Trent Reznor, de Nine Inch Nails, en el Mad Cool 2025

El magisterio cum laude de Nine Inch Nails y el buenrollismo noventero de Alanis Morissette aúpan al Mad Cool 2025

Crónicas

Tremendísimo bolaco el de Nine Inch Nails en el Mad Cool 2025. Hay que dejarlo claro desde el principio, que luego nos despistamos. Lo mejor con diferencia de la jornada del viernes. Trent Reznor es otro nivel y, seguramente, otra dimensión. Apabullante. Físicamente aplastante. Una cuestión de fuerza y pericia, de solidez y de intensidad, que hace que parezca que los demás juegan a cosas de niños. Palabras mayores.

Menudo Torreznor suculento, de Soria por lo menos. No apto para todos los paladares, eso desde luego. Eso explica que a la hora señalada no hubiera tanto público frente al escenario principal en un día en el que los 49.700 asistentes estuvieron muy repartidos por todo el recinto debido a las propuestas variopintas de un cartel de lo más diverso. Como bien me dice Javi Herrero, cronista musical de EFE, los festivales son ahora las dos Españas, pero por edad: por eso los que están con Benson Boone o Noah Kahan no están ni por asomo con Nine Inch Nails. Universos paralelos que comparten espacio pero no se tocan, de reojo si acaso se miran.

Nine Inch Nails, el bolaco del Mad Cool 2025

Brutal la potencia de Nine Inch Nails si te colocas bien centrado (cosa que se podía hacer con razonable dificultad). ‘The beginning of the end’ para empezar. La salvajada de ‘Wish’ para apretar. ‘March of the pigs’ para aniquilar y solo van tres canciones. Y es que, queridos niños, tenemos ante nosotros no ya a un músico colosal como Reznor, sino también a Atticus Ross a los teclados (dos premis Oscar tienen estos dos por sus fantásticas bandas sonoras) y Robin Finck (el tipo que estuvo al lado de Axl en los peores años de Guns n’ Roses) a las guitarras. Para apuntalar el poderío, Alessandro Cortini en el bajo y teclados, y la bestia parda de Ilan Rubin a los tambores.

Hay quien habla de experiencia religiosa y un poco de eso tiene. Ceremonia, desde luego es. Muy solemne, también. Sin grandes alardes escénicos, son ellos tocando y, eso sí, un sustancial juego de luces que sirve para acompañar, matizar, acrecentar la música según requiera cada canción. Una representación teatral de luz y sonido acompañada con imágenes en blanco y negro en las pantallas laterales. ‘Piggy’. ‘The Frail’. ‘The Wretched’. ‘Heresy’, ‘Less than’. ‘Echoplex’. ‘Find my way’. Nervio robusto. Matices y capas. Ambientaciones cinematográficas (claro). Todo a la vez.

Las fotos son de Ricardo Rubio.

Consagración ambición, sofisticación

I wanna fuck you like an animal para estar más cerca de Dios. ‘Closer’. Nine Inch Nails es ese tipo de consagración. También ambición y sofisticación. Mad Cool Gourmet ya entrada la madrugada. El público más joven se largó hace ya rato y se pierde esta clase magistral de electrónica que es ‘Copy of A’. Cuando el escenario se ilumina con las hileras de cegadora luz blanca puedes de alguna manera sentir que es la puerta hacia algo. Hacia lo que sea, pero al otro lado. Aprieta los puños como Trent cuando se aferra al micrófono y procede. Dale ‘1.000.000’. ‘The good soldier’. El himno comunal que es ‘Everyday is exactly the same’.

Tramo final para las composiciones más populares del combo, que claramente se encamina a rematar la hora y media de recital. ‘Burn’. ‘The perfect drug’ (con un final explosivo, una apisonadora inapelable). ‘The hand that feeds’. ‘Head like a hole’. Mira que el concierto de Muse el jueves fue titánico, pero es que lo de Nine Inch Nails en el Mad Cool 2025 ha sido ciclópeo y monumental. Con un sonido duro pero delicado. ‘Hurt’ para finiquitar. Muy probablemente, el bolaco del festival.

Alanis Morissette

Muy bien también estuvo Alanis Morissette, de vuelta en Madrid después de 17 años, que se dice pronto. Nunca había tenido la oportunidad de verla, y eso que en su momento, claro, como a todos, nos gustó mucho. Mira que hubo discos generacionales en los 90, uno por semana, pero pocos tan transversales internacionalmente como ‘Jagged little pill’. Lo escuchamos tanto (¿qué estará haciendo mi novia de entonces ahora? Nos prometimos verla juntos algún día, pero no ha sido así). Y nos acordamos tanto que el de Alanis fue uno de esos conciertos bonitos que nos deja a todos convencidos. Una deuda saldada, al fin.

