A cañonazos solucionó Muse los problemas técnicos que padeció el Mad Cool 2025 en su primera jornada, que trajeron de vuelta viejos fantasmas gafes del pasado del festival madrileño y tenían a la concurrencia, lógicamente, murmurando jocosa. Que se vaya la luz dos largas veces en el recinto Iberdrola Music, convengamos, tiene su guasa. Las altas temperaturas dañaron el equipo entre los dos escenarios principales, afectando severamente a Gracie Abrams (que se pasó un cuarto de hora en mitad de su actuación cantando con la guitarra a viva voz sin amplificación) y a un Iggy Pop visiblemente molesto que hizo hasta dos salidas en falso y empezó con 20 minutos de retraso.
Muse en Mad Cool 2025
Pero regresemos al principio, esto es, a Muse. Con cien cañones por banda, viento en popa a toda vela, llega el trío británico al Mad Cool pegando cañonazos para que lo sientas en el pecho. Contundencia y crudeza en un show menos impactante escénicamente que en anteriores ocasiones, pero más robusto musicalmente. Pum pum pum. Arrancan con su nuevo single, ‘Unravelling’, y el personal aúlla cuando el riff metalero estalla sobre una base de bajo y batería que puede sostener, eso, a todo un festival un tanto dubitativo a la deriva.
No deja títere con cabeza el repertorio, escogido con la determinación del trueno. ‘Hysteria’, ‘Map of the problematique’, ‘Psycho’. Da la sensación de que en los pasajes más cañeros y distorsionados el técnico sube el sonido un puntito haciéndose el distraído (gracias), porque vaya potencia cuando se desata la andanada, en ocasiones palpablemente metalera. Otras, no tanto, con ‘Compliance’ o ‘Madness’, abiertamente puro pop (con su grandilocuencia correspondiente, se entiende).
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Se le olvida a uno de una vez para otra, y no van en absoluto pocas 22 años después de aquella primera vez en La Riviera en 2003, cuando pronosticamos con pasmo lo grandes que iban a ser Muse (tampoco había que ser el más listo de los linces), lo acojonantemente superlativo que es Matthew Bellamy en vivo. Un talento desmedido comandando un concierto muy convincente con el gentío enardecido por semejante poderío. Es Muse, es Mad Cool, estamos en 2025 y aquí seguimos. Palpitando y latiendo.
‘Plug in baby’, ‘Unintended’, toda la pomposidad a lo Queen de ‘United States of Eurasia’, ‘Time is running out’. Viejas canciones que una vez descubrimos como nuevas y sin darnos cuenta se convirtieron en clásicos. El tiempo corre que se las pela, pero seguimos congregándonos para corearlas con toda su épica. De concierto a concierto y tiro porque me toca, pasando las casillas de la vida. Se apuntaron a última hora, pero Muse tomaron al abordaje el Mad Cool 2025. Y eso que todavía quedaba el redoble final.
Fuegos artificiales, ‘Starlight’ y la luna llena en lo alto
‘Supernassive black hole’ (semejantes guitarrazos), ‘Uprising’ y la epopeya de vaqueros de ‘Knights of Cydonia’ con preludio de Morricone. El sonido es prístino hasta el punto de escucharse la respiración de Matthew Bellamy y en ocasiones incluso los dedos sobre los trastes. Un recital superior, si bien es cierto también que, sin nuevo disco y sin su propio montaje, de alguna manera esto no deja de ser para ellos como los grupos españoles que giran en verano por verbenas populares. Quizás con menos presión por tanto también, se les ve sonrientes, con Dominic gozando en los tambores y Chris todo el tiempo sonriente.
Con ese espíritu y sabiéndose ya faraónicamente ensalzados rematan con un bis que incluye ‘The 2nd Law: Isolated System’, ‘Undisclosed desired’ y el cierre rutilante después de algo más de 90 minutos con ‘Starlight’, el personal cantando a pleno pulmón, la luna llena en lo alto a cielo abierto y los fuegos artificiales apuntalando la imagen de decorado perfecto de rock de estadio en una noche de verano. Lo único malo, si me apuran, fue el sangrante solape con Refused, a quienes fueron a ver, según me cuentan por pinganillo, menos gente de la que cabe en la Sala El Sol.
