Editors (2020) WiZink Center. Madrid

Crónicas
Tom Smith en Madrid. FOTOS: Ricardo Rubio

Editors en Madrid: La solvente clase media

Que la vida es mogollón de perra ya lo sabemos, pero tras ver este lunes a Editors por enésima vez la pregunta recurrente que nos hacemos es: ¿Pero cómo puede ser que esta gente no esté llenando estadios? Y lo pongo en plural porque es un sentimiento compartido por la grupeta creada para el reencuentro con Tom Smith y los suyos.

Creo que lo he contado trillones de veces porque es una forma de mostrar galones, pero vi a Editors por primera vez en La Riviera madrileña allá por 2008 presentando su segundo disco, ‘An end has a start’. Y salí convencido de que en poco tiempo lo iban a petar de lo lindo.

Salí, de hecho, con la misma sensación que tuve después de ver en esa misma sala a Coldplay en 2002 y a Muse en 2003. Ah, eran buenos tiempos, caramba, con estas entonces jóvenes bandas presentando su candidatura al olimpo, con toda la razón, con ‘A rush of blood to the head’ y ‘Absolution’, respectivamente.

Ambas, en poco tiempo pasaron en la capital desde La Riviera al Palacio Vistalegre, y luego al Palacio de los Deportes para acabar un lustro después -año arriba, año abajo- ya a los estadios. Cruzando sus caminos, de hecho, en el Vicente Calderón vimos a Editors teloneando a Muse en 2010.

¿Que por qué estamos hablando ahora los de Chris Martin y Matthew Bellamy? Pues porque yo pensaba, en plan gran visionario infalible, que Editors harían el mismo camino, pues igualmente saltaron desde La Riviera hasta el Palacio Vistalegre… pero ya. Era 2009 y ahí se quedaron.

Pero es que hubo un tiempo en el que realmente pareció que Editors podían dar el salto hasta la parte alta de la pirámide social y musical. Principalmente con sus aclamados dos primeros discos, ‘The black room’ (2005) y el mencionado ‘An end has a start’ (2007), que son precisamente los que más suenan en su actual gira de grandes éxitos con motivo de su quince aniversario.




Eran los primerizos años de revival post punk, con canciones ahora ya consideradas himnos por los suyos, como ‘And end has a start’, ‘Bullets’, ‘Bones’ o ‘Escape the nest’, que son las que abrieron y rompieron el frío en la noche de este lunes en el WiZink Center de Madrid para alborozo de 3.500 fans que llenaban el formato Ring para empezar la semana con el pie cambiado hacia el lado festivo de la vida, obviando cualquier tipo de consecuencia que pudiera llegar el martes bien temprano.

El formato Ring del pabellón madrileño es el que funciona únicamente con la pista, sin graderíos, prueba palpable de que Editors se quedaron a medio camino en su ascensión social en algún momento. Yo creo que fue a partir de su tercer disco, ‘In this light and on this evening’ (2010), pues fue cuando dejaron de lado las guitarras épicas para adentrarse en tenebrosos y asfixiantes terrenos electrónicos. Ese viraje les alejó de la comercialidad siempre necesaria para llegar al gran público.

Aunque, a ver, congregar a 3.500 personas quince años después de tu álbum de debut también demuestra otra cosa: Que Editors viven bien como solvente clase media. Puede que no sea lo suyo para multitudes infinitas, pero disfrutan de un estatus en última instancia envidiable y que les permite desarrollar una carrera de largo recorrido gracias a la solemne comunión con los suyos, entregados a la causa con ceremonioso gozo.

Comandados por el carismático (y lacónico, pues dice gracias y ya, aunque los escorzos melodramáticos los clava) Tom Smith, los británicos no se andan con chiquitas y tras el apabullante póker inicial van picando aquí y allá en la oscuridad de su discografía, de la que escogen la robustez hinchada de ‘Sugar’, la rave desatada de ‘Papillon’ -digna de las más machaconas sesiones matinales domingueras- o temas nuevos como la hipnosis electrónica y maquinera de ‘Frankenstein’ -perteneciente a su reciente recopilatorio ‘Black gold’ (2019)-.




Tras un pasaje acústico para el avituallamiento generalizado, la velada cabalga sin frenos hacia la victoria siempre al encadenar la banda, con sonido musculoso y eficacia probada, temas como ‘Spiders’, ‘A ton of love’, ‘Formaldehyde’, ‘All Sparks’, ‘Blood’ o ‘Fingers in the factories’. Un tramo frenético que constata lo variopinto de su propuesta, con inevitables ecos old school a lo Joy Division, Echo & The Bunnymen o los mismísimos U2 o Depeche Mode.

Claro que aún queda un bis añejo para dejar los ánimos bien arriba. A saber: ‘The racing rats’, ‘Munich’ y toda la pomposidad imaginable en ‘Smokers outside the hospital doors’. Tres composiciones sobresalientes que poco tienen que envidiar a aquellos coetáneos Coldplay o Muse que, en la primera década del siglo, también aspiraban a un ascenso social que sí consiguieron -me acuerdo de otros como Interpol o White Lies, que también se quedaron cortos-.

Cada cual siguió su propio camino, en ocasiones con bifurcaciones imposibles, pero la cuestión es que estos cinco mencionados siguen aquí (diferencias obvias y similitudes aparte) haciendo canciones y defendiéndolas en vivo ante más o menos público. Editors se han abonado a los festivales, donde su presencia siempre es muy agradecida, y por fin se han atrevido, con la promesa de un repertorio de hits, a dejar esa Riviera en la que volvieron a tocar en 2013, 2015 y 2018. Puede que nunca llenen el WiZink entero, pero se hicieron con el Ring sin excusas.

Porque en la noche de este lunes, Editors reivindicaron durante cerca de dos horas y con determinación su legado repartido en seis discos de estudio y un recopilatorio que es, efectivamente y como su título indica, oro negro (‘Black gold’). Y todo lo demás es circunstancial porque llegar a más o menos gente ya no depende de uno. Ellos siguen a lo suyo, sin dar un concierto malo y sacando discos notables… y concretamente esto último no pueden decirlo esos otros que llenan estadios.

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