Loquillo (2014) La Riviera. Madrid

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Lugar: Sala La Riviera. Madrid
Fecha: 10 mayo 2014
Asistencia: 2.500 personas (sold out)
Artistas Invitados:
Precio:
Músicos: José María Sanz Beltrán (voz), Igor Paskual (guitarra y coros), Josu García (guitarras), Alfonso Alcalá (bajista), Laurent Castagnet (baterista), Santi Clomet (teclados y coros), Jaime Stinus (guitarras)


Victoria fácil de Loquillo en La Riviera

Vive Loquillo una esplendorosa segunda juventud que, tras los fructíferos años ochenta y la inevitable travesía del desierto del cambio de siglo, le coloca ahora en el lugar que merece en el rock español llenando dos noches consecutivas La Riviera madrileña con todas las entradas agotadas.

Unas 5.000 personas en total, a 2.500 por velada, que reventaron la sala para celebrar un cancionero ya clásico, indudablemente pétreo, plagado de preciosas aristas, que se hace carne a través de un José María Sanz que, a sus 53 años, luce lustroso sobre las tablas derrochando carisma, chulería, pose y egolatría, arrollando en plan Robert de Niro en ‘Toro Salvaje’… ¡con lentejuelas!

Loquillo, ‘El Creyente’, aglutina todas las miradas pero está arropado por una banda de solvencia y eficacia probada, con esa pareja de guitarristas formada por Jaime Stinus e Igor Paskual al frente, fieles escuderos del cantante barcelonés y también responsables, como el resto de músicos, de esta nueva etapa de éxito a lo grande.

Y es que desde que se apagaron las luces no hubo momento alguno en el que pareciera que fuéramos a descarrilar, jamás. Siempre estuvo claro que estábamos todos ganando, todos los barrios unidos, Brooklyn, Carabanchel, Raval, Santa Mónica, Jordaan, Aluche, Las Rozas, Mitte, Usera, Orcasitas, Villaverde. Ambiente de camaradería extremo con proliferación de abrazos, brindis, besitos y, claro, canciones. Muchas canciones.

Desde ‘El Creyente’ que todos llevamos dentro y que ciegamente nos guía, hasta el ‘Cadillac Solitario’ más concurrido que uno pudiera imaginar. Ese es el resumen de dos horas victoriosas de rock para todos los públicos, sí, pero en absoluto inocuo, en absoluto inofensivo, con un repertorio equilibrado (y habitual) en el que conviven cómodos temas de diferentes épocas.

Porque la gente quiere estamparse una y otra vez contra ‘El Rompeolas’ y cantar ‘Ritmo de Garaje’ y ‘Rock n’ Roll Star’, canciones que marcaron una época e hicieron mella en toda una generación. Pero ahí están también ‘Cuando fuimos los mejores’, ‘Memoria de jóvenes airados’ o ‘Feo fuerte y formal’, composiciones épicas que no palidecen con los clásicos y que aguantan vigorosas la comparación.

Pocas sorpresas en cualquier caso en un recital victorioso que transita raíles conocidos, en el que sonaron todas las que imaginas, en el que también se reivindica el presente y se adivina el prometedor futuro, y en las que el balance final es el de un triunfo colectivo canalizado a través de las canciones. Porque al final ganamos todos, conquistados por el rocanrol veraz que catárticamente nos libera del miedo a vivir.

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