Puede resultar un puntito extraño centrar la crónica del sábado en Mad Cool en Arde Bogotá cuando la cabezona de cartel era Olivia Rodrigo, pero es exactamente lo que vamos a hacer. Y lo vamos a hacer porque Bruno Gallar lo ha escogido como su concierto favorito de estos tres días. No es extraño. Les ha visto ya un porrón de veces y se siente como casa. Uno de los nuestros. Godfellas. Llámalo como quieras. Un asunto de familia. Es importante. Y como tal lo tratamos en esta puta casa siempre desordenada y, por encima de todo, estruendosa. Nos suda la polla todo lo demás.
Ocurre, perdón por el improperio anterior, que después de tres días de descampao ya te da todo igual. Lo flipante de los festivales es que más quieres cuanto más cansado y saturado estás. ¿Un Bloc Party para terminar? Venga, la penúltima siempre. Y es entonces cuando ya no se puede parar y hasta se te hace corto el Mad Cool. Somos así, así estamos hechos. De canciones, quiero decir. Es lo que llevamos dentro y lo sacamos hacia fuera con nuestras camisetas compartidas. El Elevation Tour de U2 llevo yo, chaval. Que fue ayer pero hace 24 años. ¡Qué!
Finneas
Nos tomamos la ya tradicional ronda bonita de cerves sacando pechito de los conciertos que en otra vida vimos. Veo a Olivia Rodrigo a lo lejos y me gusta. Pero dicho lo cual, vámonos a otro lugar que ya volveremos a este. Finneas le gusta mucho a Miguel y tiene razón esta vez. Insisto en la pujanza del pop ochentero y setentero. Supongo que no es una etiqueta aplicable en realidad y que es más un estado mental, pero está bien mientras nos entendamos.
Es como Benson Boone, que es que me alucina de lo que me mola, pero como si no me molara. Le amo y está está bien. Reivindico bien como adjetivo en sí mismo: sin superlativo, ni la puta hostia ni la gran mierda. Bien está bien. Y es lo opuesto a mal. Bien es mucho. Trump está muy mal. Mercadeo Pop está razonablemente bien. Pues ahí, entre medias, andará en otra galaxia Olivia Rodrigo. Nazi no parece. No hagáis niños nazis, no seais hijos de puta como Bubby Sanchís que va por el festival mirando mal a mi gente. Te mueras.
Llevo todo el día pensando en que ya estaba el Mad Cool para mí acabado. No hay vida ni hierba de mierda de mentira que sobreviva a Nine Inch Nails. Sobrevivimos los que la pisamos cada dia porque somos, en esencia, los que mantenemos el chiringo. Ingreso mínimo vital para asistir a un festival a la de ya. Las políticas de izquierdas que te recrimina tu cuñado no existen, me cago en dios, ojalá yo pudiera pegarle una buena hostia en el gepeto.
Thirty Seconds to Mars
Thirty Seconds to Mars. ¿Sabes las pelis de resacón? Pues yo esta mañana casi me caigo con una bola negra hinchable enorme en mitad del pasillo. Y me he dicho: ¿tanto me gusto Jared Leto? Pues mira, sí. Daños divertidos colaterales aparte, oye, tienen sus temas. En vivo pierden mazo, no nos engañemos, pero suben a mucha gente al escenario y hacen cucamonas. No sé si se nota, pero no termina de convencerme. ‘The kill (bury me)’ es espectacular, esa sí. La épica inflada no tiene fin en ‘Walk on water’. Y así está bien. Lo más reseñable es que Bruno ha sido consciente de que Jared Leto es el Joker de la peli que le gusta. ¿Pero es actor o cantante? Pues eso nos preguntamos todos, hijo.
Arde Bogotá en Mad Cool
Arde Bogotá, sí. Siempre sí. Es una banda de cuatreros que ya es casa. Como si llevaran toda la vida entre nosotros, se acude con determinación y alegría a la cita. Mucha gente en el escenario 2, muy entregado el Mad Cool a Arde Bogotá. Ratos coreados que se hacen cortos. ‘Veneno’. ‘Flores de venganza’. ‘Torre Picasso’. ‘Los perros’. Ser de Arde Bogotá es un orgullo. Sí que es casa. Y a los tambores está José Ángel Mercader mostrando su pañuelo palestino al público no ya por orgullo, sino por decencia (es el único que lo hace en tres jodidos días). Larga vida a Cartagena como capital de nuestro ‘Exoplaneta’.
Volvemos arriba. Arde Bogotá me renta el titular. Porque así se ha dicho en esta casa que retumba resacosa. Luego Olivia Rodrigo. Bueno, de nuevo, bien. Mad Cool tiene estas cosas: donde anoche estaban Nine Inch Nails hoy está Olivia Rodrigo. Que tiene temazos, ojo, pero es otro tipo de rito. Y de público, claro, porque cuanta chavalería. Eso está bien. Un show medido con su pop galopante y sus dosis de rock. Estupendo para disfrutar en familia. Es la gran estrella pop del momento y en eso no hay paliativos, la suya fue una victoria clara, pues tenía de antemano a la gente ganada.
Olivia Rodrigo
Y luego Olivia Rodrigo. Bien. Insisto en el significado de bien. Yo estuve un rato con Bruno en la carpa de prensa diciéndole al oído («no te hagas periodista, por favor»). Pero vio una nevera con refrescos y se nos perdió. Sonaba Olivia Rodrigo. ¡Lo que chillan las fans entre canción y canción! Chillidos agudos amplificados por miles. Llamamos a Alejandra Morales. No sé si estoy de acuerdo con llamar a la peña que quiere estar en sitios pero no puede estar (no se animaron sus papás), es como joder once again. Lo hicimos. ‘Vampire’. ‘Traitor’. ‘Happier’. ‘Favorite crime’. ‘Deja vu’. ‘All-american bitch’. ‘Good 4 u’ y el cierre por todo lo alto de adrenalina pop con ‘Get him back!’ Me gustó Olivia Rodrigo como quien la ve desde Coslada. Así es bien.
Y así, bien, todo se acaba. Con unas ganas terribles de que sea julio de 2026 y esté a las ocho de la mañana aparcando en El Casar. Tengo la sensación, mientras esto escribo, de que ya es el año que viene. Porque de tanto repetir el Mad Cool años tras año, te sabes hasta el sitio donde vas a aparcar. Es jevi esto. Hacemos siempre lo mismo, la vida es lo que pasa, así es, Sergio, entre Mad Cool y Mad Cool. Y que no cambie la rutina porque, si cambia, es que estamos jodidos. Y es mejor estar en el Mad Cool, aunque resulte kilométricamente agotador, que estar muerto.