Los Estanques (2020) Teatro Lara. Madrid

Crónicas

Jesucristo Superstar era cántabro

FOTOS: Ricardo Rubio

Qué acelerado todo esta noche con Los Estanques en el Teatro Lara. Una hora de concierto bien prieto, canciones encadenadas sin tregua, kebabs de regalo volando y el público literalmente corriendo hacia la salida sin ponerse los abrigos con la hora de la Cenicienta ahí mismo, ya, deseando romper el hechizo.

Que la movida es que no se puede empezar antes porque el teatro tiene sus otros compromisos, de manera que a eso de las 22.00 estamos todos ya mirando el reloj de reojo. Menuda puta mierda de 2020, vete ya: 2021, sálvanos. Bueno, a saber.

FOTO: RICARDO RUBIO

La cosa es que este jueves 10 de diciembre vivimos una noche de concierto y estamos todos sanos, salvos y sin antecedentes nuevos. Que yo sepa, vaya. Una pequeña gran noche de rocanrol en la que incluso el previo va una marchita o dos por encima de lo que todos desearíamos. Pero anduvimos por ahí con estos.

Muy propicio, por tanto, el inicio: ‘No hay vuelta atrás’. Solo una canción que resume todo lo que está por venir: mucho sesenterismo, setenterismo, psicodelia, pop, rock, funk, jazz y soul. Una mezcolanza que yo en esta noche que podría haber seguido de bares hasta el amanecer pero no me dejan resumo así: Jesucristo Superstar.

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El musical más enorme ever. Tanto con Ted Neeley como con Ian Gillan o, por supuesto, Camilo Sesto. Yo salgo del Teatro Lara con la sensación de haber vivido toda una ópera rock de las de antes. Como es natural, le falta ese punto de teatralidad, pero cuando encadenan ‘Emilio El Busagre’, ‘Rosario’ y ‘Mr Clack’ yo veo ahí a Judas y a todos esos personajes y toda esa intención.

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Ayuda a eso que Íñigo Bregel tiene el espigado aspecto preciso con pelo largo, barba, todo tipo de gestos de emoción rockera y una indudable solvencia ante los teclados y la Gibson Les Paul. Igual convierte el agua en vino, el toque de queda en un instante libertino. Y bueno, que eso, que él está al frente en su labor de cantante de este grupo que es, efectivamente, cántabro de origen. De manera que Jesucristo Superstar era cántabro.

El batería, Andrea Conti, no para de marcar el ritmo, aporrear, redoblar y llenar todos los espacios. Ya no se toca la batería así y se echa de menos. Ya no son los setenta y se echa de menos. En realidad todo se echa de menos. 2021: ven, sálvanos. Bueno, a saber.

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«Se suponía que estaba todo vendido pero veo asientos vacíos. ¿Sabéis algo vosotros? Pero bueno, que los que estáis, de puta madre», lanza Íñigo en un momento dado antes de ponerse en plan prácticamente Leño con ‘¡Joder!’, ese himno para cuando nuestro cuerpo se nos escapa para mal y lo sabemos.

Lo que se nos escapa entre las manos y la consciencia es la psicodelia de ‘La aguja’ que a veces no somos capaces de enebrar por grande que sea. Porque nos cambian los tamaños. Porque nuestro cuerpo se nos escapa y lo sabemos (again). Estamos, en definitiva, ‘Clamando al error’, y tenemos ya banda sonora para todo ello: Los Estanques.

Una banda que, por cierto, domina de manera muy interesante los crescendos y los momentos sospechosamente lights. Convierten tramos instrumentales en interludios que en apariencia son un camino a otro lugar, mas no. Todo es un todo que nunca sabremos si es del gusto de Andrew Lloyd Webber, pero sí del mío. Y de Tim Rice.

Para cuando la fiesta está ya en el punto deseable, porque cuesta llevarla hasta ahí, hacen los chicos un sorteo ficticio de kebabs que al principio son camisetas y finalmente sí que es un artefacto alimenticio calentito de destrucción masiva. Ya para entonces da absolutamente igual, el tipo que lo agarra se lo come y todos gritamos «¡tengo un kebab!»

Iban a tocar un par más, estaba escrito negro sobre blanco, pero no había en realidad tiempo para más. Y lo cierto es que aunque el personal se quedó con ganas de muchísimo más, la celeridad general de la velada encaja con esa despedida apresurada. Me vale, sé que nos vale, si esto ha sido la patada final al 2020 y el saque de centro futuro para hacerlo a nuestra manera en 2021 bien: de una puta vez.

FOTO: RICARDO RUBIO
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