosmith. Hombre, tú, a ver. Es una broma. Pero sí, claro, es ‘My only angel’, con Steven Tyler y Joe Perry. «Parece un concierto de rock angelino de los ochenta», me susurra al oído y me pone un huevo o dos. Es que vaya época aquella que nos trae a la tierra Yungblud, él solito así en plan grandes nombres. Porque claro que aquel espíritu sigue vivo, pero en un pabellón, ojo. Pues nadie.
Pues no saca en ‘Fleabag’ a un fan a tocar la guitarra y resulta que lo hace que te cagas. Es de no creer y, de hecho, dejadme sospechar. Pero queda guay y aquí estamos. Esta noche de otoño en un Carabanchel ardiente de persianas todavía alzadas en esa extraña competición de tardeoverano pared con pared escuchando quien folla mejor y golpea el tabique con más decidida convicción. Ese es un sábado en Vistalegre.
Este es nuestro barrio. Yungblud, sal al balcón de Vistalegre, tritón. Y, si eres la verdad revelada del rock, arrójate. Contra mí. El occipital que quiero que golpees está exactamente aquí. Donde me he pintado una x en rojo: hazlo. Casi me das, pero no llegas, estoy en el burladero, donde nos ponen a la prensa. Es un lugar excelente. Me voy un momento a por una cerveza diciendo que no me gusta ‘Lowlife’ por urbana y cuando regreso me encuentro a todo dios a caballo de otros en la pista. Esto no lo pillo del todo, pero brindo.
En mi casa, aprovecho, Ozzy es religión. Ya solo por eso, estamos. No tendría yo más años que Bruno Gallar que tiene ocho, cuando me volvía loco el disco homenaje a Randy Rhoads. Es que vaya guitarrista. ‘Crazy train’ y ‘Mr Crowley’. Anda ya. Eso qué era. Eso qué demonios es. Eso es satanismo, claramente. Se pone muy emocional Yungblud con Ozzy porque todos vimos lo que hicieron en vivo antes de que la vida fuera muerte. Es normal. Y todo el pasaje de ‘Changes’ es muy fuerte. Tanta gente que no tiene ni puta idea de quien es Ozzy cantando la letra por Yungblud. Ese es el poder del ídolo vivo.
‘Fire’ es de las que más me gustan y tiene fueguitos, claro. ‘Change’. ‘Ice cream man’. ‘Loner’ es un final de concierto estupendo. Pero me dejo el párrafo abierto para ‘Ghosts’, la vuelte ya por todos esperada. Me gusta mucho esta canción porque empieza con un quejío muy Bono con falsete que me recuerda a este mes, ‘October’. Y eso me pone triste, contento, cachondo y profundamente gilipollas al mismo tiempo. Disfruto esa confluencia asintiendo y trasegando cerveza. Asiento mucho. Esta es una gran canción cuando despega, por supuesto con delay.
Me jode que las cosas estén tan clavadas como para que empiece ‘Zombie’, mires el reloj y constates que ha pasado exactamente una hora y media. Sin regalo ninguno. Todo lo que has visto es claramente lo mismo que en cada ciudad, incluso el llanto. Porque hubo llanto antes, con el ‘Chagnes’ de Ozzy, por cierto. De poco creer, aunque, oye, si me decís que eso fue real, yo chitón. No me lo parece porque he visto mundos arder más allá de Orión y demasiadas chicas llorar así de mentira por mí o por el que pensaban que era yo. Lo mismo da.
Una hora y media clavada. Un buen show, centrado en la banda y las canciones. Alardes los justos. Unos fueguitos y palante. El alarde principal es Yungblud, que resulta avasallador con una energía que te mueres en vida. Teniendo en cuenta que todos sus ídolos rondan los setenta y los ochenta, es lógico que le veamos como un salvador del rock. Nuestros ídolos de siempre se nos van, algunos quedan que mejor que se vayan.
Esta noche de sábado en Carabanchel se me han puesto los pelitos de los brazos de gallina varias veces inesperadamente. Como si fuera otro tiempo, supongo. Siendo hoy, pero indeterminado en el calendario. Como aquellos conciertos que ya no sabemos ubicar en el año adecuado. Quiero decir, esta noche es la que es: sábado 11 de octubre de 2025. Aquella noche que tiramos piedras contra la ventana de mi sobrina Lucía Fernández Gallardo para que nos invitara a unas cervezas y llegó a casa justo cuando nos fuimos.