No se fue por las ramas la canadiense, además. Sabe perfectamente lo que tiene entre manos y lo que el gentío quiere. Así que venga, toma ración de ‘Jagged little pill’, ahora que justo cumple treinta años. A saber: ‘Hand in my pocket’, ‘Right through you’, ‘Head over feet’, ‘You learn’, ‘Ironic’, ‘All I really want’, ‘You oughta know’. Un concierto de mucho corear y sentir cómo los noventa te pasan por enésima vez por encima. Nostalgia, recuerdos, pero de buen rollo. Un océano de teléfonos para grabar ‘Ironic’.

También suenan ‘Hands clean’, ‘Everything’, ‘Uninvited’ o ‘Thank you’. Alanis camina de un lado a otro del escenario sin cesar y hace gala a los 51 de una voz ciertamente envidiable. Como el escenario siempre juega al engaño, pareciera incluso que no ha pasado el tiempo para ella. Vestida, además, con una camiseta morada ancha, en plan anti diva noventera con pantalones negros. Estamos en un descampado en la frontera entre Villaverde y Getafe pero de alguna manera también en los bajos de Argüelles y Moncloa en 1995. Tal es el poder de la banda sonora de nuestras vidas. El escenario segundo, por eso, está hasta la bandera.

Jet

Inexplicable, de hecho, aunque su explicación organizativa tendrá, que Alanis esté a las 20:20 en el escenario 2, y luego Jet a las 21:35 en el 1 (y con más tiempo). A mí los australianos me gustaron mucho en su momento, también como a otros muchos, les vimos en La Riviera en 2007 y tal. Pero es que aunque ahora están de vuelta desde hace unas temporadas, su último disco sigue siendo el tercero, que data de 2009 y relevancia como tal no tienen. Dicho lo cual, allá que vamos, pero da la sensación de que este es un hueco que no se ha podido rellenar de otra manera.

Menos público de lo habitual a esta hora en el escenario principal, claro, pero a base de guitarrazos australianos (tan denominación de origen que se clavan ‘It’s a long way to the top if you wanna rock n’ roll de AC/DC) terminan invocando a todos los que se tiran al monte en cuanto suena algo de buen rock a lo lejos. El público es primordialmente guiri, lo que me hace pensar que tengan por ahí fuera más predicamento ahora mismo del que tienen por aquí.

Buen repertorio, en cualquier caso. Buen concierto, por supuesto. ‘Put your money where your mouth is’, ‘Get what you need’, ‘Look what you’ve done’, ‘Rollover DJ’, ‘Take or leave it’, ‘Get me out of here’ o ‘Cold hard bitch’. Y con ‘Are you gonna be my girl’, claro, una de esas canciones que valen una carrera musical entera y ellos bien que lo saben. Incluso el personal que estaba tirado por el suelo viendo la actuación por las pantallas se levanta para bailar esta. Bien lo merece y quizás lo explica todo, sin duda.

Kaiser Chiefs

Puede que, de hecho, no ya Alanis (que sí), pero Kaiser Chiefs también podrían haber ocupado el lugar de Jet en lugar de tocar en el escenario 3 a las 23:25. Un intercambio entre ambos hubiera tenido sentido, perfectamente. Porque no cabe apenas nadie ya para ver a los británicos, que, siempre divertidos, montan una buena fiesta con moderado espíritu hooligan. Otros que vimos en tiempos pretéritos (por ejemplo en Vistalegre o de teloneros de U2 en el Vicente Calderón) y que siguen funcionando, por qué no, con su deja vu correspondiente y temas como ‘Everyday I love you less and less’, ‘Modern way’, ‘Ruby’ o ‘Never miss a beat’. Tan festivaleros ellos, nos regalan hasta un ‘Blitzkrieg Bop’ de los Ramones la mar de pintón.

Benson Boone

Antes, pareciera que mucho antes aunque solo fueron unas cuantas horas, cuando el sol todavía apretaba y no se había levantado el airecito nocturno que reclamaba rebequita, empezamos la jornada con Benson Boome. Nos cae bien en casa, aunque Bruno Gallar ya iba rebotado cuando le dijimos que no iba a salir Brian May como en Coachella. «¡No es justo, si además esos no se sabían ‘Bohemian Rhapsody!», espetó. A veces asusta la clarividencia de este pequeño de siete años, que suele tener razón demasiadas veces, sobre todo en lo que a mí se refiere.

Pero eso, Benson. Un tipo procedente directamente de 1978 o 1984, no sabría acotarlo, pero de por ahí. De otra epoca, con su bigotito y su contagioso buen pop ochentero (¿o setentero?) con una banda bien tocona. Intérprete nato, bigotudo, acrobático y vivaracho, un poco Freddie Mercury y otro poco Justin Hawkins, resulta energéticamente contagioso. Y tiene un falsete guapo y unos cuantos temazos. ‘Mr Electric Blue’ es una favorita total. Pero también ‘Sorry I’m here for someone else’, ‘Mystital magical’ o ‘Beautiful things’. Irá todavía a más porque él sí que tiene el poder de unir a esos públicos de distintas generaciones que ante él sí que se encuentran, aunque tampoco se observen demasiado. Pero, en ocasiones, confluyen para cantar las mismas canciones. Y qué importante es que sea así.

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