Concierto de Deep Purple en el Parque Enrique Tierno Galván de Madrid el 13 de junio de 2024

Deep Purple en Madrid: Smoke on the parque

Crónicas

¡Prohibido tocar ‘Smoke on the water’ en esta tienda de guitarras! No recuerdo qué peli era esa, me suena que ‘Wayne’s World’. Probablemente. Es que vaya turra. Pero hoy sí se puede tocar la air guitar con ‘Smoke on the water’. Hoy es ley de obligado cumplimiento. Y así lo hacen las 5.000 personas congregadas en el bonito auditorio del Parque Enrique Tierno Galván de Madrid para ver a Deep Purple. Historia viva de esto del rock. Es otro jueves bonito en la ciudad.

Mucha camiseta negra, pocas melenas ya, mucho cartón en las cabelleras. Pero mucha actitud. Y las conversaciones habituales de cuando fue la primera vez de cada cual, que si el ‘Machine head’ es la Biblia. Y la pregunta del millón: ¿Es Ian Gillan es el mejor Jesucristo Superstar o acaso es Ted Neeley o, como yo defiendo, Camilo Sesto? Nosotros también somos un poco ya historia viva de esto del rock y por eso nos reunimos en torno a nuestros monolitos. El Alma Festival Madrid es la excusa, Deep Purple el motivo.

Puntualidad británica y ahí están. Ian Paice a las batacas y Roger Glover al bajo: muy probablemente la mejor sección rítmica del rock. 75 y 78 años, tótems a los que adorar, dando una lección magistral. Sin más. Don Airey, dignísimo sucesor de Jon Lord, que lleva ya veinte años con ellos. El nuevo fichaje, el jovenzuelo (bueno, tiene 45, como yo) Simon McBride va tan sobrado que se pasa un poquito. Y luego está Ian Gillan, 78 primaveras, uno de los mejores vocalistas de la historia, que solo con su presencia ya exige reverencia.

Crónica relacionada

Arrancan, claro, con ‘Highway star’. Una de esas canciones del ‘Machine head’ que le vuelan la cabeza a uno desde la primera vez. Sonido limpio, como procede con Deep Purple y como procede aquí en este parque de Madrid a cielo abierto con la luna en lo alto, las cervezas en las manos, las filas prietas, los puños alzados. Gillan va justísimo. Tanto que tiene un rincón al fondo del escenario detrás de un biombo negro al que acude constantemente suponemos que a sentarse y oxigenarse (en los años locos sería para meterse coca, ahora quien sabe).

‘No need to shout’, ‘Into the fire’. «Gracias por esta lovely night en Madrid», dice el cantante de los agudos imposibles que no importa que ya no cante, porque los tenemos a fuego en la cabeza. Así que él llega hasta donde llega y cada cual pone el resto. Magia. No hay edad. Atemporalidad. Por más que presencies este truco no deja de funcionar. Ya te lo sabes, pero pones de tu parte de manera infantil para viajar en el tiempo hasta tu habitación de chaval mientras contemplabas y acariciabas el vinilo del ‘Made in Japan’ soñando con ver a esos tipos en vivo alguna vez. Pues está pasando. Otra vez.

Todas las fotos son de Ricardo Rubio.

Lo soñabas escuchando, por ejemplo, ‘Lazy’, que esta noche nos brinda un momento instrumental de altísima calidad. No falta el solo de guitarra, quizás demasiado tempranero, pero hay que repartir los esfuerzos. Tampoco se olvidan del solo de teclado, con un Don Airey al que le atiende un falso enfermero pero, cuando parece que le va a decir que tiene que bajarse del escenario, se saca un chupito de algo y brinda por todos. 75 tiene (historia viva igual, teclista de Ozzy en los buenos tiempos, su trabajo en ‘Mr Crowley’, al que hace un guiño esta noche, es espectacular).

Deep Purple, el ‘Made in Japan’ y Madrid

‘Portable door’, ‘Anya’ y de vuelta al ‘Made in Japan’, indudablemente el disco que les otorga el estatus de inmortalidad con el que se pasean por el mundo desde hace medio siglo. ‘Space truckin’ pega duro y llega el momento. Recordemos: ‘Smoke on the parque’. Es que vaya riff. ¿Quién en sus cabales no ha intentado alguna vez tocarlo aún sin haber agarrado jamás antes una guitarra entre sus torpes manos? Ese serrucho armonizado atrona y reparte jovialidad entre los presentes como una refrescante lluvia de verano. Es pura vida, en definitiva.

Todos tenemos ya una edad, de todo empieza a hacer ya mucho tiempo, pero tenemos tiempo para un bis. La penúltima nunca puede faltar. ‘Hard lovin man’. La psicodelia sixtie de ‘Hush’ despendolada y extendida. Porque puede que Deep Purple inventaran esto del rock duro, el heavy metal o como lo queramos llamar, pero por momentos parecen una band de jazz. Y rematamos: ‘Black night’. La noche negra con todo el público coreando el riff, Ian Gillan sonriendo y la banda sentenciando.

Se queda la cosa en algo más de hora y media y así está bien. No todo el mundo va a ser Bruce Springsteen. El tiempo pasa para todos y Deep Purple se nota como en cualquiera. No se esconden en absoluto, sencillamente salen a hacer lo que llevan toda la vida haciendo. Dosificando de otra manera, sacando a relucir el virtuosismo aprendido con los años en miles de conciertos como este. Ellos lo siguen disfrutando, indudablemente les revitaliza, es un buen chute de dopamina. El público se deleita y se regocija y, por un rato, vuelve a tener largas melenas. Un tipo de brujería que merece mucho la pena.

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