Morcheeba en el Botánico

La suave brisa de Morcheeba se deja sentir en la noche de sábado del Botánico

Crónicas

La cantante de Morcheeba, Skye Edwards, radiante y teatral, pisó el escenario de Noches del Botánico a las diez y veinte; y todos los fotógrafos de prensa reunidos en el foso maldijeron su suerte. Edwards, de piel oscura por su ascendencia jamaicana, un sombrero negro de ala anchísima y apenas iluminada por unos focos que buscaban antes crear atmósfera que engrandecer a los músicos, era casi un espectro imposible de fotografiar.

De aquel sombrero que no abandonaría su cabeza en toda la noche no dijo nada Skye Edwards. Sí lo hizo, en cambio, de su vestido y de sus zapatos, preguntando al público por su opinión sobre los mismos. Incluso llegaría a improvisar una letra muy bien cantada que decía: «I’m taking off my shoes now ‘cause they hurt me» («me voy a quitar los zapatos porque me hacen daño»). Y, en efecto, la segunda mitad del concierto lo dio Edwards descalza.

Fotos de Anna García.

NAFTA

Pero retrocedamos un poco. Antes de Morcheeba (el supuesto cabeza de cartel), la banda argentina NAFTA abrió la velada del sábado en el Jardín Botánico de Ciudad Universitaria. Cuando los diez músicos subieron a las tablas, ya había un buen número de espectadores esperándolos en la pista y en la grada; muchos de ellos, a juzgar por los acentos delatores, del país de origen del grupo.

NAFTA coge dos géneros tan americanos como el soul y el funk y los «argentiniza» de una forma que rara vez se atreven a hacer los músicos españoles, paralizados por la devoción a las fuentes originales. Si bien el cantante y guitarrista Magamo es el líder de la formación, en directo reparte las tareas vocales con las cantantes Abril Olivera y An Espil de manera que recuerda un tanto a Calequi y Las Panteras (otra propuesta de funk y soul a tres voces pasada por el tamiz argentino de Javier Calequi, en este caso, residente en España).

Casi una hora y media estuvieron NAFTA sobre el escenario, así que no venían a abrir para Morcheeba sino a complementar el cartel. En ese tiempo, sumaron admiradores españoles a los argentinos ya convencidos con sus melodías largas, morosas e incluso cinematográficas. Seguro que irán aumentando su público en futuras visitas a nuestro país.

Fotos de Anna García.

Vuelta a Morcheeba, a cuando ya había caído la noche fresca sobre el Jardín Botánico. Sabíamos que Skye Edwards estaba allí porque su sonrisa refulgía en la oscuridad, pero a veces costaba distinguirla bajo las luces tenues de los focos. La garantía de que era ella y no otra era su característica voz sedosa y rasposa brotando por los altavoces.

Ross Godfrey

A su izquierda, con la guitarra eléctrica colgada, estaba Ross Godfrey, el otro miembro fundador de Morcheeba. Y, como tal, el único que tuvo alguna cuota de protagonismo al margen de la cantante. Los otros tres eran, literalmente, músicos en la sombra.

Desde la segunda canción, «Friction», aparecieron en la pantalla animaciones algo lisérgicas que compensaban lo poco que podíamos ver sobre el escenario. ¿Era un mosaico de hojas de cannabis eso que salía en las pantallas? Probablemente, pues ya nos aclaró después Godfrey que no se llaman Morcheeba por nada («cheeba» era un término de argot para referirse al cannabis). Aunque también puntualizó que ya no la fumaban, solo la mascaban.

Escapar del caos

Sonaron tres canciones del nuevo disco de la banda, Escape the chaos (2025), que encajaron estilísticamente sin conflictos con el repertorio anterior. Y una de ellas, «We live and die», fue tan bien recibida que hasta los propios autores parecieron sorprendidos. «Rock and roll!», exclamo Edwards, extasiada.

Fotos de Anna García.

Explicó Ross Godfrey que había quienes pensaban que Skye Edwards y él habían crecido escuchando música electrónica, pero no era el caso: Godfrey había empezado con el blues y Edwards con el country. Para demostrar que esas influencias estaban ahí (sobre todo las de él, pues junto a su hermano Paul, retirado hace una década, fue el ideólogo de Morcheeba), interpretaron el tema «Part of the process», de su álbum de 1998 Big calm.

Roma, claro

«Rome wasn’t build in a day» fue, claro, la más coreada. Edwards se hizo selfies con el público de fondo (poco retrataría más allá del ala de su sombrero) sin perder comba de la letra de la canción. Para entonces se había desprendido de sus dolorosos zapatos y saltaba mucho más animada. Los espectadores debieron estar a la altura porque, al acabar, se lanzó a decirnos que éramos un público «mucho mejor que el de Barcelona» (donde Morcheeba actuó hace un par de semanas). Fuera cierto o no, a la gente le encantó oírlo.

El escueto bis de dos canciones comenzó con Godfrey y Edwards solos en el escenario, él rasgueando las cuerdas de la guitarra y ella deleitándose con la letra de «Summertime», que a juzgar por la cantidad de móviles que la grababan fue de las más apreciadas. Terminó «Bleeding out» justo al filo de la medianoche, para no incumplir tampoco Morcheeba los horarios de Noches del Botánico, y muchos espectadores se lanzaron a la búsqueda de una de las hamacas en el jardín para completar una noche de sábado quizá no entusiasmante, pero sí embriagadora.

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