Gracie Abrams
Muse enderezó la jornada inaugural del Mad Cool 2025, decíamos. Porque si los problemas técnicos hubieran continuado, quien sabe lo que habría pasado. Uno nunca sabe lo que puede pasar cuando 49.000 personas (datos de asistencia de la organización) se ponen de mala hostia a la vez. Fue Gracie Abrams la primera en padecer el apagón cuando a mitad de su actuación el sonido desapareció. Lejos de largarse, decidió seguir cantando sola con su guitarra, un detalle que sin duda lo hizo especial para los de las primeras filas, que fueron los únicos que pudieron escucharla mientras entre el resto crecía el desconcierto.
Hasta ese momento, la estadounidense estaba haciendo las delicias de un público muy joven entre chillidos agudos y ante no pocos niñ@s a caballito de sus adultos cantándose todo el concierto con vehemencia. Melodiosa y elegante, cuenta la que fuera telonera de Taylor Swift y ahora una de las artistas del momento con un fandom bien militante. Pop primordialmente acústico bien tocado para todos los públicos que entra como un guante con el sol aún pegando fuerte en la frente. ‘Risk’, ‘Blowing smoke’ o ‘I love you, I’m sorry’. El sonido se apaga justa e irónicamente en ‘Mess it up’ y en solitario canta ‘In between’, ‘Us’ y ‘That’s so true’ en improvisado unplugged. El cierre, al fin, con ‘Close to you’, de nuevo con toda la banda, devuelve la esperanza y deja el sabor de boca de una actuación diferente, lo cual siempre tiene su punto.
Iggy Pop
No se lo tomó tan bien Iggy Pop, quien hizo dos salidas en falso sin poder empezar a tocar. Los músicos ahí plantados esperando a que les den pista para despegar mientras Iggy saluda, se pasea (ya se ha quitado la camiseta a los diez segundos), pero nada. Pasan los minutos y, cansado de hacer muecas varias, se van por donde vinieron. Los técnicos corretean por el escenario. Los músicos vuelven a salir. Más poses, más de no saber en realidad qué demonios hacer. Llega Iggy a sentarse sobre su monitor mirando al personal, que corea ‘The passenger’ por hacer algo. No faltan los deditos corazón al viento como desaprobación. Se vuelve a marchar y el gentío, siempre presto al cachondeo pide «ooootra, ooootra».
Menos que mal que a la tercera fue la vencida, tras veinte largos minutos de nadie sabe muy bien qué y avisos en las pantallas para que mantengamos la calma (solo hace falta una chispa para empezar un fuego en situaciones así). Con la rabia acumulado y visiblemente enojado, Iggy Pop salió con todo el ‘Raw power’, joven airado a los 78 tacos con la cadera casi desencajada pero consiguiedo que de nuevo todo encajara. ¡Rocanrol! Recuerdos a los Stooges y temas propios en un setlist a la yugular: ‘TV Eye’, Gimme danger’, ‘The passenger’, ‘Lust for life’, ‘I wanna be your dog’, ‘Search and destroy’. Bruno Gallar quedó tan impactado con Iggy que ahora se quitó la camiseta y se dedicó a caminar cojeando y preguntando por qué tenía la piel así. Cuando le explicamos que su apodo es La Iguana parece que de alguna manera todo encajó en su cabecita de siete años. Leyenda.

Circa Waves y Weezer
La tarde había empezado un rato antes con el indie rock guitarrero de Circa Waves (temazos tienen) petando una de las carpas. Empezar un nuevo Mad Cool a cincuenta grados sudando océanos es una buena manera de recordarnos por qué estamos aquí. ¡Porque esto es lo que nos da la vida! Por eso varias horas después seguimos aquí, porque siempre estamos aquí, coreando con Weezer clásicos del rock alternativo ‘Hash Pipe’, ‘My name is Jonas’, ‘Undone – The sweater song’, ‘Island in the sun’ o ‘Holiday’. Contundentes y contagiosamente melódicos, mantienen el pulso ante un buen número de pipol que quiere alargar una jornada ya casi finiquitada.
‘Beverly Hills’, ‘Say it ain’t so’. ‘Buddy Holly’ es la última canción que suena en la primera jornada del Mad Cool 2025. Una inauguración que bien pudo descarrilar, pero se mantuvo en el alambre y volvió a encajar en los raíles. Por lo demás, huelga decirlo, muy buena organización en el recinto, muchos aseos en diferentes puntos, fuentes de agua potable y ninguna incidencia de movilidad, aparte de un sonido estupendo en todos los escenarios. La putada para la organización es que la música dejó de sonar durante más de media hora en dos momentos clave, y eso, claro, no mola.