Final Internacional de la Red Bull Batalla de los Gallos (2018) Club Hípico Argentino. Buenos Aires

Crónicas

A todos nos gusta un buen zasca. Uno de esos que dejan tembloroso al receptor castigado y que, como una buena hostia perpetrada a traición, deja una herida salada acompañada por un zumbido de duración indeterminada.

Y eso es básicamente la Batalla de los Gallos de Red Bull, que este domingo celebraba su Final Internacional en el Club Hípico Argentino de Buenos Aires (Argentina) para jolgorio y gozo de más de 12.000 fans del freestyle -improvisación-. Fans también de los zascas, claro.

Porque de eso va la movida. Al más puro estilo Góngora y Quevedo, pero para millennials adictos a YouTube y las redes sociales, los dos ámbitos donde más predicamento tiene la Red Bull Batalla de los Gallos, que acumula más de 2,2 millones de fans en Facebook, por ejemplo.

Pero la realidad sigue superando a la ficción -a la virtualidad, en este caso-. Así, es en vivo donde las contiendan adquieren su máxima expresión, con la adrenalina del presente y la incertidumbre del futuro inmediato. Todos nos hemos peleado verbalmente con otros unas pocas de veces y sabemos que lo complicado es replicar a toda prisa y replicar mejor y más fuerte.

Eso es lo que quita el sueño a los participantes de estas batallas, que empiezan con contiendas regionales en cada país hasta llegar a una gran final nacional. La española tuvo lugar en octubre con aforo completo en el WiZink Center de Madrid ante más de 15.000 personas y coronó al madrileño Bnet como aspirante mundial -a él España sumaba a Arkano por quedar tercero en 2017, pues los tres del podium repiten-.

Y precisamente para vivir in situ esta Final Internacional me planté en Buenos Aires. Como turista en el sentido literal de la palabra y por dos vertientes: La del que se sube al ritmo de la ciudad haciendo fotos y kilómetros en los ratos libres, y la del que se adentra en un universo prácticamente desconocido y básicamente ajeno. Buenos Aires y el freestyle, en definitiva, dos mundos nuevos a descubrir por quien esto escribe en este periplo transoceánico de la mano de Red Bull.

Y uno descubre y se deja sorprender por muchas cosas, como no podría ser de otra manera. Lo de la capital argentina, por descontado pues nunca había estado y eso siempre es interesante y estimulante. Lo del freestyle, la cultura urbana y el hip hop también guarda muchas sorpresas.

Primero, tras un primer acercamiento a los 16 participantes, pues decir que son unos chavales con inquietudes y con mucho arte. Da gusto hablar con ellos y escuchar la vehemencia por lo suyo y el respeto con el que se tratan unos a otros -al menos de puertas para fuera, seguramente tendrán sus interioridades como cualquiera, más aún habiendo contienda de por medio, pero eso mismo es la vida-.

Uno que está a punto de cumplir los cuarenta antes de que acabe este año, siente la brecha generacional como prácticamente insalvable. Pero a los participantes se les trata como a las estrellas que son y los fans les paran constantemente para saludarles y reclamarles fotos. Es como un limbo en el que reinan porque básicamente a ellos les pertenece, alejados de esos grandes medios que en realidad ni necesitan, como muy certeramente me comentó Arkano en nuestra charla previa a la batalla -y que podéis leer en Europa Press-.



Y llega el día de la lucha y allá que se congrega la chavalada. Porque básicamente hay niños, adolescentes y veinteañeros. A partir de ahí, la curva de edad desciende cuesta abajo y sin frenos. El ímpetu de la juventud es el que, de paso, lleva todo este tinglado a otro lugar intangible en el que todo lo que importa es lo que está pasando en el aquí y el ahora ante sus ojos en el escenario.

Justo por eso, ya desde buen rato antes de empezar se suceden los cánticos tribales de ascendencia futbolera, que pasan a ser aullidos por parte de la hinchada cuando los aspirantes empiezan a aparecer en las pantallas en el sorteo inicial de octavos de final. Una vez determinados los emparejamientos, un rato de conciencia de clase, de sentido de pertenencia, que va más allá del mero pavoneo que cualquier neófito pudiera imaginar.





El presentador de la ceremonia, el argentino Misionero, lanza potentes mensajes de unidad transfronteriza que se intercalan con sentidas loas a la cultura urbana y al hip hop como forma integradora de sentir la vida. La concurrencia recibe las proclamas con las manos en alto, un gesto permanentemente repetido durante las más de tres horas de comunión colectiva.

Misionero, carismático e infatigable MC, tuvo que pedir al público en varias ocasiones que no se apretujara contra las vallas porque ya estaban aconteciendo unos cuantos desmayos en las primeras filas. Calor, sudor, olla a presión, punto de ebullición… todas esas imágenes valen hoy para un gentío que vive con ardiente fervor todo este relato de intercambios dialécticos con un único y en absoluto baladí objetivo final: Determinar al nuevo rey mundial de la improvisación en habla hispana, que desde ya es el argentino Wos -quien así se tomó la revancha del mexicano Azcino, segundo en 2018 y primero en 2017 al vencer en su México natal precisamente al nuevo campeón-.

Porque solo podía quedar uno después de una vereda repleta de duelos a muerte. Primero con unos octavos de final en los que se imponen Valles T (Colombia) a KDT (República Dominicana), Bnet (España) a Switch (Ecuador), Pepe Grillo (Chile) a Yeriko (Cuba), Arkano (España) a Dozer (Argentina), Wos (Argentina, subcampeón en 2017) a Rapder (México), Índico (Panamá) a RVS (Costa Rica), Aczino (México, campeón en 2017) a Jaze (Perú) y Letra (Venezuela) a Neon (Bolivia).

Los cuartos de final deparan un duelo fratricida entre los aspirantes españoles que termina llevándose Bnet ante Arkano -un tanto vilipendiado el alicantino, seguramente por ser esta su cuarta final internacional consecutiva-. Por su parte, Valles T apea de la competición a Pepe Grillo, el ídolo local Wos a Letra, y el magnético Aczino a Índico. Lejos de venirse abajo, los asistentes siguen caldeando el ambiente obviando el calor extremo reinante. Gozándolo, de hecho, y haciéndolo factor necesario para recrudecer la épica de la contienda.

Las semifinales a capela desnudan a los últimos cuatro aspirantes vivos de la competición. Y Wos se impone con dureza a Valles T, mientras que Bnet sucumbe ante el poderío de Aczino. «Me siento Maradona, te estoy clavando los goles», lanza el madrileño, que se lleva como réplica una sentencia difícil de esquivar: «Nunca vas a tener la sangre de los campeones». Esta pelea tuvo otro momento memorable cuando Bnet le invitó a dedicarse al skate lanzándole una tabla al suelo, a lo que el mexicano respondió marcándose un ollie que provocó un estruendo mayúsculo. Lo dicho antes, ¿quién no disfruta con un zasca bien tirao?




Manos arriba para marcar el ritmo que no cesa, ríos de flow, dardos envenenados que dan certeramente en el blanco y que son celebrados como el más determinante de los tantos con aullidos, manos en la cabeza y en ocasiones incluso aplausos -no son el termómetro único en todo esto-. En el combate de consolación por el tercer y cuarto puesto, ese que da al vencedor el puesto para la Final Internacional de 2019, Valles T adelanta por la derecha a Bnet y se gana así por derecho el puesto en la próxima edición mundial de la batalla, que tendrá lugar en Madrid.

El clímax tiene como protagonistas a los dos grandes favoritos, que finalmente se ven las caras en la ronda definitiva. Puede ser la revancha para Wos o el bicampeonato para Azcino. Es el momento impostergable de la verdad para el ídolo local Wos y el villano carismático Aczino, quienes son recibidos en el escenario entre cánticos colectivos de inspiración futbolera que, como los terremotos, tienen réplicas reiteradas en el momento más inesperado.

Porque esto es cultura urbana, pero la identificación del público con los ‘personajes’ da un toque deportivo a las batallas en general y una incuestionable trascendencia al enfrentamiento final. Como en los videojuegos de lucha más clásicos en los viejos salones recreativos: Llega el ‘ultimate round’ y todos se arremolinan alrededor de la máquina de arcade porque nadie quiere retirar la mirada. Ese punto de identificación engancha mucho a la gente también.

«Lloro con mi madre, que está viendo en vivo como me convierto en padre», lanza Wos como réplica al mexicano que le acusa de llorón, provocando el rugido unánime de la afición argentina que salta en la pista y se pone en pie en los graderíos -ahora ya puede imaginarse uno cómo atrona un gol ganador de la Copa del Mundo en territorio porteño-. El público tiene su claro preferido, pero también canta el nombre de Azcino, resumiendo el espíritu de sana competición que se vive en las batallas.

Sin embargo, la balanza se decanta definitivamente del lado de Wos y los más de 12.000 asistentes entran en un incontrolable estado de júbilo colectivo. Como corresponde cuando un campeón del mundo se corona en casa y pasa a ser el tótem de toda una generación. Y no solo de los lugareños presentes en el lugar de los hechos, sino también de los cientos de miles -800.000 concurrentes en algunos momentos concretos- que siguieron la batalla en streaming en www.redbull.tv. Los vídeos, por cierto, ya pueden verse en YouTube y combinados suman varios millones de visitas en apenas 24 horas (los tenéis todos a tiro de click AQUÍ en calidad pro).




«Acabo de salir, no me acuerdo ni de lo que hice, después lo veré», confiesa Wos en rueda de prensa al término de la contienda, explicando además, a pregunta de este humilde siervo de vos que esto escribe, que para improvisar con libertad en el escenario necesita entrar en una especie de «trance que es como un ataque de adrenalina en el que no sabes de donde vino la fuerza».

Por su parte, tanto Bnet como Arkano, los dos representantes españoles, admitieron a Europa Press -esto es, de nuevo a quien esto escribe- que acaban con un sabor «agridulce» al haberse quedado en el camino hacia la victoria. «Lo podría haber hecho mejor, pero esto es el freestyle», apostilla el madrileño, mientras Arkano destaca que no se va «muy contento» con su actuación en Buenos Aires -tampoco tiene que verbalizarlo, en realidad su sonrisa torcida y su inocultable gesto de decepción son las más crueles de las improvisaciones-.



Un gesto que contrasta con la satisfacción generalizada de la parroquia argentina que, una vez ganada esta contienda, pasaba inmediatamente a pensar en la final de la Copa Libertadores que se celebra en Madrid entre Boca Juniors y River Plate. Un domingo más que completito y repleto de emociones en la ciudad, que tuvo en los aficionados del River a los doblemente afortunados.

Por mi parte, una vez de vuelta de mi periplo hacia las profundidades de las batallas de gallos, me adentré igualmente en la noche de festejo futbolero bonaerense para apurar mi condición de ‘viajero intruso’. Porque una cosa os digo sobrevolando ahora mismo el Océano Atlántico de vuelta a casa: Yo, fan del freestyle y del River de toda la vida. Lo mío no es en absoluto el rock y el día antes no estuve de visita en La Bombonera.

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